Cartas

La violencia de género y la crisis de credibilidad en política

Íñigo Errejón.

Íñigo Errejón. / EP

Óscar Alemany Alfonso

¿Por qué cada vez que sale a la luz un caso de violencia de género nos preguntamos por qué la víctima no denunció antes, por qué no lo contó, y planteamos una multitud de preguntas sin sentido que no ayudan a arrojar luz en el lúgubre camino por el que transitan las víctimas?

Tras el estallido de los presuntos delitos de agresión sexual cometidos por el exportavoz del complejo pluripartidista Sumar, centramos la atención en aspectos como si Íñigo Errejón padecía de alguna adicción al sexo o si consumía algún tipo de estupefacientes.

Hay algo mucho más allá de los posibles atenuantes a los que el agresor podría tratar de acogerse. Hay una víctima que teme no ser creída y que su testimonio que la perturba cada día de su vida, sea puesto en duda. Para ella, enfrentar un tribunal representa una tarea sumamente compleja, ya que no dispone de pruebas evidentes que respalden sus palabras, más allá de algún posible testigo a quien haya transmitido su testimonio.

Por otro lado, Sumar se enfrenta a una agónica situación en la que el núcleo del problema no está en si las explicaciones ofrecidas fueron suficientes, sino en la desconfianza hacia las palabras de Sumar, ya que los testimonios de Loreto Arenillas y de Podemos aseguran que Sumar estaba al tanto de incidentes previos. Esto evidencia que una de las dos partes claramente miente. Sumar ya se encontraba en una situación sumamente compleja tras las elecciones europeas y gallegas, pero ¿es este el resurgir de Podemos tras el posible fin de Sumar?

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