Aunque la precariedad se vista de seda, precariedad se queda
Resulta indignante que sean vendidos como conceptos atractivos, o incluso simpáticos, pues no hacen sino enmascarar una cruda realidad
Martina Cabrero de Diego
Llevamos ya algunos años escuchando términos como nesting (no salir de casa en todo el fin de semana), trabacaciones (compaginar el trabajo con las vacaciones) o job hopping (cambiar con relativa frecuencia de trabajo). Más recientemente, se han añadido otros como coduching (ducharse en pareja para ahorrar agua), job sharing (compartir sueldo y puesto de trabajo) o friganismo (coger comida de la basura).
Resulta indignante que sean vendidos como conceptos atractivos, o incluso simpáticos, pues no hacen sino enmascarar una cruda realidad. La mayoría de ellos están etiquetados en inglés, que obviamente suena mucho más moderno y, por ende, mejor.
Veamos un ejemplo, el coliving se vende como una alternativa de acceso a la vivienda, un fenómeno residencial, un concepto de vida. ¿Cómo va a señalar la precariedad un término proveniente del mismísimo Silicon Valley? La otra cara de la moneda del coliving es esta: la media de edad de emancipación de los jóvenes está entre los 28 y 30 años. Además, en el último año el precio del alquiler en España ha subido un 5,6%.
La problemática esencial de esta terminología radica en su clara tendencia a poner el foco sobre el individuo y su experiencia, desviando la responsabilidad y atención del origen de esa situación. No busca responsables, porqués, ni causas. Debemos empezar a reclamar que se dejen de utilizar estos términos que únicamente contribuyen a blanquear y romantizar la precariedad.
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