Opinión | Esto no es un cuaderno

Balanceos y vaivenes

«Vivimos de nuestros deseos más que de nuestras obras». George Moore (1852-1933), escritor irlandés

Pablo Ruz y Aurora Rodil, en el balance que hicieron el viernes.

Pablo Ruz y Aurora Rodil, en el balance que hicieron el viernes. / INFORMACIÓN

Llegamos al ecuador de la legislatura y toca hacer balance. Tenemos el de los cien días, del primer año, de mitad de mandato, de la tercera parte y, finalmente, de la legislatura completa. No es que estos momentos precisos de la gestión municipal sean más adecuados que, por ejemplo, los 113 días, los quince o los 33 meses, pero es lo comúnmente aceptado para analizar lo que ha dado de sí hasta ese momento la acción de gobierno y lo que queda por hacer. Fieles a esta tradición, el alcalde ilicitano, Pablo Ruz, y su asociada gubernativa, Aurora Rodil, han dado su versión de lo mucho que ha trabajado el bipartito PP-Vox en estos dos años «de compañerismo y proactividad, de aciertos y sinsabores», y lo mucho que van a seguir laborando por el bien del pueblo y las pedanías en lo que les queda por delante.

En términos contables, como muy bien conoce el vicealcalde y responsable municipal de las pelas, Francisco Soler, el balance es una herramienta esencial en cualquier empresa, en este caso el Ayuntamiento, que como viene repitiendo el edil siempre que tiene ocasión, debe guiarse por criterios empresariales (al menos intentarlo). Para ello es necesario entender los tres conceptos fundamentales que lo conforman: activo, pasivo y patrimonio neto.

En la presentación del balance los coaligados pusieron de manifiesto (aunque faltó una pizarra para que se apreciaran mejor los conceptos) que en estos dos años los activos del bipartito se han puesto por las nubes, porque a actividad no les gana nadie (sobre todo al alcalde). Aunque, ojo, las cuentas no salen del todo. Ruz sostiene que más o menos ahora están ya al 70% del cumplimiento de los objetivos del desarrollo sostenible del programa de gobierno PP-Vox. Pero en el balance de 2024 resulta que Ruz apuntó que en ese primer año ya estaba en marcha el 80 % del Pacto de Valverde, mientras que Rodil había asegurado días antes que llevaban nada menos que el 90 %. Soler tendrá que echar mano de la calculadora científica y de las ecuaciones de segundo grado para ajustar porcentajes y determinar el activo con certeza, no vaya a caerle otro reparo de la intervención municipal.  

Y respecto al pasivo, el tándem gobernante se lo adjudica sin paliativos a los concejales de la oposición PSOE-Compromís, que ni de lejos se han ganado el sueldo, todo el día criticando sin aportar nada al bienestar de la ciudadanía ilicitana. Todo ello (con las correcciones porcentuales apuntadas) da como resultado que el patrimonio neto del gobierno PP-Vox esta que se sale del gráfico de la rentabilidad, y eso sin contar lo mucho que queda por hacer y que sin duda se hará, con déficit y plan de ajuste o con lo que sea. 

El alcalde asegura que el bipartito no ha parado en estos dos años, y aunque es posible que algunos proyectos pareciese que iban más lentos, es una ilusión óptica por lo rápido que han ido otros. Es lo que se llama movimiento aparente de los objetos, un fenómeno visual que puede generar confusión en nuestra percepción de la realidad: aunque un objeto esté estático podemos percibirlo como si se moviera debido a diferentes factores que influyen en nuestra interpretación visual, y sobre todo por las veces que se anuncia su inminente materialización. Ejemplos: la comisaría de la Policía Local en Carrús, el Mercado Central, el palacio de congresos, la Ronda Sur…

Y es que aunque los anuncios y reanuncios parece que le insuflan energía cinética a los proyectos, en realidad resulta que van más lentos (o directamente no van) de lo que debieran. Si la euforia es el sentimiento predominante en la acción de gobierno de Pablo Ruz hasta ahora, sin duda el segundo es la frustración. Pocas iniciativas de las que marcan época se han visto materializadas en lo que llevamos de mandato que no vinieran del anterior (intercambiador de autobuses, nuevo pabellón de l’Aljub, paseo de Germanías… incluso el bus a las pedanías y los nuevos carriles bici), circunstancia que no le quita mérito a que por fin hayan salido adelante. 

