Opinión
Memento mori

Un cementerio
He pronunciado la conferencia de clausura del Primer Congreso
Internacional sobre Pedagogía de la muerte que se ha celebrado en la
Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad
Autónoma de Madrid los días 2, 3 y 4 de este mes de abril. Organizaban
el Congreso los profesores Agustín de la Herrán y Pablo Rodríguez que
llevan muchos años investigando sobre esta importante cuestión. Fruto de
esas investigaciones es el libro, entre otros, “La muerte y su
didáctica. Manual para la Educación Infantil, Primaria y Secundaria”, de
Agustín de la Herrán Gascón y Mar Cortina Selva. Se trata de una
propuesta laica, compleja e innovadora plasmada en múltiples recursos
metodológicos. Con las ponencias del Congreso la editorial inglesa
Routledge editará un libro que he tenido el honor de prologar.
Como es habitual en este tipo de eventos, el Congreso acogió
conferencias plenarias, mesas redondas y numerosas comunicaciones
simultáneas, en inglés y castellano, con la correspondiente traducción
simultánea al inglés o al español a texto y proyectada en la pantalla
(programa IA Akkadu.ai).
. Es una locura estar obsesionados y angustiados por la muerte, pero
realizar una negación de ella y vivir como si no existiera es una locura
mayor, dice Carlos Cobos en su interesante libro “Los tópicos de la
muerte”.
Comencé mi conferencia plateando los problemas que genera el lenguaje en
cualquier discurso pedagógico. Porque el lenguaje es como una escalera
por la que subimos a la comunicación y a la liberación pero por la que
también bajamos a la comprensión y a la liberación. El problema no es
que no nos entendamos sino creer que nos entendemos cuando decimos con
las mismas palabras cosas muy diferentes e incluso contrarias. El hijo
de unos amigos (diez añitos de edad), en una comida familiar en la que
hablaban de la muerte del abuelo de uno de sus amigos, dijo muy serio:
- Desde luego, si me muero, yo no aguanto.
¿Qué idea tiene este niño sobre la muerte? Piensa que morirse es meterse
en un ataud, quedarse inmóvil y, pasado un rato, volver a jugar al
fútbol. No piensa que la muerte es un fenómeno ineluctable, definitivo,
individual, impredecible, único, universal y gratuito (la muerte es
gratis, aunque la paguemos con la propia vida, dice Elfriede Jelinek,
premio Nobel de literatura austríaca). La muerte es un proceso natural y
universal que ocurre en todos los seres vivos. Basta haber nacido para
tener que morir.
Hablé también de la importancia del contexto. No es igual la vivencia de
la muerte en México, que en nuestro país. No es igual en tiempos
normales que en tiempos de pandemia. No es igual en un pueblo que en una
ciudad. Nací en un pueblecito leonés llamado Grajal de Campos. Oía tocar
las campanas “a muerto”. Y en su lenguaje decían si el fallecido era un
niño, una mujer, o un varón. Al día siguiente todo el pueblo acudía al
funeral y acompañaba al cadáver hasta el cementerio para dar el pésame a
la familia del fallecido. Yo, que era monaguillo, vi muchos cadáveres
en mi infancia. Hay personas en la ciudad que no tienen presencia de la
muerte en muchos años. Alguna vez, quizás, ven pasar un coche fúnebre en
la caravana de vehículos que atraviesa una calle.
El progreso de la medicina y el cuidado de la salud han hecho que se
retrase en años la esperanza de vida. Además, la muerte se produce hoy
con más frecuencia en el Hospital que en la casa. Todo ello hace que la
muerte se haya convertido en un tabú. No se habla, no se piensa, no se
tiene en cuenta que somos seres mortales. La muerte está fuera de las
conversaciones, de las preocupaciones. Vivimos como si fuéramos
inmortales. Y también está fuera de la escuela. Nada hay que decir
sobre la muerte, nada hay que reflexionar sobre ella ni sobre el luto
que debemos pasar cuando muere un familiar o una mascota especialmente
querida. Como si la preparación y la superación de ese fenómeno se
pudiese realizar de forma automática.
Propuse algunas estrategias para afrontar con naturalidad y sin
dramatismo la muerte propia y la de aquellas personas que nos importan.
