Opinión | El teleadicto

Invisibles

'Invisibles'.

'Invisibles'.

Versión española emitió Invisibles de Gracia Querejeta. Ya se sabe que con motivo del estreno en cartelera de una película el programa la arropa lanzando una del mismo director o directora para hacer ruido, como pedía el papa Francisco. Pero volver a ver Invisibles (una historia sencilla de tres mujeres que llegan al periodo de madurez, cuando dejan de contar para según qué cosas) fue un viaje duro, porque supuso un pasaporte al periodo de pandemia.

Invisibles fue la única española que se estrenó la semana en la que Pedro Sánchez declaró el estado de emergencia en la toda España. Fue la última película vista en una sala de cine antes de la pesadilla. Parece mentira que nos hayamos acostumbrado con tanta facilidad a saber que hace justo un lustro pasamos por todo lo que tuvimos que pasar. Lo de los cines, teatros y salas de espectáculos fue tan aterrador como todo lo demás.

Recuerdo que la gente tocaba las puertas y golpeaba las teclas para abrir o cerrar las puertas de los trenes con los nudillos de los dedos. La neurosis colectiva fue en aumento. La cosa no era para menos. En el supermercado de confianza pintaron con rayas verdes la distancia en la que los clientes debían realizar la cola. Cada comprador tenía un metro a su disposición, y al llegar a las inmediaciones del lugar todos nos colocábamos en fila india como si lo hubiésemos hecho toda la vida. A la ida o a la vuelta cualquier policía de paisano te podía preguntar a dónde ibas. Las calles solitarias, y el silencio sólo roto por el canto de los jilgueros o el sonido de una campanada furtiva, ponían los pelos de punta. Todo esto ocurrió a partir de la semana en que Gracia Querejeta estrenó Invisibles, en marzo de 2020.

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