La celebración del segundo aniversario del bipartito local ha resultado un tanto agridulce por una nueva baja entre sus filas. El concejal de Vox Raúl Sempere eligió una reunión con sus convecinos de Torrellano para despedirse como responsable de pedanías y de la corporación. Razones personales y profesionales, lo habitual en estos casos. Rápidamente tanto sus compañeros de partido Samuel Ruiz y Rodil como el propio alcalde salieron para atajar posibles interpretaciones malintencionadas de este suceso: no se ha ido por problemas con los otros dos ediles de Vox ni por discrepancias en el seno del bipartito, que funciona como la seda de morera.

Un pleno extraordinario de dos minutos y medio certificó la renuncia y ya hay sustituto en el siguiente de la lista: Pedro José Sáez Sánchez, que tomará posesión de su cargo en el próximo pleno. Ruz ya ha anunciado que todo seguirá igual, que el nuevo edil asumirá las competencias del dimisionario. El equipo que funciona no se toca, vino a decir el alcalde, utilizando una sentencia futbolística muy bien traída tras el apoteósico regreso del Elche a Primera (¿una calle para Eder Sarabia?).

Sin embargo, pese a la rapidez y apariencia de normalidad que se ha querido imprimir a esta dimisión desde el equipo de gobierno, la oposición ha hecho sus cuentas y ha llegado a la conclusión de que es el tercer miembro del bipartito PP-Vox que ha dicho adiós en estos dos años. O es que el alcalde les hace trabajar mucho (que lo hace), o es que se han dado cuenta de que la política local no es lo que creían (que no lo era), o es que hay sus más y sus menos internamente (que no es descartable, según la teoría de la probabilidad). O simplemente se han cansado. Porque esto cansa (y quema) mucho. Menos a Pablo Ruz, claro. Pero no todos tienen como misión en su vida convertirse en alcalde. Ni siquiera en concejal. 

La dimisión de Sempere no ha pasado a mayores, salvo porque, como insiste el portavoz socialista, Héctor Díez, ya llevan tres deserciones en el equipo, pese a que el alcalde repita una y otra vez que el bipartito es una piña. Sin embargo, no ha especificado si es del género Pinus pinea, que da piñones, o de la Ananas comosus, que da rodajas. Faltan datos. 

El empresario Tito Costa, una apuesta personal del alcalde, fue el primero en bajarse del barco cuando apenas había zarpado, en el primer pleno de la actual corporación, en julio de 2023. Adujo razones personales y profesionales, tal vez abrumado por la cantidad de competencias que su amigo Pablo le había endilgado: Desarrollo Local, Juventud, Hostelería, Comercio, Mercados, Mercadillos y Ocupación de Vía y Espacios Públicos. Como para no asustarse. 

El año pasado fue otro concejal muy cercano al alcalde quien dijo adiós. José Navarro tuvo que dejar el escaño por un asunto pasional con agravante eclesiástico para evitar males mayores a la coalición con Vox, cuya portavoz ya le había pedido a Ruz la cabeza del edil a la manera (simbólica, por supuesto) de Holofernes en desagravio y expiación. Así fue; más tarde que pronto, pero fue. 

Y ahora lo de Sempere, que para alivio de Ruz, no es de los suyos. Esta es la segunda renuncia de un edil de Vox en su corto trayecto municipal. En la anterior legislatura dimitió su portavoz, Amparo Cerdá, como consecuencia de luchas internas que derivaron en un agrio enfrentamiento y no pocas maniobras oscuras, una de cuyas derivadas ha llevado al actual edil Samuel Ruiz ante el juez.

Pero con este sofocante calor la ciudadanía está ya pensando en la playa y en las vacaciones, y no repara mucho en balances de gobierno o si hay cambio de concejales. Está más preocupada en no coger una insolación. Y ahora que la solanera aprieta de lo lindo resulta que ya no hay tantas críticas a los toldos del alcalde en las calles y muchos de los denostadores se pasean ahora fresquitos (dentro de lo posible) como auténticos flâneurs, por el mismo centro de la Corredora en pleno mediodía sin inmutarse. Ni, lo que es peor, reconocer lo infundado de sus diatribas anteriores. Incluso alguno de ellos pide ahora más toldos. Que se note el año jubilar.  

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