Opinión | Oído, visto, leído
Opiniones sobre Varguitas

El escritor peruano, Mario Vargas Llosa. / Europa Press
Estos días hemos leído u oído a escritores, periodistas, amigos, editores y políticos de todo tipo dando su adiós a Mario Vargas Llosa. Hemos echado en falta a algunos de sus lectores anónimos, gente de la calle que hemos pagado por sus libros (no como la mayoría de los de arriba…). Salgo a la calle y elijo rápidamente al azar a cuatro personas, de manera totalmente fortuita y ficcionada. Vean, vean la opinión del pueblo, con trampa y todo el cartón posible:
¿Qué opinión le merece la vida de Vargas Llosa? «Pues me parece que ha vivido varias vidas. Es probablemente el escritor contemporáneo que más obras maestras ha escrito, pero no contento con eso, Vargas Llosa fue a un colegio militar, conoció a su padre a los diez años (cuando creía que estaba muerto), se casó a los diecinueve años con su tía política (diez años mayor). Pero es que diez años más tarde se divorcia y se casa con su prima. Ha vivido en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid. Ha tenido tres hijos. Ha hecho reportajes en Irak o El Congo, ha escrito artículos de opinión, ha hecho ensayos sobre Flaubert o Cien años de soledad. También ha promovido a escritores que empezaban, hizo teatro con Aitana Sánchez Gijón y ha firmado manifiestos con Cayetana Álvarez de Toledo. Fue candidato a la presidencia del Perú. Ah, también le dieron el Nobel. Y cumplidos los ochenta se lió con una celebrity con la que hizo posados en Hola y Harper’s Bazar. Y algún que otro puñetazo también pegó. ¿Hay alguien que dé más?» (Juan Hernández, soltero, profesor de instituto de cuarenta y un años. Gran persona y mejor juerguista. Reconoce que de vez en cuando le puede la pereza y la indolencia).
¿Qué libro suyo salvarías? «Pues yo salvaría Conversación en la catedral. La leí con quince años, creo que fue mi primer libro serio. Para aquellos que se tiren ahora a leerla, cuidado: es un libro difícil y complejo. Más que leerlo, se intuye, se va adivinando párrafo a párrafo. Mezcla frases, mete personajes cada dos por tres, cambia los tiempos de los sucesos. No lo entendía del todo, pero seguía leyendo, deslumbrado por esa conversación en un tugurio de mala muerte llamado La Catedral. Entre medias, Vargas Llosa taladra y dispara furioso a la época en la que Perú estaba gobernado por el dictador Odría, en los años cincuenta. Leer esta novela marcó mi relación con la literatura. No sé yo, quizá empecé demasiado alto….» (Juana Pardo, cincuenta y siete años, contable. Divorciada, madre de dos hijos que viven con su padre. Les echa de menos, a los tres. Corre y corre, pero no adelgaza)
¿Qué opinas de sus opiniones? «Todavía recuerdo cuando Varga Llosa escribió ese artículo en El País donde explicó su admiración por Margaret Thatcher y sus políticas. Hubo muchos que levantaron la ceja, y a partir de ahí le miraron distinto. No estábamos acostumbrados a que un escritor sudamericano que de joven fue comunista explicara de manera tan clara el volantazo. Para contextualizar todo, Vargas Llosa fue de los pocos que rompió totalmente con el comunismo con el caso Padilla (el poeta cubano encarcelado por escribir un libro sospechoso y que fue obligado a rectificarse a sí mismo). Eso sucedió a principios de los setenta, cuando los barbudos de Sierra Maestra gozaban de plena popularidad en toda Sudamérica. Le debió caer la mundial a Varguitas, entonces. Habiendo pasado por eso, lo de su flechazo por el liberalismo (económico y político) le debió parecer una nadería. Desde entonces se ha metido en todos los charcos posibles, sin saltarse ni uno. Pero siempre explicándolos, discutiéndolos y argumentándolos». (Eva Perales, casada, una hija. Exvotante de Ciudadanos. Le gusta pensar que su vida aún no está escrita del todo.)
Opinión final. «Pues yo creo que, aparte de ser un escritor total, con una imaginación desbordante y autor de un puñado gordo de novelas imposibles de olvidar, fundamentalmente fue una persona casi totalmente libre, con todo lo que ello comporta: cometer aciertos y errores de todo tipo, pero siempre asumiéndolos y tratando de hacerlo de manera honesta y sin importarle lo que pensara el resto. O mejor dicho: importándole, pero sin que eso le hiciera echarse atrás, o dar la callada por respuesta. Y eso es mucho, siempre. El señor Vargas (como le llamó una vez Fujimori, en un debate televisado, para hacerle de menos) nos deja un boquete imposible de llenar. Yo estoy tristísimo y Zavalita está de luto». (José Marquina, administrativo de profesión pero músico de afición. Tiene cuarenta y cinco años, pero aparenta diez menos. Va siempre a su aire, feliz. Para él siempre es verano).
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