Se cumplen dos años desde que empezó la pandemia y que cambió por completo el estilo de vida de todo el planeta, un virus que mató a miles de personas y que arruinó a muchos negocios por el estado de alarma.

Ahora que parecía que ya habíamos vuelto a una cierta normalidad, dónde se planeaban volver a gimnasios, a restaurantes, a planear vacaciones en extranjero…, nos sorprende una invasión de Putin a Ucrania, involucrándonos a todos los europeos, pues está claro que hay que ayudar a los refugiados que lo han perdido todo, soy la primera que he llevado ropa de abrigo y medicinas a la parroquia, que tengo dos apadrinamientos de niños en la India, que he hecho cinco años de voluntariado en adopciones internacionales, o dos años de voluntaria en residencia la Florida, pero lo que no podemos digerir es que el Gobierno adopte medidas urgentes para todos los ucranianos que lleguen a España, otorgándoles las viviendas sociales, trabajos o ayudas de 400 euros y servicios sociales preferentes respecto a nuestros compatriotas, que llevan meses esperando su turno para acceder a una vivienda social, ya que tenemos muchas familias en el umbral de la pobreza, que perdieron el trabajo con la pandemia y no han podido recuperarlo y por tanto se han visto en la calle por no poder hacer frente al alquiler o hipoteca y están viviendo de la caridad de las ONG que recogen alimentos de todos nosotros y para postres desde el verano la luz subió vergonzosamente.

Y, ahora los combustibles llegan a máximos insoportables, que obligan a empresas y transportistas hacer huelga, ya que los gastos superar a los beneficios y mientras el Gobierno en vez de adoptar medidas urgentes para nuestros compatriotas que se están desangrando lentamente, pasan los refugiados por delante para acceder a dichas ayudas; o todos tratados por la misma urgencia o se producirá una grave injusticia.