Opinión | El indignado burgués

Lecciones de periodismo

Lecciones de periodismo

Lecciones de periodismo / INFORMACIÓN

Lo bueno de la vida es que siempre te da la oportunidad de aprender algo nuevo. Lo malo es cuando intenta darte lecciones un «cuñao» del jaez del que intentó explicarle la relatividad a Einstein. El, en dos patás, era capaz de enmendarle la plana a un genio que se había quemado las pestañas estudiando y había emborronado cientos de pizarras y cuadernos, simplemente para formular E = mc². Vaya tontá, que decía el «genárez».

Esta semana he aprendido, escuchando a otro genio que tenemos en la provincia, cuándo, cómo y porqué se debe hacer periodismo, qué hay o no que preguntar, cuándo o no toca interrogar y qué es o no actualidad. Para darle dos vueltas al ruedo, y no como torero precisamente.

Me cansa ya hablar de este personaje, así que voy a intentar citarle lo menos posible para no darle una publicidad absolutamente inmerecida. Si no le oyeron, no se pierdan el espiche del amo del cortijo en que se ha convertido la institución prestigiosa y centenaria que fue otrora la Cámara de Comercio de Alicante. Voy a recomendar a mis colegas profesores de la Facultad de Ciencias de la Información, que pongan a sus alumnos en bucle esa grabación. Es un minuto escaso, pero en tan poco tiempo se recoge un compendio perfecto sobre lo que piensan algunos acerca de qué es la comunicación y lo que, en su opinión, debería ser: publicidad y propaganda de los cacharritos y espejuelos que quieren vender a indios indocumentados. Me crean o no, es fantástico.

Es lo bueno que tiene el cuñao Voldemort (le llamaré como al innombrable malo de Harry Potter), que no mide. Lo que en seres más formados sería una admonición con guante de seda, se convierte en su boca en una vomitona en la que aúna amenazas y exabruptos con clases magistrales y teorías de la conspiración. Tiene la suerte de que los periodistas suelen ser gente educada, porque el otro día era para decirle cuatro cosas.

En ese duelo en OK Corral que tiene contra todo el que le lleva la contraria, es capaz de ponerse en el papel de adalid de los empresarios, pobres, qué habrán hecho para que alguien como éste se crea su paladín. Afortunadamente la mayoría se representan a sí mismos, sin intermediarios, y ellos sí que se dedican a producir y a fabricar y a inventar, no a vender lo que otros crean. Son niveles diferentes.

Pero vamos, no es extraño, porque igual que da lecciones de periodismo, yo le he oído darlas de Derecho, a la altura de un magistrado del Constitucional y en esta historia de la obra de la sede de la Cámara, seguro que a los arquitectos les hizo en tres brochazos el cálculo de resistencias y de materiales. Así es.

Por cierto, otro día hablaremos de la obra de la Cámara, pero hoy no toca y como el que lo decido soy yo, pues ahí les emplazo. No creo que un periodista me ponga una alcachofa delante para preguntarme porqué no escribo hoy de la obrita sin licencia y con fondos públicos, pero diré lo mismo: «me arremetéis, voy con prisa y no soy técnico». Y la actualidad la decido yo, faltaría más que un miserable juntaletras pensara que puede preguntar y publicar cosas que me molesten.

Aunque, creo yo que, entre la fiscalía anticorrupción, los bonos de comercio y la obra sin licencia, en las próximas semanas se va a comer unos cuantos sapos. Me malicio que su futuro va a ser oscuro y tenebroso como la entrada al castillo de Drácula.

Lo de este personaje es, en muy miniatura, lo que imita en el espejo de algunos de sus héroes: malencarados, faltones, gritones y que sin saber hacer la o con un canuto le dicen a la humanidad lo que deben ser, hacer o pensar. Los más listos del barrio, los matones del recreo, pretenden subyugar al mundo amparándose en haber ganado unas elecciones. Es una fórmula llamada al desastre: que los abusones ágrafos presidan Estados Unidos, una institución de derecho público o una comunidad de vecinos nos lleva a una distopía atroz. Creo que lo escribía Jardiel: «El hombre no cultivado, es más bruto que un arado». Amén.

Da para pensar qué habremos hecho para merecer este cáliz, pero sin duda en nuestra propia comodidad llevamos el castigo de soportar semejantes individuos. Reflexionemos, hermanos.

Y junto a los libros y a los académicos que estudié en la carrera: McLuhan, Beneyto, Eco, Adorno, Gramsci, Marcuse, situaré la Teoría de la Actualidad de Voldemort. No desmerece, ni mucho menos; es un poco más basta con be y menos vasta, con uve, pero tampoco pidamos peras al membrillo ni inteligencia a los sacos de ladrillos.

Tracking Pixel Contents