Opinión | En pocas palabras

De Málaga a Alicante

Viajeros en el andén de un tren AVE.

Viajeros en el andén de un tren AVE. / EP

Si la semana pasada narraba los avatares de mi viaje de ida a Málaga, en esta ocasión contaré sucintamente la vuelta. Elegí un tren directo, ya que haberlo, haylo. Se trata de un AVE que sale de Málaga-María Zambrano a las 7.55 y tiene prevista la llegada a Alicante a la una y media de la tarde. A simple vista parece que no está mal, pero a poco que pensemos que de existir conexión ferroviaria entre Murcia y Granada o Almería (y una extensión hasta Málaga) el trayecto podría resolverse en poco más de dos horas, es inevitable sentir el malhumor.

Porque ver sobre el mapa de la península ibérica el trazado de este viaje, que después continúa hasta Elche (retrocediendo lo andado hasta Monforte del Cid), Orihuela y Murcia, provoca sensaciones encontradas, que pueden ir de la risa al llanto, de la ira a la desesperación.

El tren de marras pasa por Madrid, porque en esta estructura radial que preside toda nuestra red ferroviaria, es inevitable pasar por la capital del reino para ir a cualquier parte. No crean que la parada en Madrid es como una visita de cortesía, no. Mucho antes de la llegada el tren va a aminorando la marcha, lo que provoca la sensación de que el viaje se va a eternizar. Una vez que llega Atocha, descarga a los pasajeros que se quedan allí, y entran los servicios de limpieza. Cuando todo queda como una patena se da luz verde a la nueva tanda de pasajeros, Madrid-Alicante-Murcia, que vuelven a llenar hasta los topes cada uno de los coches. Sobre todo, los maletones que traen.

El tren sale con retraso de la capital, pero después se embala y va recuperando minutos. Uno no entiende tanta carrera y tanto parón. Se cubrieron de gloria los cerebros que idearon esta ruta.

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