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Fabra se enroca, crece la tensión en el PP y se cuestiona su liderazgo y el de Císcar

El todavía jefe del Consell descarta marcharse tras la reunión del comité nacional del PP antes de examinarse hoy ante la cúpula de los populares en la Comunidad

Fabra se enroca, crece la tensión en el PP y se cuestiona su liderazgo y el de Císcar

Apenas 24 horas después de una debacle electoral que devuelve al PP a niveles de respaldo electoral de hace treinta años, la tensión y el malestar se ha disparado en las filas de la formación. Cargos populares -especialmente los alcaldes que se han visto arrastrados por la riada- consideran que el liderazgo tanto de Alberto Fabra en la Comunidad como de José Císcar en la provincia está casi finiquitado y que, por tanto, deben dar un paso atrás para facilitar una renovación dentro del PP, justo ahora que la organización se encamina hacia un periodo de oposición en la mayoría de las grandes instituciones. El todavía presidente de la Generalitat ya da por seguro, de hecho, que perderá el gobierno autonómico y ayer mismo telefoneó tanto al líder socialista, Ximo Puig, como a la candidata de Compromís, Mónica Oltra, para felicitarles y ofrecerse a facilitar el traspaso de poderes. A partir de ahí, los populares se asoman a una travesía en el desierto, como mínimo, de cuatro años y a la necesidad de una renovación interna no sólo para cambiar las caras del pasado sino también para democratizar las estructuras de un partido anquilosado y acostumbrado a vivir como un apéndice institucional.

La cuestión, en estos momentos, como sugieren cargos del PP, es si Alberto Fabra o el propio Císcar están en disposición de pilotar este proceso interno que, como prevén notables populares, será muy complicado. O si, por el contrario, deben dar un paso atrás de forma voluntaria para dejar vía libre y facilitar la renovación. Los resultados electorales no invitan a pensar, apuntan estas fuentes, que la situación de Fabra le legitime para «limpiar» el PP después de dos décadas ininterrumpidas de una hegemonía casi absoluta en las principales instituciones de la Comunidad. Los datos cantan y, además, ponen a Fabra contra las cuerdas.

Ha cosechado el peor resultado de la historia del PP y, además, presenta los peores números de entre todos los barones territoriales de la formación. Ha perdido cerca de 600.000 papeletas, casi la mitad de los votos de 2011. Ha registrado la bajada más importante en porcentaje de las organizaciones del PP en toda España y, además, es una de las que peores datos sumó, un punto por debajo de la media de España. Con Madrid en manos de Podemos, Andalucía controlada por los socialistas, convertidos en una fuerza residual en Cataluña y con la Comunidad a expensas de los acuerdos entre los socialistas y Compromís, Mariano Rajoy tiene un problema para las elecciones generales de noviembre. Todas las autonomías que «tiran» de los votos de cara a esos comicios están un escenario de crisis interna. Pero tampoco puede meterse Rajoy en ese conflicto a las puertas de unas elecciones generales que se «jugarán» a cara de perro.

La debacle en la provincia de Valencia, la de mayor número de habitantes de la Comunidad y con unos datos para los populares malísimos, supone además un enorme varapalo en tanto que concentra los últimos casos de corrupción que afectan al PP. En esta tesitura, cargos populares consideran que de ninguna manera puede ser el todavía jefe del Consell el que intente liderar el cambio que necesitan ahora que, además, tendrá que asumir las tareas de oposición. La situación de Alberto Fabra es tan delicada que, sin ir más lejos, ayer ni abrió la boca durante la reunión de la cúpula del PP que se celebró en Madrid. Silencio total. A la salida emitió un comunicado en el que ratifica que no piensa tirar la toalla. Ha decidido, así, enrocarse y continuar a pesar de la catástrofe en las urnas, que los populares atribuyen, en gran medida, al deterioro general de la marca del PP. Hoy se examina en el comité regional y mañana hay provincial.

Menos ruido

Todo ese escenario de convulsión y de ataque a los liderazgos internos del PP, sin embargo, choca, apuntaron estas fuentes, con la necesidad que tiene la organización de llegar a esas elecciones generales haciendo el menor ruido posible. De ahí que todo apunta a que las hostilidades, salvo que Fabra renunciara sin presión, se abrirían después de esa cita, lo que tanto al líder regional del PP como también al propio Císcar les concede un margen a la espera de que el temporal amaine y puedan recuperar algo de voto. El propio Rajoy, además, durante su comparecencia posterior a la reunión del comité ejecutivo nacional, descartó movimientos. Prietas las filas para afrontar las generales durante el mes de noviembre.

La jugada que prepara Císcar, a pesar de que los alcaldes le culpan del resultado en la provincia y ediles críticos del «tsunami» en la capital, es de la intentar aspirar a la presidencia de la Diputación -una de las grandes instituciones que puede quedar en manos del PP- para buscar refugio y tratar de convertirse en uno de los pocos referentes que les resten a los populares en el conjunto de la Comunidad. Aún debe decidir si conserva el escaño en las Cortes y lo compagina con la Diputación-todo apunta que lo hará- para intentar tener poder en la provincia de Alicante y, a su vez, estar en un grupo parlamentario en las Cortes que, desde luego, será clave para el complicado futuro al que se asoma el Partido Popular.

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