Frente a un hombre como Putin con temple de tímpano de hielo, y pensamientos tumultuosos con ansias anexionistas, cada vez más, esa tropa enrolada por la fuerza, rusos de condición humilde que sienten inquietud por su vida, se arriesgan a perderla utilizando la fuerza de su imaginación. Dirigen sus pensamientos al objetivo de dejar atrás una guerra que ni sienten ni han pedido entrar en ella, convirtiéndose en desertores, donde más de 200 llegan a España buscando protección internacional. Entran por carretera, o a través del aeropuerto madrileño, aumentando el número de peticiones de asilo. Estas personas abandonan su país y demandan protección internacional: Alegan temor al reclutamiento o deserción.

Alegan objeción de conciencia, no quieren bajo ningún, concepto ser reclutadas. Algunos forman parte del colectivo LGTBI u opositores políticos, todos represaliados. Otros son soldados que desertaron del frente de batalla y están ávidos por declarar en un tribunal internacional sus experiencias en Ucrania. No tengo nada que ocultar, esta es una guerra criminal que comenzó Rusia. Quiero hacer todo lo posible para que se detenga. Esta llegada de personas que huyen de Rusia se produce cada día repartidas por otros países. Esperemos, que el Gobierno español sea sensible con estos desertores. Y quién sabe, pero desde cualquier punto de vista que se mire, desde su óptica humana y personal, mejor desertar que morir, pues más pronto que tarde, retornará esa mañana esplendorosa donde las noticias correrán como la pólvora dando impulso al mensaje de que, se ha terminado la guerra. ¿Se producirá en primavera cuando ya no se manifiesten esos matutinos y cristalinos silencios del invierno? Mientras, se siente, se palpa el miedo de la guerra y a la guerra.