Conocí a Adrián Espí como profesor mío de Historia del Arte cuando estudiaba la carrera de Filosofía y Letras en el CEU alicantino, recordando estos días cómo, pasadas las vacaciones navideñas, comenzaba a dejarse la barba, preludio de la próxima llegada de las fiestas de Moros y Cristianos de su Alcoy natal y existencial, donde desfilaba en su filà Navarros de toda la vida en la que ejerció la capitanía y en la actualidad era el más veterano de la misma con 81 años. Desde entonces nos fue uniendo una amistad cimentada en el amor por los grandes pintores alcoyanos que él tan bien conocía y explicaba, caso de Cabrera Cantó, Antonio Gisbert, Lorenzo Casanova, Plácido Francés y Emilio Sala, así como en la defensa de los valores valencianistas. Con el transcurrir de los años, habiendo sido él en dos ocasiones director del Instituto Alicantino de Cultura que tiene el nombre de otro alcoyano insigne, Juan Gil-Albert, me cupo el honor de sustituirlo en el año 2003, siendo por entonces diputado de Cultura el también alcoyano Miguel Valor, vecinos ambos del Raval Roig. En vísperas navideñas no me ha faltado nunca la felicitación personal de Adrián Espí que me mandaba desde su vivienda de la calle Alzamora 41, acompañada de unos versos suyos impresos en el tarjetón y frases entrañables manuscritas. Amante de su comarca, recuerdo cómo hablaba de sus veraneos en la pensión Mariola de Agres, pero sobre todo de Alcoy y sus Moros y Cristianos, habiendo sido cronista de la Asociación Sant Jordi y echando en falta los festejos taurinos que se celebraban en la plaza de toros que sería clausurada cuando él apenas contaba con diez años. Muy buen aficionado de la fiesta nacional, llegó a presidir el Club Taurino de Alcoy.

Charlaba largamente con él cada vez que coincidíamos en eventos, lo animaba a aprender las nociones básicas de informática que tanto lo iban a ayudar en sus publicaciones, pues era de los que todavía empleaba la máquina de escribir y el typex; pero lo que verdaderamente me impactó es que el 5 de abril, ocho días antes de morir, me mandó un whatsapp indicándome que se encontraba delicado de salud y que de momento no me podía ayudar en el favor que le pedía, si poseía datos sobre el colegio que los Maristas tuvieron en Alcoy entre 1904 y 1936 que me solicitó un antiguo director y profesor mío que está redactando una exhaustiva obra sobre esta congregación religiosa. Por todo ello, ahora, al llegar San Jorge no puedo dejar de pensar en ese gran alcoyano que amó con denuedo a su tierra y que además dejó un legado literario y artístico imborrable.