¿Quién lo duda? Isabel Díaz Ayuso, la lideresa del PP en la sombra, es un alma vacía, agazapada hasta poder conseguir liderar el PP nacional. Es algo así como ese sereno y oscuro mar presto a enardecerse en cualquier momento para irrumpir en furioso oleaje contra de izquierda política o frente a sus líderes correligionarios de partido. En su incansable deseo por ser protagonista, saca su mantra destructivo contra el Gobierno de España centrado en su presidente, con lo cual su desaforado lenguaje verbal no tiene límite alguno de prudencia. Dice que Sánchez quiere tener a la oposición en la cárcel, y por el momento nadie en el PP le contradice su exceso verbal. Ya está bien de Ayusadas.

Ayuso afirma que Sánchez se ha convertido en el Le Pen de la izquierda europea, y no pasa nada, vamos, que dice que, para perpetuarse en el poder, Sánchez quiere tener a la oposición en la cárcel, como en Nicaragua. También afirma tener buena comunicación con Feijóo, pero a diario ella lanza por su boquita lo que le viene a bien, y en su PP no hay nadie que le cuestione, ni siquiera que le tosa. Ayuso está nerviosa porque quiere conseguir en las próximas elecciones otra mayoría absoluta, a poder ser mayor aun, que la del PP en Andalucía. Ella siempre por delante, por arriba de sus compañeros de partido.

Frente a esto, el PSOE le demanda que se ponga a trabajar por los madrileños y que se deje de Ayusadas. Mientras hablamos de estas brutales manifestaciones de Ayuso, no hablamos de sus problemas serios en la Sanidad madrileña. Echa leña a la hoguera de sus seguidores más fanáticos, como Trump, y cree que con ello se deja de hablar de los importantes problemas que arrastra su gestión. Señores del PP, desautoricen a Ayuso, párenle los pies o su locuacidad de locura no tendrá fin.