Opinión | Una mirada a mi ciudad
La transmisión de la ciudad

Una imagen antigua del puente de Santa Teresa de Elche, también conocido como el puente de la Virgen. / INFORMACIÓN
Para abordar este artículo me remontaré al concepto de cultura; que entiendo como la parte de la información que maneja un grupo humano y que ha sido socialmente transmitida. Así, la transmisión cultural corre paralela a la transmisión biológica de genes y no puede aprenderse más que a través de las enseñanzas que una generación aporta a la siguiente. Algunos biólogos evolucionistas usan el término «memes» para designar a aquellas unidades culturales básicas transmitidas por información cultural. Memes y genes serían por tanto las unidades elementales de transmisión de información entre humanos. Aunque hay que decir que hoy nuestra voluble cultura de internet ha modificado la palabra «memes» hasta obtener un significado algo distinto.
Entre la transmisión cultural ocupa un lugar primordial la transmisión del patrimonio cultural. Este no es sino el conjunto de bienes recibidos a través de la herencia cultural en una determinada sociedad. Hay que decir que el patrimonio en Inglaterra es denominado Herencia Nacional (National Heritage), de este modo queda claro que se trata del conjunto de bienes que transmite una generación a la siguiente. En los últimos tiempos, y en nuestro país, la lista de bienes transmitidos ha aumentado, añadiéndose nuevos conceptos como bienes intangibles, que antes no figuraban en la herencia. Así la Ley de 1985 de Patrimonio define quién forma parte de esta masa hereditaria: «En ella quedan comprendidos los bienes muebles e inmuebles que los constituyen, el patrimonio Arqueológico y Etnográfico, los Museos Archivos y Bibliotecas de titularidad estatal, así como el Patrimonio Documental y Bibliográfico» y más adelante añade: «Así como los sitios naturales jardines y parques que tengan valor artístico histórico o antropológico». Un verdadero cajón de sastre.
Esta amplia definición incluye lugares naturales junto a monumentos urbanos. Asimismo, se recoge lo mueble y lo inmueble, lo histórico y lo artístico, lo tangible y lo intangible. Todo ello hasta abarcar un colosal conjunto de bienes cuyo tratamiento común se hace difícil. De otro lado, no hay que olvidar que España resulta ser el tercer país con más patrimonio de la humanidad, solo por detrás de Italia y China. Y dentro de este conglomerado nacional Elche es una ciudad que cuenta con sendos Patrimonios de la Humanidad.
Entre el conjunto de patrimonios transmitidos queremos hoy referirnos a la ciudad como tal. La ciudad también es un objeto que se transmite a la siguiente generación y resulta en sí misma un elemento de identidad cultural. En la ciudad vivimos y nuestros recuerdos quedan impregnados de los espacios en los que discurre nuestra vida. Con nuestra ciudad tenemos, por tanto, una relación fundamentalmente emocional. Los antropólogos han denominado a estos espacios cargados con un aporte vivencial y cultural «lugares». Un lugar es por tanto un espacio cargado de historia y al que dotamos de características identificadoras. Nuestras vidas transcurren entre distintos lugares que conocemos perfectamente y dotamos de recuerdos y que no son reemplazables.
Marc Auge, un antropólogo francés, escribió un libro titulado Los No Lugares, espacios del anonimato en el que relacionaba la vida y la ciudad moderna con la no existencia de auténticos lugares. Nos encontramos por tanto con que en la actualidad se está perdiendo la noción de «lugar». Marc Auge nos habla de los espacios definidos por la arquitectura postmoderna como «No-Lugares». En su definición nos encontramos con que «si un Lugar puede definirse como espacio de identidad, relacional e histórico, un espacio que no pueda definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un No-Lugar». La nueva sociedad tardomoderna queda significada como productora de No-Lugares: «Un mundo donde se nace en la clínica y donde se muere en el hospital, donde se multiplican, en modalidades lujosas e inhumanas, los puntos de tránsito y las ocupaciones provisionales (las cadenas de hoteles y las habitaciones ocupadas ilegalmente, los clubes de vacaciones, los campos de refugiados)… un mundo prometido a la individualidad solitaria, a lo provisional, a lo efímero, al pasaje…». Un conjunto por tanto de espacios opuestos a los que tradicionalmente han configurado los lugares de nuestra memoria y nuestra imaginación. Estos nuevos sitios, aeropuertos, hospitales, hoteles… Espacios por los que transitamos sin pertenecer nunca a ellos marcan una profunda distinción con el espacio simbolizado de la ciudad.
Y esta es en consecuencia la característica de la ciudad contemporánea, donde, junto a la existencia de unos espacios heredados (auténticos lugares) que marcan nuestra relación de identidad con la ciudad, coexisten otros espacios sin capacidad simbólica alguna. Muchos, tal vez demasiados, espacios de la sobremodernidad, que son incapaces de simbolizar y que, sin embargo, ocupan un papel cada vez más importante en nuestras vidas.
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