Opinión | El ojo crítico
Gironella en Villajoyosa

Villajoyosa en una imagen de archivo de los años 70.
Fue José María Gironella (1917-2003) uno de esos escritores que conocieron el éxito de crítica y de ventas durante el franquismo pero que con la llegada de la democracia desaparecieron casi de un plumazo de las librerías y después de la memoria de los españoles. Algunos tuvieron calidad, como fue el caso de los poetas Luis Rosales o Leopoldo María Panero, pero la gran mayoría no fueron más que corifeos del franquismo, como fue el caso de Vizcaíno Casas, que cayeron en el olvido mediático, tras el fin de la dictadura, con la muerte del dictador. Algunos de ellos lograron mantenerse a duras penas en periódicos y revistas semanales de extrema derecha criticando con rencor la democracia y a los partidos políticos de izquierda, siendo el más rencoroso de todos Jaime Campmany, pero, como digo, de la gran mayoría no se volvió a saber nada y sus libros han desaparecido casi en su totalidad.
El caso de Gironella fue excepcional. Vendió millones de ejemplares de su conocida trilogía sobre la Guerra Civil española, cuya primera parte tituló Los cipreses creen en Dios (Planeta, 1953) y recibió los premios literarios más importantes de la época. Su presencia en los periódicos y revistas fue continuo y en la propia televisión a partir de los años 60. También escribió libros de viaje que tuvieron un éxito descomunal. Y sin embargo, con la llegada de la democracia, su editorial de toda la vida, Planeta, que gracias a las ventas de Gironella fundó su imperio editorial, dejó de publicarle con lógico disgusto del escritor.
Como titulo estas líneas, José María Gironella estuvo en Villajoyosa, población cercana a Alicante, en 1959 por espacio de varios meses acompañado por su esposa. Estaba escribiendo la segunda parte de su trilogía, Un millón de muertos (1961), y pensó que en esta pequeña población de pescadores con un muy rudimentario y escaso tejido empresarial encontraría el sosiego necesario para terminar su obra. Nada más lejos de sus deseos. Debió coincidir su llegada con la celebración de las conocidas fiestas de Moros y Cristianos de Villajoyosa que ya en aquella época involucraban a buena parte de la población no sólo en su preparación sino, sobre todo, y ahí vino el problema, en su celebración diurna y nocturna. Los ruidos eran continuos y podía escucharlos desde su casa, cercana a la playa. Se quejó de ello al ayuntamiento y a otras autoridades y, lo que es peor, concedió una entrevista a la revista Moros y Cristianos que, aunque de escasa tirada, se distribuía entre las diversas compañías que pertenecían a uno y otro bando. En ella criticó a los vileros por su tendencia a gritar y a armar escándalos en la calle. En concreto, se refirió ellos como indolentes y faltos de espíritu social, así como al carácter y a la fisonomía de los vileros en una época, pleno franquismo, en que hacer gracietas sobre el físico de las personas era algo normal y habitual. Además, afirmó que había descubierto en su fisonomía rasgos árabes. En fin, poco menos que los llamó orangutanes. A raíz de estas declaraciones se montó, como suele decirse coloquialmente, “la de Dios es Cristo”. Grupos de jóvenes y no tan jóvenes se dedicaron durante varias semanas a pasear por delante de su casa dando voces y formando corrillos donde se gritaba mientras hablaban de cualquier cosa. También se daban palmas. La intención era impedir que el escritor lograse concentrarse y escribir.
Poco a poco las aguas se fueron calmando y gracias a la intermediación de hombres conocidos en el pueblo, Gironella y los vileros se reconciliaron y se pudo ver al escritor caminando por las calles charlando animadamente. También recibía en su casa a lugareños con los que formaba enriquecedoras tertulias dado el carácter cosmopolita y viajero de Gironella.
Pero como he dicho al principio el éxito de público y ventas de Gironella desaparecieron con la muerte del dictador. Sus libros dejaron de comprarse y su editorial, Planeta, le dio de lado. Dijo de él Miguel Delibes que aunque Gironella era un tenaz trabajador y lector, con honda preocupación ética, su carrera literaria se resintió por su falta de formación (no terminó el Bachillerato) y su limitación en el uso de los recursos expresivos en legua castellana por cuanto su lengua materna fue el catalán. Se dice que pasó los últimos años de su vida en una situación económica muy precaria lo cual no cuadra teniendo en cuenta los millones de libros que vendió.
A comienzo de este siglo residí varios años en Villajoyosa. Debí de leer en algún lado esta historia de Gironella así que un día comenté a una mujer que debía tener treinta años más que yo si conocía lo que pasó con un escritor que había estado en Villajoyosa. No me dejó terminar la frase. ¿Quién?, ¿el Gironella?, me preguntó sobresaltada. Calla, calla, no me lo recuerdes, que me pongo mala, afirmó. Habían pasado 45 años de la estancia de Gironella en Villajoyosa.
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