La semana pasada fue el debate del Estado de la Ciudad. Una cita que debería ser más importante, tener mayor transcendencia, de lo que ha sido. Pero ya se encargó de esconderlo el PP cerca del 9 d’Octubre y no consintió Barcala en hacer cambios en su formato para hacerlo más útil, vivo y participativo. A esto se le unió que ni el PP, ni el PSOE, estuvieron a la altura, por decirlo suavemente. Seguramente fue el peor debate de Barcala, donde se vio más claramente lo caducado y agotado que está su Alcaldía y su proyecto. Sin propuestas, sin relato y sin ilusión. Con desgana, con desidia y con indolencia. Todo esto contaminó un debate que no pasará a la historia, aunque es de justicia señalar que algunos intentamos que tuviese el nivel que requiere la ocasión.

En el debate, el bipartito se dedicó de una forma recurrente a dejar claro que no están parados, que hacen cosas. Y sí, es verdad, hacen cosas. Un ayuntamiento de una ciudad de casi 340 mil personas y cerca de 2500 trabajadoras y trabajadores, hace cosas. Muchas, obviamente. Pero esa no era la pregunta que debíamos resolver en el debate del Estado de la Ciudad.

Repetir proyectos, de forma tramposa, sin distinguir si se están haciendo, si están en marcha o están paralizados, no puede esconder la falta de proyecto de ciudad y la falta de voluntad e incapacidad de la derecha para transformar Alacant y avanzar en los grandes proyectos como el Corredor Litoral, el Anillo Verde, el Parque Central o el PGOU o resolver los líos de las grandes contratas. Barcala no fue capaz de indicar cuales son las prioridades de final de mandato, como va a amortiguar la crisis económica provocada por la inflación y los precios energéticos o cual es la estrategia ante los principales retos que tenemos para el futuro: la reducción del aumento de las desigualdades sociales que se expresa en una ciudad donde sus barrios van a diferentes velocidades; la transición ecológica que representa una urgencia de presente y futuro ante la cual hacen falta cambios radicales en la movilidad sostenible y la preparación de la ciudad frente la agudización de la crisis climática; así como la valoración crítica de la ciudadanía, por muchos informes que se saquen de la manga, ante servicios públicos como la limpieza y el mantenimiento urbano; o el muro que supone relacionarse con la administración municipal para pedir una cita en servicios sociales, empadronarse o pedir una licencia.

En el debate, el PP, intento dar datos. Pero obvió los datos capitales, y cuáles son las respuestas, ante la pérdida de posiciones de la ciudad en términos de renta por cápita, desempleo, aumento de desigualdades sociales, destrucción de comercios o carencia de zonas verdes por habitante…

Mención aparte fue el intolerable discurso fake, xenófobo y racista de la extrema derecha, que es intolerable en una institución democrática y nos debe alertar de la peligrosidad de un gobierno del PP con Vox por lo que significa de pérdida de democracia, negación de los derechos humanos y el cambio climático y oposición a la estrategia de alinear la ciudad con la Agenda 2030.

Por nuestra parte, desde Compromís planteamos que tenemos una ciudad congelada, a la espera de su proceso de modernización y sin aprovechar la boyante situación económica municipal, con más de 100 millones desaprovechados en los bancos, para ponernos al día como una ciudad del siglo XXI que protagonice los procesos de transformación que estamos viendo en otras ciudades de nuestro entorno. Y en este mundo globalizado e interconectado, quien no avanza, se queda atrás.

Desde Compromís planteamos pactos, pero quedaron en saco roto. Barcala no es amigo del diálogo y los pactos. Pactos para introducir una fiscalidad socialmente justa y responsable ambientalmente, para coordinar la estrategia de ciudad de ser foco de innovación, para reivindicar la Agenda del Tren ante el reiterado maltrato presupuestario de los gobiernos de Madrid del PSOE o del PP y para ejercer una posición de liderazgo en las reflexiones sobre como afrontar el reto de la crisis climática en el ámbito de las ciudades mediterráneas. Pero, nuestra oferta de pactos, volvió a no tener respuesta del PP.

Así mismo, Compromís puso encima de la mesa la desafección ciudadana causada por demasiados años de un modelo de gobierno del PP que excluye a la ciudadanía de la participación en los asuntos públicos y que ha provocado una brecha que ha influido en una pérdida de autoestima e identificación de parte de la ciudadanía con Alacant, lo cual se traduce, como explicó bien en un artículo Carlos Gómez, en una pérdida de valoración y cuidado de demasiadas alicantinas y alicantinos respecto del espacio público y del patrimonio arquitectónico y natural de Alacant. Un problema que necesita un compromiso de liderazgo político para integrar e identificar a la ciudadanía con el bien común y los retos urbanos colectivos. Y eso, ni con el PP de antes, ni con el PP de ahora, es posible.

En definitiva, quisimos plantear una mirada crítica al gobierno de la ciudad que ayudase a reflexionar donde estamos y plantear medidas para poder avanzar hacia una ciudad más inclusiva y sostenible. Pero no fue posible, y no será posible si no somos capaces de ilusionar a una mayoría social para ganar la ciudad. Sin cambio político progresista no cambiaremos Alacant.