Opinión | Sin aspereza

A lomos de la resurrección

Carlos Mazón.

Carlos Mazón. / M. A. MONTESINOS

Mañana de Jueves Santo en la que la tradición de no pocos puntos cardinales empuja a visitar iglesias. En las del Gran Poder, trianera y Macarena se forman tales colas que puede darte el día del Corpus. Rebasada la hora del ángelus llega la consagración y templos hay para dar y tomar. En esta ocasión, frente al imponente barroco del Salvador, nos decantamos por La Antigua Bodeguita en la que pasamos un rato impagable con las ocurrencias de la feligresía y degustando un amontillado de Jerez junto a un queso curado puro de oveja que paqué. Enfilamos el barrio de Santa Cruz hacia los Jardines de Murillo y, en la intersección, ¿a que no saben ustedes quién estaba plantado como una efigie mirando de un lado para otro como si le dieran cuerda? ¡Paco Camps! Juro que solo fue un amontillado.

El caso es que por la judería iba pensando en lo que había leído sobre rituales de la pasión a Manolo Alcaraz, capillita redomado y erudito que ha realizado su carrera oficial en la izquierda rodeado de capirotes clavados. Al expresidente se le adivinaba al fondo, pertrechado en las cercanías de la muralla del Alcázar por si acaso quiero suponer. Es tanto lo que ha pateado en los últimos tiempos por localidades de la geografía que lo vio reinar y agrupaciones del pepé en busca de una ensoñación que enseguida pensé no se ha dado cuenta, ha extraviado el freno y ha invadido alguna que otra frontera. O sí es consciente. Tanto que, al escuchar de boca del secretario general Pérez Llorca no inquietarle sus movimientos y sentirse él macareno perdido, según confesión, igual tiene intención de contactar con los «armaos» que escoltan al Cristo de la Sentencia para que le echen una mano si la cosa se presenta cruda, la dirección nacional ningunea la aspiración de celebrar un cónclave autonómico y lo que se impone es la toma de Madrid a golpe de cornetas y tambores. Camps sigue sin sacarse de encima lo que para él ha sido una vil persecución, pero se muestra risueño y pletórico.

Es lo que tiene Mazón. Que te hace sentirte grande.

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