Cartas de los lectores
Bendita adolescencia

Una de las escenas de 'Adolescencia' / Ben Blackal / Netflix / EFE
Pedro José Baños Márquez
He de reconocer que he sido de los que han quedado consternados, abatidos y ojipláticos ante la serie que tan de moda está y que, de manera justa, según mi desautorizada opinión de diletante cinematográfico, puede ser considerada una de las mejores creadas desde hace varias décadas. De todas formas, dado que cualquiera hoy en día puede opinar y con faltas de ortografía, en las redes sociales, ¿por qué no voy a decir lo que pienso, si estudié «Historia del Cine» en la carrera de Historia del Arte en mi venerada Granada?
Vi los cuatro capítulos de Adolescencia del tirón con mi hijo, que tiene la misma edad del protagonista y ambos nos dijimos «buenas noches» y no pudimos articular palabra alguna hasta el día siguiente. Eso sí, nuestro abrazo fue sincero tras la visión de la misma (y no estoy empleando una licencia literaria). No solo es una joya en cuanto a los recursos cinematográficos, dignos de Ford o de Hitchcock, sino que los actores rozan la perfección de Ustinov (mi actor favorito) o de De Niro, cuando no actuaba haciendo de su propia caricatura en comedias irrelevantes o películas de acción insufribles. Sé que comparar a las actrices con Hepburn o a los noveles con nuestro querido Ballesta es un recurso manido, pero me apetece hacerlo.
Y lo mejor de todo es que parece ser que esta producción ha removido conciencias, con respecto a la misoginia, la falta de respeto a la autoridad, la adicción a las redes sociales, la falsedad y la modificación de los valores de la sociedad actual, entre otros múltiples aspectos.
Creo que cuando el arte hace que la gente piense está realizando una de sus principales funciones, y eso me agrada sobremanera en estos tiempos en los que algunos referentes son gaznápiros que publican en las redes sociales y hasta nos quieren dictar cómo tenemos que vestirnos, cómo hemos de alimentarnos y hasta cómo nos debemos emocionar.
Ello no es problemático para los que tenemos el camino bastante andado y hemos tenido tiempo de cometer muchos errores para aprender, según nuestras aptitudes y nuestra actitud ante las dificultades. El problema es que puede derivar en múltiples peligros para quienes están desarrollando su personalidad, como es el caso de nuestros adolescentes.
Soy profesor y les puedo asegurar que algunos no vienen educados de casa con las mínimas premisas que la urbanidad siempre ha dispuesto, necesarias para una convivencia medianamente soportable.
Sería poco sincero si no les dijera que la mayoría son maravillosos y que mantienen el respeto, la ingenuidad, aunque cada vez menos -y eso me preocupa más- la curiosidad necesaria para aprender e interiorizar los aprendizajes.
Recomiendo a todo el mundo que vea la serie. Muchos están criticando su nivel de dureza y de crudeza y piensan que puede herir sensibilidades. La mía, sinceramente, la hieren más algunos reguetoneros, tik tokeros, youtubers, influencers y ceporros varios que son admirados por muchos de nuestros jóvenes. La culpa es nuestra, ya lo sé. Creo en nuestra juventud. Lo tiene muy fácil para superarnos en lo bueno y lo hará, sin lugar a dudas.
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