No podemos esperar nada mejor en una guerra: escenas de destrucción, muerte, tétricas, desoladoras y, sobre todo, dramáticas, donde todos sufren menos Putin que no lucha, pues manda a morir sus reemplazos, a esa soldadesca que le importa bien poco, y donde hemos visto por televisión, pues es una guerra televisada, comentada al detalle, a los soldados rusos muertos e identificados por Ucrania para devolverlos a Rusia, y ya veremos si Putin se hace cargo para devolverlos a sus familias, o se deshace de ellos. Vemos como esos otros soldados ucranianos que se han rendido, tras ser cacheados a fondo, han pasado de ser combatientes a ser prisioneros de guerra, aunque Putin afirme que aquel mar de muerte, sufrimiento y destrucción de un próspero país, no es una guerra, si no una intervención.

Lo cruento de esta barbarie rusa, en su campaña de desinformación y negación de la guerra en Ucrania, añade cada día mayor locura y desesperanza, si cabe, con manifestaciones de su Duma (Parlamento), donde niega incluso el intercambio de prisioneros del Batallón Azov ucraniano, considerándoles terroristas. ¿Llegaremos a ver ejecuciones o condenas sumarísimas de estos soldados por defender a su país? ¿Es lícito que en esta guerra se rinda por parte rusa al enemigo matándolos de hambre y sed? ¿Cuántos de estos soldados ucranianos morirán como consecuencia de esas graves heridas que no fueron atendidas en algún paréntesis de la lucha? Dicen que el Batallón Azov está compuesto por neonazis, y el nazismo no me gusta nada, pero han sido primera línea de combate frente a los rusos en defensa de Ucrania, y eso ha granjeado muchas simpatías de cuantos odiamos la barbarie o el nazismo. Cuidado, la vida brama y no se puede matar o condenar a los soldados prisioneros de esta guerra.