Opinión

Cuando el partido deja de ser casa

Liderazgo del PSOE en El Campello.

Rafa Arjones

Después de más de 30 años de militancia activa en el PSPV-PSOE, me he visto obligado a tomar una decisión que jamás imaginé: abandonar el grupo municipal socialista en El Campello y pasar al grupo de no adscritos.

No ha sido una decisión fácil, ni mucho menos agradable. Pero cuando un partido deja de ser casa y empieza a parecerse a una maquinaria desalmada, una máquina industrial más, uno debe elegir entre callar o defender su dignidad. Yo he elegido lo segundo.

He sido socialista desde que tengo uso de razón política. He creído —y sigo creyendo— en los valores que nos definen: justicia social, igualdad, progreso, servicio público. Y he intentado vivirlos, no solo predicarlos.

En estos años he encabezado listas cuando nadie quería hacerlo, he defendido nuestro proyecto cuando otros se escondían y he dado un paso atrás cuando creí que era el momento de renovar y ceder el testigo. Cometí errores, por supuesto, pero siempre desde la lealtad al partido y, sobre todo, a los vecinos y vecinas de El Campello.

Mi salida no obedece a una discrepancia puntual ni a un gesto de despecho. Obedece a una acumulación de silencios, desprecios y decisiones autoritarias. Desde hace más de un año no recibimos respuesta a nuestros escritos dirigidos al partido, a todos los niveles orgánicos.

Se impuso una gestora en El Campello sin consulta ni diálogo, sin dar explicaciones ni responder a las muchas preguntas que planteamos. Se nos ha excluido sistemáticamente de reuniones, se nos ha intentado imponer el voto y se nos ha hecho el vacío institucional. No por disentir en lo ideológico, sino por intentar hacer las cosas con criterio, con respeto y con memoria.

Lo más doloroso no ha sido el maltrato político, sino el personal. La falta de respeto, el intento constante de borrar a quien no se somete.

Sin embargo, aquí sigo. Porque uno no está en política para vivir cómodo, sino para servir. Y servir no siempre es obedecer, especialmente cuando la obediencia implica traicionar tus principios o humillarte a cambio de un cargo.

Recuerdo cuando, en 2019, tuve que rehacer una lista municipal en tres horas porque todos los miembros dimitieron en bloque. Lo hice por responsabilidad, no por ambición. Y lo volvería a hacer.

"Servir no siempre es obedecer, especialmente cuando implica traicionar tus principios o humillarte a cambio de un cargo"

En plena pandemia, renuncié a mi sueldo de portavoz para reincorporarme como sanitario en el Hospital de la Marina Baixa. No como gesto heroico, sino porque sentí que allí era más útil. Ninguna dirección me lo pidió. Tampoco nunca lo reconoció.

Durante estos años he conocido lo mejor y lo peor de la política; la política la hacemos las personas y cada persona tiene sus cualidades, sus formas e incluso sus conveniencias y eso, define su política.

Y he aprendido que, aunque duela, hay momentos en los que uno debe tomar distancia para no perderse. Por eso hoy doy este paso. Para seguir siendo yo mismo. Para poder mirar a los ojos a mi familia, a mis compañeros y a mis vecinos sin bajar la cabeza.

Mi compromiso con El Campello no termina aquí. Al contrario: ahora, libre de ataduras partidarias, podré seguir defendiendo aquello en lo que creo, con más honestidad si cabe. No necesito un carné para ser útil. Solo un espacio para actuar con coherencia.

Agradezco profundamente a quienes me han apoyado en estos meses difíciles. A los que me han llamado en privado, a los que me han animado a no rendirme, y a quienes, desde dentro del propio partido, han sentido vergüenza ajena por lo ocurrido. Me han dejado muy claro que no estoy solo. Y eso me basta para seguir.

A mi familia, gracias por soportar el desgaste que todo esto ha supuesto. Hoy, por fin, podré devolveros algo de la paz que os he robado.

Y a mi compañera de camino en este mandato, Lupe Vidal, gracias por tu entereza, por tu lealtad y por tu claridad de ideas; por estar siempre ahí, a plena disposición y poniendo todo por tu parte.

Seguiré trabajando. Seguiré escuchando. Y, sobre todo, seguiré creyendo. Porque un socialista no deja de serlo cuando deja unas siglas. Deja de serlo cuando deja de luchar. 

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