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El rastro de una época en la gestión del Consell

Eduardo Zaplana impulsó los grandes proyectos autonómicos, tan megalómanos como ruinosos, para lanzar la imagen exterior de la Comunidad

Inauguración de Terra Mítica. carratalá

La gestión del expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, entre 1995 y 2002, estuvo marcada por los grandes proyectos, tan megalómanos como ruinosos, que sobreviven bajo el auspicio de nuevos gobiernos o de las manos privadas que los adquirieron. Dos de sus proyectos insignia, Terra Mítica -la matriz de su política de grandes fastos- y Ciudad de la Luz se quedaron en Alicante, mientras que otro de sus sellos, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, un proyecto socialista al que el PP de Zaplana le plasmó su impronta personal a la hora de levantarlo, se lo quedó València. Fue en su segundo mandato como presidente, tras obtener la mayoría absoluta en los comicios de 1999, cuando aceleró aún más su gestión en los grandes fastos, gastando a espuertas el dinero público en ofrecer una imagen de la Comunidad que fuera cuna del ocio en España y reclamo turístico fuera de las fronteras de España.

En el año 2000 el gobierno de Zaplana parió Terra Mítica,un parque de atracciones temático en más de un millón de metros cuadrados que representaba las distintas civilizaciones mediterráneas. El entonces Príncipe Felipe inauguró el complejo el 27 de julio de aquel año, donde no faltaron el resto de miembros del Consell, diputados, alcaldes, empresarios de numerosos sectores, representantes de las Diócesis de Alicante y Valencia y de las extintas CAM y Bancaja, las dos principales accionistas del parque por entonces a través de la empresa pública Sociedad Parque Temático de Alicante, reconvertida posteriormente en Sociedad Proyectos Temáticos de la Generaliat Valenciana. El parque ya nació con un sobrecoste de casi cien millones de euros y hasta 2004 el complejo costó en torno a los 250 millones de euros. El agujero público no hizo más que empezar. «No hay quien nos pare cuando hay ambición e ilusiones. Los ciudadanos deberán acostumbrarse a actuaciones como éstas», apuntaba Zaplana el mismo día de la inauguración de un complejo que hoy está en manos privadas que nada tiene que ver con aquella etapa inicial del parque.

Al parque le siguió otro proyecto faraónico en la ciudad de Alicante que llegó a ilusionar al mundo del cine y del audiovisual: Ciudad de la Luz, un fracaso cultural como plató cinematográfico envuelto en vaivenes judiciales con la Unión Europea, multa al Consell incluida, y que ahora el ejecutivo autonómico quiere reconvertir en distrito digital con start-ups y empresas que inviertan en tecnología.

El «Hollywood» alicantino, que se gestó en el 2000 con la creación de la sociedad Ciudad de la Luz SAU, empezó a funcionar en 2005. Desde 2014 está cerrada por los graves problemas económicos para su mantenimiento. La contabilidad de lo que costó el complejo en tiempos de Zaplana no arroja una cifra clara porque no se detallaba, pero son distintas fuentes del actual Consell las que establecen que el coste real de los estudios ronda los 500 millones de euros. Hasta 2015 el gasto total de los dos grandes proyectos llega a los 1.200 millones de euros, ya que los gobiernos populares posteriores engordaron el saco de los fastos de su predecesor. Proyectos Temáticos acumuló pérdidas por 66 millones de euros en la etapa de Zaplana y el primer año de Francisco Camps, la mayor parte de ellos -52 millones- desde el año 2001, coincidiendo con la puesta en marcha del parque y la tramitación para hacer rodar el complejo cinematográfico.

