Si la memoria me es fiel, cosa que a mi edad no sorprendería nada lo contrario, allá por el mes de enero de 2021 y con motivo de una visita del Presidente de la Generalitat al puerto de la ciudad se nos informó por parte de las autoridades portuarias que en el mes de febrero de 2022 veríamos ya el primer barco cargando y descargando en la nueva nave para graneles. Luego vino el atasco en el Canal de Suez, problemas varios en el transporte internacional, etcétera, y se nos dijo de nuevo que la inauguración de la citada nave se postergaría a la primavera o verano. Finalmente fue en los primeros días de junio pasado cuando la Autoridad Portuaria anunció en este periódico que la ansiada puesta en servicio de esta infraestructura sería en un plazo no superior a un mes. Hice entonces acopio de paciencia y he esperado hasta hoy, 15 de julio, mes de plazo más que superado para acercarme al paseo volado y observar una montaña gigante de granel color rojizo, supongo que el famoso clinker, ocupando el muelle de siempre.

Quienes cursamos el bachillerato durante el nacional catolicismo imperante en la época recordamos lo que la moral católica nos decía respecto a la mentira y la gravedad de la misma en función de quién la profería y ante qué auditorio la pronunciaba. Pues bien, nada más lejos de mi intención que entrar en disquisición filosófica alguna sobre el concepto de mentira, oficiosa, piadosa, etcétera, así como de sus consecuencias. Simplemente diré que los administrados, de cuyos bolsillos salen los euros para pagar los buenos sueldos de quienes ocupan puestos de responsabilidad, lo que nunca se merecen es que estos les mientan de manera burda y reiterada. Y repito mi pregunta, espero que por última vez: señores del puerto, ¿cuándo van ustedes a poner en servicio de una vez por todas esa nave que evite la contaminación de la ciudad y los ciudadanos?