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Opinión | En la barra del Café Época

Churro, media manga, mangotero

Pablo Ruz y Carlos Mazón, este verano en una visita al MAHE, coincidiendo con su reapertura.

Pablo Ruz y Carlos Mazón, este verano en una visita al MAHE, coincidiendo con su reapertura. / Áxel Álvarez

«El que engaña encontrará siempre quien se deja engañar». El Príncipe, de Maquiavelo

El pasado lunes, día 3 de noviembre, festividad de Santa Silvia de Sicilia y San Martín de Porres, entre otros santos y beatos, mientras removía el azúcar moreno en mi primer café del día, ese que te devuelve la conciencia, la memoria y te da la vida misma, me dispuse como hago diariamente a informarme de los últimos acontecimientos acaecidos en las últimas horas viendo y escuchando la televisión y he de reconocer que me quedé fascinado, alucinado, y perplejo ante la comparecencia del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, retransmitida en directo en todos los canales, por medio de la cual informaba a la ciudadanía de que ya no tenía fuerzas para seguir al frente de la Generalitat. «¡Hijo de mi vida, qué lástima!», pensé, se ve que el pobre hombre tras el funeral de Estado celebrado la pasada semana y escuchar lo más grande que le han dicho a un político a su cara delante de su jefe y de todos sus compis de profesión, ha sufrido algún tipo de síndrome de fatiga crónica o de atrofia muscular, sobre todo en la cara, por lo que se le ha debido de quedar más dura y rígida de lo que acostumbra, y, por ello, se quiere ir por el foro. ¡Lógico y normal! ¡Que por nadie pase! Y, por ello, había que elegir a un sustituto, eso sí, tras contar de forma cariacontecida, victimista e inquietante una historia de ciencia ficción, parecida a la que describe Philip K. Dick en su libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, repleta de consideraciones y apreciaciones fragmentarias, personales y subjetivas, todas ellas muy considerables, si no fuera porque han sido desmentidas una tras otra en los autos dictados por la jueza de Instrucción de Catarroja, la que está investigando judicialmente que es lo que pasó el pasado día 29 de 2024 en la gestión de la dana que arrasó parte de la provincia de Valencia y causó 229 víctimas y miles de heridos.

Tras finalizar la comparecencia y también mi café, no me quedó claro si era churro, media manga o mangotero, pues el señor Mazón no pronunció la palabra dimitir, solo hizo alusión a la necesidad de buscarle un sustituto, ¡qué ya les vale!; no dijo en qué fecha iba a formalizar la dimisión, ¡qué ya, si eso, ya se andará!, y si lo hacía, si iba a renunciar al acta de diputado autonómico, y, con ello, perder el aforamiento judicial, ¡vamos anda, cansado puede que esté pero loco no!, simplemente dijo que ya no podía más y que se iba, que ya había aguantado bastante, ¡hombre ya!, que por una equivocación que cometió le ha caído la del pulpo, ¿es que los demás no se equivocan nunca?, y no por ello les han llamado «rata, cobarde y otras lindeces» y nada más y nada menos que delante del Rey, ¡vamos, que esto no esta pagao ni agradecido!, y ello, a pesar que la culpa de todo lo que sucedió la tuvo el Gobierno y Pedro Sánchez, el más malo de todos, más malo que Scar, el hermano de Mufasa, pero este con gafas de pasta y de las 229 víctimas mortales del siniestro solo le ha dedicado una frase, solo una, ¿para qué más?, habrá pensado él.

