Opinión | Tribuna

Pesas, proteínas y especulación

"El resumen de la jugada es este: aprovechar el abandono de ciertos entornos para «invertir» en inmuebles deteriorados, convertirlos en una suma de habitaciones (zulos) que no reúnen condiciones mínimas de habitabilidad y, finalmente, ofertarlas en régimen de alquiler..."

Panorámica del casco histórico de Orihuela.

Panorámica del casco histórico de Orihuela. / Tony Sevilla

Recientemente, Cambiemos Orihuela denunciaba las prácticas especulativas que la mercantil Marcos Real State SL, vinculada a la marca «The Marcos Brothers», está llevando a cabo en el centro histórico de Orihuela. El resumen de la jugada es este: aprovechar el abandono de ciertos entornos para «invertir» en inmuebles deteriorados, convertirlos en una suma de habitaciones (zulos) que no reúnen condiciones mínimas de habitabilidad y, finalmente, ofertarlas en régimen de alquiler. A ese perverso esquema hay que añadir, obviamente, diversas prácticas abusivas. Tras la denuncia, varios inquilinos señalaron que los alquileres ofertados por «Marcos Brothers» presentan condiciones insalubres e inseguras, falta de suministros y ventilación o situaciones de hacinamiento.

Este modelo de negocio (o abuso) se beneficia, entre otras muchas cosas, de tres problemas políticos. En primer lugar, la falta de alquileres dignos debida a la histórica y nula voluntad de desarrollar el derecho a la vivienda por parte del bipartidismo español. En segundo lugar, las nefastas políticas urbanísticas dominantes en Orihuela, consistentes en proteger grandes intereses privados al tiempo que se deterioran barrios, permiten toda suerte de ilegalidades y bloquean medidas locales para favorecer el acceso a la vivienda. Por último, la enorme precariedad e inseguridad jurídica que sufren muchísimas personas (de origen migrante muchas veces) que, ante la falta de alternativas, se ven forzadas a aceptar condiciones abusivas de todo tipo.

Tras desvelarse estas vergonzosas prácticas, «The Marcos Brothers» (usar anglicismos para aparentar innovación, otra ridiculez del mundo inversor) publicó un vídeo exculpatorio. En él, hay un delirante momento en que, mientras uno de los socios recita su retahíla de tópicos y excusas, otro de ellos, algo más alejado del plano, gesticula como un culturista para marcar ante la cámara su hermoso y fornido bíceps, ello con el aparente objetivo de reforzar la argumentación. No es anecdótico: en las redes sociales de los «Marcos Brothers» abundan anuncios «empresariales» realizados al tiempo que levantan pesadas mancuernas o completan hercúleos ejercicios. Me pregunto cuál es el mecanismo mental que lleva a pensar que exhibir músculo físico es una forma de reforzar un argumento político. Intuyo que ese razonamiento sólo es posible desde tres identidades: extrema-derecha; extrema-masculinidad frágil y/o extrema inmadurez. Nada malo hay en que una persona, mientras respete su propia salud y no imponga sus obsesiones al resto, desee aumentar su masa muscular. Lo que intento señalar es lo absurdo que resulta asociar fuerza corporal a éxito empresarial o inteligencia política.

En ese sentido, «The Marcos Brohers» está lejos de ser un producto original. Es evidente su enorme parecido con los numerosos gurús motivacionales, vendedores de coaching y emprendedurismo, gymbros, cryptobros y otras estafas que copan la red. De hecho, los aspirantes a rentistas oriolanos copian incluso la ridícula moda de confundir obsesiones crematísticas con estoicismo. Una doctrina que, al margen de sus limitaciones y de que debe entenderse en su contexto histórico, tiene más que ver con la frónesis o sabiduría que con la obsesión por el negocio y el gimnasio.

Estos discursos y prácticas económicas suponen un fraude basado en todo tipo de mitos, que acaba por dañar incluso a algunos de sus imitadores. La mayoría de captados por estas sectas económicas fracasarán y, posiblemente, verán dañados su patrimonio y bienestar. Y no será por «falta de motivación» o «sacrificio», sino porque, en un esquema piramidal, sólo unos pocos pueden ocupar el vértice. Incluso quienes triunfen lo harán en una probable espiral de endeudamientos, corruptelas y/o abusos difícilmente sostenibles en el tiempo.

Además, estamos también ante un peligro público. Porque estos negocios basados en la violencia inmobiliaria sólo son viables gracias a la desesperación y precariedad de la población. Para que este modelo sea «exitoso» (para una minoría, claro) es preciso que exista una vulneración sistemática de derechos urbanísticos, habitacionales, sociales y laborales para la inmensa mayoría. Cabe preguntarse si el éxito conseguido en esas condiciones es síntoma de capacidad empresarial o de mero carroñerismo. Como cabe preguntarse si ese modelo de negocio es compatible con la democracia.

En cualquier caso, sería injusto reducir el foco a los «Marcos Brothers», cuyas prácticas no son originales ni nuevas. De hecho, hace tiempo que algunos particulares y empresas buitre, de forma más subrepticia y hábil y ante la pasividad (o complicidad) del Ayuntamiento de Orihuela, llevan a cabo prácticas similares. Al viejo caciquismo inmobiliario, a la moderna especulación de las entidades financieras y al turbocapitalismo engominado y violento de fondos buitre, se suma ahora una nueva generación de aspirantes a rentistas pasados por el filtro de gimnasio de Instagram y los bulos criptoliberales. Nueva estética para un viejo problema.

Frente a ello, urge intervenir en, al menos, tres frentes. Es imprescindible proteger activamente el derecho a la vivienda para evitar que la especulación haga negocio de la desesperación (algo que ni PSOE ni PP-Vox están permitiendo desde los gobiernos que controlan). Asimismo, la Concejalía de Urbanismo debe dejar de ser cómplice de intereses contrarios al interés general. Segundo, es fundamental democratizar el mundo del trabajo y extender derechos que garanticen una vida digna. Los fraudes pseudoemprendedores no dejaran de ser una promesa atractiva si la alternativa son empleos basura y condiciones de vida precarias. Y, finalmente, debemos, desde todos los ámbitos, generar y reforzar modelos y referentes que, en lugar de fomentar una masculinidad frágil, hipertrófica y obsesionada con la especulación monetaria, promuevan formas más democráticas, sostenibles y justas de relacionarse con uno mismo y con los demás. De entender el significado de éxito. También de reivindicar y defender derechos individuales y colectivos que toda persona debería disfrutar.

El ser humano sólo triunfa cuando se hace cargo de su fragilidad e interdependencia; cuando comprende que el éxito personal sólo es justo cuando existen condiciones de vida dignas y sostenibles para los demás. Y todo eso pasa por, entre otras muchas cosas, lograr que el derecho a una vivienda digna dependa de poderes democráticos que protejan el interés general, no de peligrosos cócteles de pesas, proteínas y especulación.


Carlos Bernabé es docente y exconcejal de Cambiemos de Orihuela

Tracking Pixel Contents