Opinión | La Riá

Museo del terremoto y de hace 20 años

Almoradí, «Museo del Terremoto», 4 junio 2025.

Almoradí, «Museo del Terremoto», 4 junio 2025. / INFORMACIÓN

Hace un par de semanas los Cronistas Oficiales de la Vega Baja recibíamos una invitación por parte de la alcaldesa de Almoradí, María Gómez García, para visitar el «Museo del Terremoto» antes de su inauguración. Así, el día 4 de este mes de junio, acudíamos Pascual Segura Torá de Bigastro, Miguel Martínez Aparicio de Callosa, Patricio Marín Aniorte de Cox, Pep Beltrán Solsona de Granja de Rocamora, Antonio Mula Franco de Rafal, Francisco Sala Aniorte de Torrevieja, y quien suscribe, teniendo como anfitriones a los concejales José Antonio Latorre Coves y José María Pertusa Mazón, respectivamente de Turismo y Fiestas.

Fue un buen momento para volver a encontrarnos y a la vez disfrutar del espacio museístico acogido en una casa construida en 1829 y diseñada por el ingeniero José Agustín de Larramendi, tras el fatídico terremoto que asoló a la Vega Baja el 21 de marzo de dicho año. Efectivamente, no nos defraudó la visita que cumple plenamente con el calificativo de «inmersiva» con el que se anuncia. Puesto que se nos hizo vivir como espectadores la realidad virtual de aquel aciago día, más bien diría funesto, de hace ciento noventa y seis años.

Allí, atentos, seguíamos las explicaciones de los personajes que nos iban narrando, poco a poco, todos los acontecimientos desde las seis y cuarto de la mañana de aquella nefasta fecha. Ellos nos iban acompañando en el recorrido por las distintas salas, en las que se rinde culto a personajes como el obispo de Orihuela Félix Herrero Valverde y al ya citado ingeniero Larramendi. Y, se nos retrotraía llevándonos en el tiempo a la vez que nos recordaba a los casi doscientos muertos y ciento cincuenta fallecidos. Así como, las 388 casas destruidas y las 69 dañadas por la furia de la naturaleza, y la empresa acometida para reconstruir a Almoradí y facilitar a los damnificados una vivienda digna que los acogiese, como la que sirve de marco a este Museo. Todo ello, lo pudimos vivir en esa visita que creemos que debemos aconsejar, pues con el «Museo del Terremoto», ha ganado no sólo Almoradí sino toda la Vega Baja que lo sufrió en sus propias carnes hace casi poco más de treinta y nueve lustros.

Como me suele ocurrir después de la visita a un museo o una exposición, cuando voy regresando a mi domicilio mi mente me hace retroceder y comparar lo que he visto o vivido en alguna situación anterior. En este caso, sólo me llegaron anécdotas sobre seísmos, pero sin que me produjeran mayores consecuencias. Recuerdo que hace años pasábamos el verano en un edificio de nueva construcción en La Mata, cuando mi recordado y admirado don Justo García Morales me visitaba, siempre me decía que aquel inmueble estaba próximo a la falla del terremoto de 1829. Yo, no sé si era cierto. Lo que si rememoro que por las noches entre sueños sentía o creía que la cama se movía. Cualquiera sabe si era así o no, aunque es verídico que nos encontramos en una zona sísmica que perennemente está trabajando. En otra ocasión, en el primer viaje que hice a México, concretamente a Cancún para un congreso internacional de cronistas, nos llevaron de excursión a Isla Mujeres en el Mar Caribe, a unos trece kilómetros de Cancún. Al regreso por la tarde, las aguas estaban en calma, hasta que de pronto sentimos una ola no de mucha altura que nos extrañó. No sabíamos qué había sucedido. Pero, al regresar a tierra, nos enteramos que a las 13,14 horas del 19 de septiembre de 2017, se había producido un sismo de 7,1 de magnitud que en Ciudad de México que causó 228 muertos. Al cabo del tiempo, pensé que aquella ola debió de ser producto de una réplica del sismo.

