Opinión | El mundo por de dentro

Turquía, el socio olvidado

Turquía, el socio olvidado.

Turquía, el socio olvidado.

Es y está en la encrucijada de Europa, Asia, Oriente Medio y, si me apuran, el norte de África. Geográficamente define la frontera de Europa y Asia delimitando con Rusia las dos caras del continente Euroasiático. El Imperio Otomano dominó una gran parte de Europa, Asia, Oriente Medio y el norte de África. Culturalmente, Turquía es nacionalista, árabe, islamista y sobre todo europea desde la gran transformación de Mustafá Kemal Ataturk. El gran líder de los Jóvenes Turcos que transformó el imperio y califato en una gran potencia republicana, laica y europeísta.

Venerado todavía hoy, tras casi un siglo, por el pueblo turco.

Turquía ha sido un candidato a entrar en la Unión Europea desde 1999, pero su proceso de adhesión lleva paralizado desde 2018. El proceso comenzó con la firma del Acuerdo de Ankara en 1963, que fijó los objetivos para establecer una Unión Aduanera. En 1987 Turquía solicitó adherirse a la entonces Comunidad Económica Europea. Es miembro de la Unión Aduanera desde 1995 y en 1999 obtuvo la condición de país candidato a la adhesión. Para cumplir con los criterios de adhesión, Turquía abolió la pena de muerte en 2004, penalizó la tortura policial y retiró una propuesta de penalización del adulterio. Dos años antes, el gobierno turco ya había legalizado la educación y las emisiones en medios de comunicación en lengua kurda.

Este mes se han producido unos hechos muy relevantes: en primer lugar la disolución del PKK tras un Congreso Extraordinario del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, una organización terrorista con miles de muertos a las espaldas que se integra en la lucha política democrática tras 40 años de guerrilla y un año de negociación con el gobierno turco. Segundo, el gobierno de Recep Tayyib Erdogan ha ordenado la detención de Ekrem Imamoglu, el alcalde de Estambul, miembro del Partido Republicano del Pueblo, fundado por Kemal Ataturk, de tendencia socialdemócrata y posible candidato en 2028 frente a Erdogan. Tercero, esta semana la Eurocámara ha respaldado la decisión de la Comisión de “no reanudar el proceso de adhesión de Turquía a la Unión Europea en las circunstancias actuales y más tras la detención del alcalde de Estambul, de la represión, y violaciones de los derechos humanos” en palabras del eurodiputado Ignacio Sánchez Amor, ponente del informe encargado por el Parlamento Europeo, que fue aprobado por unanimidad. Tanto el eurodiputado español, como la comisaria de Ampliación han subrayado, a pesar de todo, la necesidad de impulsar la cooperación, apoyar a una sociedad civil muy dinámica y mantener viva la esperanza de la integración en la Unión.

Las negociaciones de adhesión fueron suspendidas en 2007 por la influencia de Francia (Sarkozy) y Grecia mientras Chipre estuviera dividida en las zonas griega y turca. Después del intento militar de golpe de Estado en 2016 contra Erdogan supuso un frenazo a la equiparación democrática de Turquía y una creciente islamización del partido de Erdogan. Se atribuía el golpe militar a la influencia de potencias occidentales especialmente Estados Unidos que respaldaba al supuesto inspirador Felthullá Gülen. Erdogan se volvió más extremista, y más centrado en consolidar su poder y reprimir los derechos democráticos; sin embargo, los dos gobernadores de Chipre aceptaron la unificación; el presidente turco negoció, y ha pactado con el PKK; ha colaborado con la Unión Europea limitando la inmigración, ha sido clave en la estabilización de los Balcanes y su influencia es fundamental en el Medio Oriente y África donde tiene un notable liderazgo en el mundo islámico.

A pesar de los gestos contradictorios de Erdogan, la Unión Europea tiene “la necesidad de impulsar la cooperación con Ankara” (Marta Cost comisaria de la Ampliación). La influencia de Turquía con sus 80 millones de habitantes, el segundo ejército más extenso de la OTAN, potente economía, su influencia estratégica, serían claves para la ampliación y autonomía de la Unión Europea, pero despiertan los recelos de Francia, Austria-Hungría y el veto de Grecia mientras no se cierre definitivamente la unidad de Chipre. Si se consiguiera el ingreso y la integración de Turquía, la Unión reforzaría su papel internacional y alimentaría el ingreso del resto de candidatos (Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte, Moldavia, incluso de Ucrania) pasando de la Europa de los Veintisiete a la Unión Europea de 35 miembros. Turquía es la pieza clave en el cruce de caminos en el continente euroasiático y una pieza fundamental en la autonomía estratégica de toda la Unión Europea. Merece la pena mantener la mano tendida a Turquía e incentivar a Erdogan a recuperar sus impulsos democratizadores.

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