A pesar del intenso calor, un escalofrío ha recorrido todo mi cuerpo al enterarme de tu fallecimiento. Ha sido una gran pérdida para el clero oriolano y para la Ciudad en general. Todos te echaremos de menos, en lo que a mí respecta, nuestra amistad venía de muy lejos. Allá por los años 50, siendo los dos unos adolescentes asistíamos al colegio Oratorio Festivo, tú en la clase dc don José María Belda, yo en la de don Francisco Soler, por diferencia de edad tú ibas tres cursos por delante de mí.

Ya entonces apuntabas maneras, se veía venir tu vocación. Ingresaste en el Seminario diocesano donde cursaste tus estudios eclesiásticos con gran brillantez y te ordenaste sacerdote. También realizaste estudios en Roma pues tu valía no podía quedarse en lo estrictamente local. En aquella etapa, me comentabas en nuestros encuentros que, “serviste de ´monaguillo´ del papa Juan XXIII”. Eso lo tenías, con razón, a gala.

El Cabildo catedralicio, reconociendo tus méritos, pero sobre todo tu bondad, te eligió Deán-presidente de esa importante Institución, siendo posteriormente reelegido por unanimidad.

El Papa Benedicto XVI, te otorgó el título de “Prelado de Honor de su Santidad”, nombramiento que llevaste con humildad, a pesar de su importancia.

Igualmente fuiste nombrado Señor de San Antón, título que te convertía en Comaestre de esa prestigiosa Institución de Orihuela.

Como amigos, he de decir que tuvimos muchas conversaciones, por tu sencillez, me contabas algunas anécdotas muy personales, incluso chistes que me hacían reír, recuerdo que me dijiste que “la primera vez que comiste pollo ya eras sacerdote”. -Cosas de aquella época-.

Una vez te comenté que había mucha gente que no creía en Dios porque nadie lo había visto. Tu respuesta fue rotunda: “Nadie ha visto nunca el aire y sin embargo existe”.

¡En fin!, nos contábamos tantas cosas... Tus problemas con el sueño, tus comidas con arroz integral,

cómo alimentabas a las palomas en tus tempranas mañanas cuando ibas por la calle de San Agustín hacia Jesús María (...)

También fuiste mi profesor en el teologado de Alicante en la asignatura de Moral cuando cursé los estudios para el título de profesor de religión. Esas clases magistrales que nos dabas, eran de gran utilidad para todos los alumnos que veíamos en ti unas cualidades extraordinarias como docente.

Estoy muy seguro, querido Ginés, que te encuentras gozando de la presencia de Dios. No puede ser de otra manera, las personas como tú van derechas al cielo.

Mis condolencias a familiares, al Cabildo Catedral, al Clero diocesano, a amigos y, en general, a toda Orihuela. Descanse en paz Monseñor D. Ginés Ródenas Murcia.