Opinión | En la barra del Café Época

El gran apagón

Imagen del apagón acontecido el pasado lunes en Elche

Imagen del apagón acontecido el pasado lunes en Elche / Áxel Álvarez

Si creíamos que ya lo habíamos vivido todo, que ya era mucho lo soportado hasta la fecha para un cuerpo como el nuestro: la erupción del volcán de la Palma, el aumento desmedido de la inflación, la pandemia del coronavirus, la vuelta de los pantalones de campana, la guerra de Ucrania, el reggaetón y el perreo, ¡ñas coca!, el lunes nos quedamos sorpresivamente durante 24 horas sin suministro de luz eléctrica en todo el país, así como yo me quedé sin abuela.

Dicen hoy los medios de comunicación que el lunes, de forma repentina, en tan solo cinco segundos se produjo la pérdida súbita de 15 gigavatios, así como el que pierde las llaves, y esta fue la causa que produjo la caída del sistema de red eléctrica en todo el país durante casi veinticuatro horas, vamos como si eso fuera algo de lo más normal. Respecto a las causas que provocó este desastre, hay versiones de todo tipo, están los conspiranoicos como Juanjo Bro, un influencer de Cox que considera que se trata sin duda alguna de un hackeo al sistema, que se lo ha dicho su prima Juana que trabaja en un todo a cien; otros que consideran que de hackeo nada, el apagón se produjo porque el que estaba ayer al frente del sistema era Rompetechos y toco el botón que no debía, otro contratado por enchufismo por ser compañero de dominó del que recoge la poda de los árboles en La Moncloa, ya saben: la culpa de Pedro Sánchez; otros apuntan, los más avispados, en el sentido que se trataba de una amenaza real, previsible y avisada hace tiempo por los técnicos, aviso que como suele suceder, se lo pasaron por el arco de triunfo los responsables políticos. Vamos, que hay versiones para todos los gustos, pero lo cierto y verdad es que habían augurios muy claros que apuntaban que algo dramático iba a pasar, augurios como el lanzamiento al mercado de la nueva canción de Melodi, titulada El apagón o el estreno en televisión española del programa La familia de la Tele, el de Belén Esteban, María Patiño y la troupe de Sálvame, qué buen fario, tener no tiene, pues estaba anunciado con bombo y platillo su estreno el pasado lunes y se tuvo que suspender porque falleció el Papa Francisco, por lo que se retrasó su estreno a este lunes y entonces va y cae por completo la red eléctrica en todo el país por lo que han vuelto a retrasar otra vez su estreno para el próximo jueves, así que prepárense que el miércoles puede que se produzca una invasión extraterrestre.

Hoy salen en todas las tertulias unos señores que no conoce nadie y nadie ha oído hablar de ellos, hasta ahora, que parece ser que son especialista en energía eléctrica, en su almacenamiento y suministro y nos dicen tres cosas: una, que lo ocurrido el lunes era algo previsible, avisado y hasta cierto punto normal; dos, que nuestros técnicos e ingenieros son los mejores del mundo mundial ya que fueron capaces de restablecer el sistema en tan solo veinticuatro horas, cuando en Texas u Oklahoma en una situación similar se tardó una semana en restablecer el suministro, como si nos importara lo que hicieran en otros lugares, aquí nos dio la impresión con el paso del tiempo y la oscuridad que nos rodeaba que los encargados de apañar el desaguisado eran Pepe Gotera y Otilio; y tres, el sistema sufrió una perturbación extrema que provocó la caída del sistema, vamos como en la Guerra de las Galaxias. Ya sabemos quiénes son estos señores que han aparecido de la nada para hablar en las tertulias sobre el asunto, son jedis eléctricos que han sentido una gran perturbación en la fuerza, no espiritual, sino eléctrica.

Sobre estas opiniones, que seguro son ciertas, pues ellos son expertos, yo, como ciudadano de a pie y analfabeto en estos temas, tengo mi propia opinión: una, si era algo previsible lo del apagón, ¿por qué nadie hizo nada para evitarlo?; dos, hombre algo normal, normal, no es, yo nunca he vivido una situación igual en toda mi vida y he transitado por una época donde no habían móviles ni ordenadores ni internet ni sistemas operativos intercomunicados ni nucleares ni renovables ni tecnología como ahora la hay, por lo que no me resigno a entender o considerar como normal lo ocurrido: perder el suministro eléctrico y la comunicación durante veinticuatro horas, vamos, que esto es tan normal como ir con chanclas y calcetines.

Porque no olvidemos que el corte de suministro eléctrico que hemos padecido no es algo inocuo, todo lo contrario, ha sido algo que ha afectado a la vida cotidiana de todos los ciudadanos, que se lo digan al chaval que se quedó varias horas encerrado en un ascensor con la bolsa de basura de varios días que iba a bajar al contenedor; el que se quedó parado en la cima de la montaña rusa; a los miles de ciudadanos atrapados en los trenes y en el metro, sin comida, sin bebida, reviviendo otra vez el trauma de su primer viaje en el tren de la bruja; a mis hijos que miraban llorosos y ansiosos sus móviles sin servicio y sin internet; a mí, un cafeinómano irredento sin poder tomar café, vamos que la tecnología fue sustituida por las velas y la radio a pilas, fue una vuelta a siglos pasados, sin pasar por la casilla de salida.

Si bien el lunes colapsó el sistema eléctrico y aquellos que se supone que tenían que haber evitado este fallo, la ciudadanía no falló, como siempre, se quitó el mono de la indiferencia y se revistió con sus mejores galas de servicio público: ciudadanos que se pusieron a dirigir el tráfico, policías y bomberos que no se cansaron de ayudar a gente atrapada en ascensores y a patrullar por calles oscuras; a enfermeras, médicos y personal sanitario que atendieron las urgencias; al personal de Iberdrola que devolvió el suministro eléctrico a los hogares; a las personas que se interesaron y ayudaron a sus vecinos ancianos o impedidos para que no se sintieran solos o desatendidos. El lunes reviví, revivimos, aquellos momentos de aislamiento que sentimos en la pandemia, aquella oscuridad, aquella soledad, aquel desconcierto e igual que hicimos en aquellos tenebrosos tiempos, el lunes a las 20 horas, desde mi balcón, aplaudí a toda la ciudadanía por los valores éticos y ciudadanos que una vez más hemos demostrado tener, y que hace de España y de los españoles una gran nación y una gran sociedad, de la que me siento muy orgulloso de pertenecer. Como dijo Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

Hoy cuando me he levantado, he comprobado que había vuelto el suministro eléctrico y lo primero que he hecho ha sido prepararme y tomarme un café, luego he puesto la televisión y piadosamente he escuchado lo que tenían que decir aquellos que se suponen que entienden de lo que ha pasado, incluso de aquellos que no entienden de ello y la conclusión que he llegado es que no valoramos suficientemente todo lo que tenemos y de lo que disfrutamos, a pesar que los acontecimientos se empecinan en demostrarnos que todo es eventual e imprevisible, por ello, tenemos la obligación de disfrutar de la vida, y por si acaso, voy a tomarme otro café por si vuelve a irse la luz.

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