Opinión | Espejo

Queda la música

Metallica, en un concierto en Madrid.

Metallica, en un concierto en Madrid. / EP

Esta bella canción de Luis Eduardo Aute nos recuerda que la vida pasa y con ella mucho de lo vivido se queda en recuerdos, pero siempre nos quedará la música.

Precisamente, esta reflexión me lleva a recordar una noticia que revolucionó el mundo de la música digital: la demanda de la banda Metallica contra Napster. Esta plataforma pionera introdujo el intercambio masivo de archivos musicales entre usuarios. Funcionaba bajo la lógica del compartir: cada usuario ponía a disposición sus archivos digitales, permitiendo que otros conectados a la plataforma los descargaran y los tuvieran también a través de Internet.

Recuerdo vívidamente la emoción de encontrar, gracias a Napster (y aún conservo esos archivos), los dos primeros álbumes de Shakira, una joya descatalogada que para mí fue como encontrar el tesoro al final del arco iris. Pero más allá de ese hallazgo personal, Napster abrió una puerta a un universo musical sin límites, permitiendo acceder a una inmensa cantidad de música que de otra manera sería inalcanzable.

Sin embargo, este intercambio sin control de derechos de propiedad intelectual generó una enorme controversia en la industria musical. Los autores no recibían compensación por sus obras, lo que amenazaba su sustento en esta nueva realidad digital. Metallica fue la primera banda en tomar acciones legales, denunciando a Napster e incluso acusando de «ladrones» a los usuarios de la plataforma. Esta postura generó una fuerte reacción negativa contra la banda, de la que quizás nunca se recuperaron por completo, pues los tiempos estaban cambiando rápidamente.

Finalmente, en 2001, Napster fue cerrado. Pero lo que no se pudo detener fue la imparable migración de la música analógica a la digital. Como bien diría mi amigo Vicente Carrasco, era como «poner puertas al mar», una lucha a contracorriente. La gente joven apenas conoce el formato físico, excepto como objeto de coleccionismo, en un curioso resurgimiento del vinilo, a pesar de que en los años 90 en Estados Unidos se anunciaba su muerte.

Hoy en día, todos consumimos música digital a través de diversas plataformas, donde la calidad, la inmediatez y la variedad son incuestionables. El concepto fetichista de guardar el objeto físico ha desaparecido en gran medida, ya que la música está disponible en cualquier momento y lugar con acceso a internet.

Si hablamos de plataformas, si bien Napster fue la pionera, le siguieron otras como eMule, donde se compartían todo tipo de archivos. Luego apareció iTunes, la tienda de música digital que fue una bendición para quienes aún disfrutábamos de «coleccionar» ciertas piezas musicales. Y no podemos olvidar al gigante YouTube, cuyo algoritmo tiene una capacidad incomparable para adaptarse a nuestros gustos, lo que no sorprende dado que pertenece a Google.

Nos hemos acostumbrado a pagar suscripciones por casi todo: música, libros, vídeos, algo impensable en 2001, cuando cerró Napster. Spotify, Apple Music y YouTube Music. Entre otras siguieron esa senda que permanece a día de hoy. Pero al final, como diría el maestro Aute, lo importante es que, de cualquier manera, siempre queda la música. Gracias por acompañarnos siempre música, en cualquiera de sus formatos.

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