Entre otras:
- Es preciso vencer el miedo a la muerte. Del aforismo timor mortis
conturbat me (el temor a la muerte me turba) hay que pasar al que dice
timor mortis, morte pejor (el temor a la muerte es peor que la muerte
misma). Decía Machado: “La muerte es algo que no debemos temer porque,
mientras somos, las muerte no es y cuando la muerte es, ya no somos”.
- Conviene vivir teniendo en cuenta que somos seres mortales. Es un
error vivir cono si nunca fuéramos a morir. No tiene mucho sentido ser
la persona más rica del cementerio. Alguien ha dicho que si al morir
dejamos una gran herencia es que no hemos hecho bien la cuentas.
- Es aconsejable vivir con la filosofía del carpe diem. Esta filosofía
encaja perfectamente con la condición de nuestra finitud. Puesto que no
somos eternos aprovechemos el tiempo de forma inteligente, es decir
seamos felices y buenas personas.
- Es importante hacer un proyecto de vida con sentido. Y en él tenemos
que incorporar a los otros. Un lema que encarna lo que estoy diciendo
sería: ”El mundo es mejor ahora porque yo he estado en él”.
- Creo que es muy saludable vivir el fenómeno de la muerte con humor.
Todo el mundo conoce historias que desdramatizan la presencia de la
muerte. Unas anteriores a la muerte, otras relacionadas con el momento
del desenlace y algunas con lo que suponemos que vendrá después.
Pondré un ejemplo de cada una de estas tres fases. He tomado la
`primera del libro “Heidegger y un hipopótamo van al cielo. La vida, la
muerte y el más allá estudiados con filosofía y mucho humor” (Octaedro),
de los filósofos estadounidenses Thomas Mc Cachcart y Daniel Klein.
Antes de la muerte: un grupo de excombatientes se encuentran en un
cementerio para rendir homenaje a sus compañeros fallecidos. Uno le dice
a orto que tiene una edad muy elevada: ¿Crees, que dada la edad que
tienes y las condiciones en que te encuentras, merece la pena que vayas
a casa?
Durante el desenlace: se cuenta que un bético de toda la vida en el
trance supremo de la muerte confiesa a sus hijos que quiere hacerse
sevillista. La sorpresa y la conmoción de la familia no puede ser mayor,
Cuando le piden explicaciones, dice: es que me alegra saber que muera un
sevillista.
Después de la muerte: un viudo acude al periódico local para publicar
una esquela sobre la muerte de su esposa; le pregunta el director qué
texto quiere publicar. Él dice que el más breve posible: Marta muerta.
El director le explica que, si lo hace por ahorrar, dos palabras valen
igual que cinco. Eso le permite añadir algo más sobre su esposa. Después
de unos segundos le dice al director cuáles son esos esas cinco
palabras: Marta muerta. Vendo Seat Panda.
- Es una buena práctica visitar algún cementerio. Ver las lápidas,
pasear entre las tumbas, leer los epitafios. Conozco un profesor de
filosofía que lleva a sus alumnos todos los años a un cementerio para
realizar posteriormente una reflexión sobre la experiencia.
- Pienso que es interesante escribir sobre las experiencias
relacionadas con la muerte. Dedico el capítulo 7 de mi libro “Las
emociones de la profesión docente” a reflexionar sobre las emociones que
me han brindado quienes se fueron mientras recorríamos juntos el camino
de la enseñanza.
- Hay que ayudar a superar el duelo que nuestros alumnos y alumnas viven
cuando muere un familiar, un amigo o una mascota. Las tradicionales
fases del duelo (negación-rabia-negociación-depresión-aceptación) no
siempre se atraviesan de la misma manera, en la misma secuencia o con la
misma intensidad. Hay formas patológicas de vivir el duelo.
- Tenemos que conocer el contenido de la ley de eutanasia. La vida está
en nuestras manos. No pertenece a la Iglesia ni al Estado ni a la
familia. Corresponde a cada ser humano decidir qué hacer con ella.
Entre las recomendaciones bibliográficas que hice al terminar la
conferencia mencioné el libro del médico peruano Elder Huerta titulado
“El buen morir. Breve guía para entender y afrontar la muerte”, escrito
en 2024 y editado por Planeta. Dice el autor que aprender a morir es una
parte de la sabiduría de la vida.
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