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Cartas de los lectores

Alicante hace «match»

Vista aérea de la ciudad de Alicante, con el castillo de Santa Bárbara al fondo.

Vista aérea de la ciudad de Alicante, con el castillo de Santa Bárbara al fondo. / Rafa Arjones

Xavier M. Galiana

Tinder puede ser un buen indicador del mercado inmobiliario en Alicante. Sí, me refiero a esa aplicación en la que se tienen encuentros íntimos con personas a las que, por lo general, uno no vuelve a ver nunca más. En los últimos meses, he conocido a personas que estaban de paso por la ciudad en busca de un piso que comprar. Lo particular de esta historia es que no pretenden vivir aquí, o no todo el año, sólo invertir en inmuebles para rentabilizar su dinero, aprovechando que Alicante es una ciudad más barata que otras capitales españolas y que ellos tienen salarios más altos que el salario medio local. Lo ilustraré con dos ejemplos. Uno es Hugo (llamémosle así), un manchego de 36 años que reside desde hace años en Londres y trabaja en el sector digital. Quiere comprar un piso en el centro de Alicante para venir en verano (su plan es alquilárselo el resto del año a estudiantes). Aunque preferiría comprar en Barcelona, Málaga o Valencia, los precios en esas ciudades están muy por encima de sus posibilidades y parece que ha hecho match con Alicante (vamos, que le encaja). Un segundo caso es el de (pongamos) Christóforos, un chipriota que vive en Barcelona y quiere mudarse a un lugar más tranquilo con vistas al Mediterráneo, pero la idea de fondo es invertir en ladrillo. No viviría solo, sino que alquilaría habitaciones a otros para amortizar rápido la adquisición. Es fantástico que gente de todo el mundo se fije en nuestra ciudad y provincia, pero hemos puesto demasiado el foco en los apartamentos turísticos y hemos olvidado que hay otros que, aunque no alquilarán sus pisos a turistas, también buscan la rentabilidad financiera. Los alicantinos de siempre no podemos competir con ellos. La única solución pasa por construir miles de viviendas de propiedad pública asequible que sean destinadas al alquiler o a la compra, pero que nunca pierdan la titularidad pública (si uno quiere vender, el Gobierno le recomprará el piso al precio que pagó por él y se lo revenderá a otra persona). Tenemos que empezar a defender nuestros intereses.

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