Se lamentaba Joaquín Sabina amargamente en una emisora de radio y con razón, porque alguien al parecer le acaba de robar el mes de abril, ¡que ahí es nada!, y a mí me dio por pensar que en Europa nos ha pasado tres cuartos de lo mismo.

Empezábamos a orillar los estragos de las crisis inmobiliaria y financiera, habíamos embridado al COVID (o eso pensábamos), el futuro nos empezaba a sonreír y resulta que llega el último acomplejado de turno y de un zarpazo nos devuelve a un escenario más propio de la Edad Media, con sitios, matanzas, hambre y devastación.

Se dijo que el sátrapa había errado en sus cálculos y su paseo dominical se le había convertido en un prolongado calvario, pero el problema es que para nosotros también. De poco nos valió descubrir la chatarra que formaba gran parte de su ejército o  la falta de moral en todos los sentidos de su soldadesca. Lo verdad es que, a pesar de todas las sanciones del mundo, el final dista de estar a la vuelta de la esquina y veremos quién aguanta más  porque como se sabe, “cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana” y en democracia se tiene la funesta manía de convocar elecciones cada cierto tiempo. Los que hoy plantan cara a Putin (y con razón) pueden acabar pagando el pato mañana por el vicio de los ciudadanos de hacer pagar a los gobernantes sus sufrimientos.

Eso es precisamente en lo que confía el tirano ruso, que superó hace tiempo la debilidad por las votaciones y cuenta con que el más fiel de los generales rusos, el invierno, remate la faena.

Y salvando las distancias, lo mismo parece sucederle a Carlos Mazón, según se desprende de la entrevista publicada el pasado domingo en INFORMACIÓN. No es mi intención comparar al presidente de la Diputación con un tiranozuelo medieval, ni mucho menos; a lo sumo con un trovador parlanchín, por lo de su faceta musical. Me refiero a sus esperanzas de que el desgaste del Botànic, las circunstancias adversas y goles en propia puerta, le acaben extendiendo la alfombra al despacho presidencial, porque “ardo en deseos de gobernar” según confiesa,

Y no había acabado de digerir las palabras de líder popular cuando me vino a la cabeza otra canción del artista madrileño, “Lo niego todo”, porque eso es precisamente lo que hace Mazón de principio a fin. Uno diría que para él el Tsunami de corrupción que devastó a la Comunidad es poco menos que una Fakenews y él no había nacido.

Empieza por definirse como “más liberal que la media del PP”, que es no decir nada, ¿cuál es el corte que tienen? Se reivindica como Zaplanista, para echarse a temblar y cuando se le pregunta si se tendría que pedir perdón por la corrupción, contesta, tomen asiento, “Hay mucha gente a la que se acusó impune e injustamente”. Dicho de otro modo, les tenemos que pedir perdón nosotros.

Si es por la Sanidad pública por la que se interesa el periodista, intenta salirse por la tangente con eso del “análisis serio y objetivo”, para enseñar acto seguido la patita y reivindicar el modelo Alzira, por lo de la cuestión de la eficiencia en la gestión. Lo de las millonadas de sobrecostes en resonancias magnéticas, la detención del sobrino de Rafael Blasco por sus trapacerías en la gerencia de La Fe o el misterioso incendio en el Hospital Marina Baixa donde desaparecieron facturas y contratos, imagino lo ve como ejemplo de eficacia.

El colmo del cinismo es cuando se queja del retraso en los pagos de la renta de inclusión cuando la de ellos era un mal chiste o cuando critican la sanidad después de sus copagos farmacéuticos y el desahucio a los enfermos de hepatitis a quienes se les negó medicación.

La pregunta es, si no reconoce los pecados, no lleva a cabo acto de contrición y ni tampoco asoma  un mínimo propósito de la enmienda, sino todo lo contrario, ¿se le debería otorgar el perdón (léase voto)?

Es cierto que como escribe Juan R. Gil, “las penurias de la recesión no las pagará Mazón”, pero la hipoteca del PP está lejos de amortizarse y él le guste o no, figura como avalista.

Por eso haría bien  el Botànic en abandonar “el argumentario de la derrota” (J. R. Gil), recuperar los ideales, “el cau de la sirena” que decía  Llach en Abril del 74, y arremangarse, “perquè encara hi ha combat” y en todo caso, si hay que caer, que sea ganándose el sueldo porque vienen curvas y ya sabemos quién paga el pato con el PP al volante.