La última experiencia vivida ha sido el martes 29 de abril pasado en Ciudad de México, a las 11,30 horas, en la que fui uno más de los protagonistas en un simulacro de alerta sísmica de 8.1 de magnitud, primero que se efectuaba este año. En el hotel, en lugares visibles se avisó de dicho simulacro, y a dicha hora nos encontrábamos en la calle Madero, peatonal y comercial y una de las arterias principales de dicha ciudad. Como un reloj, las sirenas lo anunciaron y rápidamente cerraron los comercios, se desalojaron los edificios y la calle quedó completa de personas que permanecieron ordenadas hasta que se anunció el final de la citada alarma. Fue un ejemplo ciudadano en el que se hace gala de la cultura del simulacro. Por nuestra parte, al ser la primera vez que participábamos, hicimos lo que veíamos en los demás.

Pero, atrasemos el calendario y lleguemos al año 2005, en el que todo el mundo se sensibilizó con las consecuencias derivadas del terremoto de Cachemira al norte de Pakistán, que se llevó consigo más de 18.000 vidas humanas el 8 de octubre de dicho año. Y que afectó a la India y Afganistán incrementando esta cantidad hasta 86.000 fallecidos y 106.000 heridos. En Orihuela, la Cruz Roja, abría una suscripción para los damnificados del huracán Stan y el citado terremoto, siendo secundada por Manos Unidas. Por otro lado, la Honorífica Orden de San Antón en 2005 no efectuó nombramientos, suspendiéndose los actos a celebrar como solidaridad a los damnificados por «el tsunami» en Asia. Destinándose a los mismos el presupuesto previsto para cubrir el acto de investidura. Sin embargo, en aquel año no todo era solidaridad, pues también culturalmente se vivieron algunos momentos que pasamos a revivirlos.

En la asamblea general extraordinaria de la Asociación Amigos de Orihuela, celebrada el 18 de junio, se concedió el IV Premio Justo García Soriano a la Junta Mayor de Cofradías, Hermandades y Mayordomías de la Semana Santa de Orihuela. El premio fue recogido por Eduardo Ferrández Felices, presidente de dicha Junta, en un acto que se celebró el 30 de septiembre en la Capilla de Loreto. En el transcurso del mismo pronunció una conferencia el oriolano Manuel Ramón Vera Abadía, siendo fue cerrado por el concejal de Cultura, Manuel Hernández Terrés. Al concluir el mismo se entregó a los asistentes un facsímil de «La Imprenta en Orihuela», de la que son autores Justo García Soriano y su hijo Justo García Morales.

Por otro lado, entre los actos realizados por dicha Concejalía de Cultura debemos destacar, el 14 de junio, el homenaje póstumo al que fue Archivero Municipal Honorario Agustín Nieto Fernández, franciscano. Además del concejal de Cultura intervino el sobrino del homenajeado, José Nieto Antolinos, director del Museo de la Ciudad de Madrid y Cronista Oficial de Brea del Tajo, y el Cronista Oficial de Orihuela, que suscribe. Con tal ocasión se editó por dicha Concejalía, el facsímil de la obra del padre Agustín Nieto, ya agotada, «Santas Justa y Rufina en la Historia de Orihuela», con total de mil ejemplares. Con esta publicación se iniciaba una nueva línea de publicaciones de la citada Concejalía, junto con el primer número de los «Cuadernos de temas oriolanos», con el título: «La Gloriosa Enseña de ‘El Oriol’. Historia y estado actual», que fue presentado por el citado concejal y por Emilio Diz Ardid, director de la colección, el 23 de junio en la Sala de «El Oriol».

Por último, la pintora oriolana Amalia Navarro Jara era seleccionada este último mes, dentro de los 22 finalistas, entre más de 350 pinturas de todo el mundo, en el Concurso Internacional Artes Plásticas 2005, patrocinado por la Diputación Provincial de Alicante.

Empezamos con cultura visitando el «Museo del Terremoto de Almoradí» y hemos tratado sobre sismos, se ha hecho referencia a homenajes y publicaciones de libros y concluimos con pintura en aquel mes de junio de 2005. Prefiero todo lo último antes que un «tsunami».

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