En esos momentos, me vino a la cabeza la imagen de Feijóo delante del televisor viendo la comparecencia de El Ventorro, diciéndose a sí mismo: «¡Olé, tú!» Mientras pensaba: «¡Coño! No sé si es churro, media manga o mangotero, ha dimitido, no lo ha hecho, se va hoy, mañana o esperará a que llegue un año que sea bisiesto, se ha pasado por el arco del triunfo lo que hablamos ayer, como hizo cuando pactó en una servilleta con Vox, va a convocar elecciones, va a elegir un sustituto, va a organizar una rifa. ¡Cuca, ven corriendo! Tráeme el Lexatil y un vaso de agua de la Virgen del Carmen y pongámosle dos velas a San Judas Tadeo, que es imposible entender lo que ha hecho mi pariente y dile a Miguel que llame a Catalá, a Mompó y a Llorca, para que calienten por la banda por si acaso les toca entrar, y a Santiago Abascal le invitáis a comer una paella, a encender una mascletá en Fallas o le ofrecéis el cargo de Fallero Mayor, lo que haga falta, pero con discreción, que luego todo se sabe y con tanto desconcierto aún perdemos la Comunidad Valenciana».

El señor Mazón es un artista político incomprendido, como lo fue William Blake o Cecilia Giménez, la responsable de la restauración del Ecce-Homo de Borja, un juglar, un trovador, un rapsoda de la gestión pública cuya máxima ha sido siempre «el espectáculo debe continuar» y vamos que lo ha conseguido, no conforme con sus múltiples cambios de versión, con sus verdades a medias o a cuartos, con sus manipulaciones, con sus opacidades, con su capacidad inacabable de confrontar y faltar al respeto a los familiares de las víctimas, ha sido capaz de poner de colofón a su trayectoria una comparecencia y decir que se va, pero se queda, que hay que buscarle un sustituto, pero sin decir ni cuándo ni quién, si se convocan elecciones anticipadas o solo un sorteo extraordinario de lotería familiar entre colegas con el beneplácito de Vox. Ha sido algo magnífico, inigualable y nunca visto, por ello, señor Mazón: «Tanta paz lleves como descanso dejas».

Tal ha sido el despropósito inusitado de la trayectoria política del señor Mazón, marcado por su no gestión de la dana, que su legado se ha convertido en términos políticos tan tóxico como lo puede ser la Amanita Phalloides o comerse dos huevos duros a las cuatro de la mañana, por lo que no se puede entender, con lo listo que es, como el alcalde de Elche se ha prestado a hacer de palmero o corista en la tragicomedia de la que es protagonista el señor Mazón. Resulta impactante y desconcertante ver al alcalde de Elche participar en la declaración institucional que se montó en el Palau por la mañana del día del aniversario de la dana, aplaudiendo entusiasmadamente la intervención del señor Mazón, que yo entiendo que la política tiene esos enredos, compromisos y adeudos, pero para eso están las excusas, los problemas de agenda, las bajas médicas, el quedarse encerrado en el ascensor, cualquier motivo era bueno para no ir, porque, a la vista de lo que ha sucedido y lo que probablemente vendrá, no se puede torear en una plaza peor, aunque uno se crea que es mejor que El Cordobés o que Curro Romero.

Alguien le debería haber dicho a don Pablo: «¡Qué te pierdes!». Que esa foto es un recordatorio permanente de su complacencia, apoyo y fidelidad a todo lo que el señor Mazón representa y que hoy por hoy no es políticamente nada bueno, ni edificante. Por eso, una huida a tiempo hubiera sido una victoria, cosa que no ha ocurrido, anteponiéndose y prevaleciendo la corporatividad partidista y el rendibú al jefe, aunque esto confronte con la lógica de los hechos y la neutralidad institucional, pero me barrunto que empiezan a aparecer en el señor alcalde los primeros síntomas del síndrome de Hubris, un trastorno caracterizado por un ego desmedido, desprecio por la opinión de los demás y una creencia exagerada de superioridad, que suelen padecer de forma habitual algunos alcaldes u otros cargos públicos cuando llevan un tiempo ejerciendo el poder público, lo cual no es que se diga muy bueno para su salud política, pues no hay que olvidar que torres más altas han caído y aún se preguntan cómo ha sido y que el cementerio está lleno de imprescindibles.

Churro, media manga, mangotero, ¿qué será?

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