Alicante: la crónica de un abandono anunciado

Alicante: la crónica de un abandono anunciado.

Alicante: la crónica de un abandono anunciado.

Julio Martín García de Blas

Por mucho que los titulares digan: “Alicante al borde de un nuevo récord de empleo”, la realidad es menos optimista. Aunque se crean más empresas y aumenta la afiliación, la mayoría de los nuevos empleos son de baja cualificación y sueldos bajos. Mientras tanto, Alicante pierde cada año miles de jóvenes cualificados, la industria se desploma, el PIB per cápita cae en picado y la inversión en innovación es la mitad que en Valencia.

Lo más grave no son las cifras: es la pasividad de quienes tienen el poder para cambiarlas.

Tenemos 12 diputados en el Congreso, cuatro senadores y 35 diputados autonómicos. ¿De qué sirve ese peso político si, a la hora de la verdad, priman las órdenes del partido sobre las necesidades de Alicante?

¿Dónde está la presión para traer fondos europeos que mejoren infraestructuras o impulsen sectores de futuro? Un ejemplo claro: la línea férrea Alicante-Murcia sigue en vía única, sin electrificar y con trenes diésel de los años 80.

¿Por qué no hay una estrategia clara para reducir nuestra dependencia del turismo low-cost?

¿Por qué Valencia recibe el doble de inversión tecnológica mientras aquí el talento emigra por falta de oportunidades?

Esto no es solo mala gestión: es una crisis de representación. Los políticos son elegidos para defender a sus votantes, no para ser meros ejecutores de consignas partidistas. Cuando un diputado calla o antepone los intereses de su partido a las necesidades de su provincia, incumple su compromiso con los votantes.

¿Qué hacer?

  1. Exigir que rindan cuentas ante la sociedad, no solo ante sus siglas.
  2. Apoyar a plataformas ciudadanas, asociaciones y voces independientes.
  3. Pensar si ha llegado la hora de tener fuerzas propias que prioricen Alicante.

Alicante no puede permitirse más complacencia. No podemos resignarnos ni dejar de exigir lo que esta tierra necesita. El verdadero riesgo no es la crisis, sino la indiferencia. Alicante merece un futuro mejor, y depende de todos nosotros no conformarnos.

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