Si dos de los grandes proyectos que marcaron el estilo de la política de despilfarro que instauró Zaplana están en Alicante, el otro gran fasto del Consell se lo quedó València. La única diferencia con los otros dos complejos fue que el proyecto en el antiguo cauce del Turia lo habían gestado los socialistas de Joan Lerma, si bien el gobierno de Zaplana le otorgó su impronta particular. Encargó el diseño de parte del complejo a Santiago Calatrava, le restó carácter científico para dotarle de más elementos de ocio; canceló la torre de telecomunicaciones prevista en el anterior proyecto. Abrió sus puertas en abril de 1998, concretamente las de L'Hermisferic, diseñado por Calatrava y menos de un año después Zaplana inauguró el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe.

En València se construyó también en tiempos del «todopoderoso» Zaplana el circuito Ricardo Tormo, construcción con menos carácter faraónico que el resto y que sigue funcionado con éxitos como el circuito de Cheste y una de las grandes reivindicaciones del mundo del motor. Famosa fue la imagen posterior, ya en tiempos de Francisco Camps como jefe del Consell, de Camps y Rita Barberá en un Ferrari por la pista. Bajo la gestión de Zaplana se proyectó también el aeropuerto de Castellón, pero no se llegó a realizar hasta que Camps le cogió el relevo al proyecto en el año 2004 -cuando se puso la primera piedra. Zaplana estaba desde 2002 colocado al frente del Ministerio de Trabajo bajo la presidencia del Gobierno de José María Aznar, aunque la victoria de los socialistas le apearía de ese puesto en 2004.

El impulso de los grandes proyectos para la provincia de Castellón se materializó bajo la gestión de Zaplana con Castellón Cultural, entidad pública que buscaba reforzar la marca de Castellón a nivel cultural y artístico. En aquellos tiempos se proyectó un auditorio y centro de congresos que, como otros complejos paridos bajo la gestión de Zaplana terminó inaugurando Francisco Camps. De hecho, Camps recordó en la inauguración del Auditorio de Castellón en abril de 2004 que era una obra que pudo ser realidad gracias a sus antecesores en el cargo, Zaplana y José Luis Olivas, especialmente éste último durante su etapa como conseller de Economía y en calidad de presidente del consejo de administración de Castellón Cultural.

La marca Comunidad Valenciana se potenció también a través de un contrato millonario para que el cantante Julio Iglesias fuera embajador autonómico. De hecho, fue uno de sus primeros trabajos para la proyección internacional que Zaplana buscaba para la Comunidad. El contrato rubricado entre Julio Iglesias y el Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX) estuvo bajo la lupa de la Justicia por haber pagos en B por más de 3,7 millones de euros. Julio Iglesias y el exdirector del Ivex, José María Tabares, firmaron el 29 de diciembre de 1997 dos contratos. El que se hizo público establecía un pago de 375 millones de pesetas al artista por ejercer de embajador comercial de la Comunidad Valenciana. El que escondió el Consell a la opinión pública y a las Cortes Valencianas elevaba esa cantidad a 990 millones de pesetas.

Otros grandes proyectos de la etapa de Zaplana se quedaron en maquetas y redacciones, algunos de ellos recuperados sin éxito más tarde por los gobiernos del PP. En ocho años de gestión, la Comunidad pasó a ser conocida por sus grandes fastos hasta serlo más tarde por el agujero que la ambición de Zaplana y su inyección de dinero público en complejos de entretenimiento y ocio dejó en las arcas del Consell, un agujero que el gobierno de Francisco Camps se encargó de hinchar hasta la quiebra que «se comió» el ejecutivo de Alberto Fabra.

Eduardo Zaplana parecía brillar. Cuando los números fallaban él ya estaba en Madrid con Aznar jactándose del crecimiento de la Comunidad en los años de su gestión. El expresidente del Gobierno le relanzó en la política nacional como ministro en el verano de 2002, ocho años de después de darle su apoyo en un mitin en el estadio de Mestalla de València previo al «Pacto del Pollo» con el que Zaplana logró la presidencia del Consell en 1996 antes de alcanzar la mayoría absoluta en 1999. Fue invitado a la boda de la hija de Aznar con Alejandro Agag.

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