Soy madre de una hija que en junio contrajo el Covid, ella es asmática por tanto de alto riesgo, siempre evitaba los círculos cerrados por temor a contraer el virus, salvo en el trabajo que, desde el septiembre del pasado año, compartía despacho con siete compañeros. El sueldo no era muy boyante, comparado con los diez años que trabajó en Londres, pero en una visita que vino a España en marzo de 2020, se quedó atrapada y se gastó todos los ahorros y por tanto para pagar la hipoteca aceptó el puesto por 1200 euros con pagas incluidas, a los seis meses le hicieron fija y pensó que le subirían el sueldo, lejos de ello, lleva tres meses de baja por” Covid persistente”. La ingresaron doce días en el hospital, pues sus piernas se paralizaron, no podía andar, el cuerpo se le llenó de un sarpullido que no la deja vivir de dolor y escozor, la biopsia que le hicieron detectó la enfermedad de Grover, no es contagiosa pero no te deja vivir, las cefaleas constantes no le permiten dormir, tiene una fatiga constante que no la deja realizar sus tareas diarias, y a pesar de toda su incapacidad, sobre todo de andar, los jefes no la han dejado ni descansar un solo día, tiene que hacer teletrabajo, y ella acepta por miedo a perderlo. ¿Dónde está la dignidad de esos jefes y compañeros que le dieron la espalda? Sumida en una gran depresión no tiene apoyo de amigos sinceros, pues comprendo que todos tienen su vida, sus parejas, sus hijos y ella después de vivir diez años en Londres está desconectada, y dice que no le queda esperanza para seguir luchando, me parte el alma ya que se niega a hablar conmigo, nunca hemos tenido buena sintonía desde que su padre murió en un accidente de moto, pero como madre me siento impotente y desesperanzada al no dejar que le ayude. ¿Qué futuro le espera?