Hace poco más de un mes que tuvimos la oportunidad de votar (de nuevo) a la búsqueda de un gobierno estable en España, y de esas elecciones surgió un reparto de escaños similar al de abril, en cuanto a su atomización partidista pero, a la vez, con un contexto diferente y según se vislumbra, más propicio para el acuerdo. Ya sabemos que en una fotografía es más importante el gesto que la posición.

Como es lógico, los pactos que se van a producir no gustarán a todos. Tampoco las políticas que este, más que probable, gobierno progresista, vaya a poner encima de la mesa. A priori, y ya se están produciendo desde la firma de preacuerdo entre PSOE y Podemos, comenzaremos a escuchar voces de agoreros que alertarán de los Siete Males de Egipto si finalmente este gobierno comienza su caminar.

La derecha y sus voceros, con la aquiescencia de Aznar, ya aventuran un horizonte de barbarie y destrucción que tiene asustado a más de uno. Incluso hay quien desde su púlpito radiofónico llegó a hablar pocos días después del preacuerdo de izquierdas, de exiliarse. Ya les digo yo que no lo hará, y bien haría en preguntar a los verdaderos exiliados el porqué de una decisión tan traumática en lo personal.

Y esto€ ¿esto les suena verdad? Claro. Es que hace poco más de cuatro años, la derecha en la Comunitat Valenciana vaticinaba, al estilo Aznar, un panorama apocalíptico de hacerse realidad, como así fue, un pacto de gobierno entre el PSPV y Compromís. Sacaron todo el arsenal de miedos y prejuicios antes y después de las elecciones de 2015. Y algo similar hemos estado escuchando al reeditarse, tras elecciones de este año, el pacto del Botànic sumando esta vez a Podem.

Y ¿qué ha pasado durante este tiempo en la Comunitat Valenciana? Pues algo que se explica en tres palabras: que va mejor. Sí, que socialmente se han recuperado derechos y libertades. Que se ha dejado de mirar a esta tierra como un nido de corrupción libre de gurteladas, amiguitos del alma y gente sin alma que se quedaba el dinero que los valencianos destinábamos a paliar el hambre en Haití tras un terremoto.

Que ahora, provincias como las de Alicante, cuentan con unas inversiones acordes a su peso población. Que cuando ocurre una desgracia como la DANA, contamos con una Generalitat que está siendo la administración que abandera el respaldo y la ayuda para todos los vecinos y vecinas afectados de la Vega Baja.

Pero también ha pasado, y he aquí lo que tiene sin relato a la derecha valenciana, que en la Comunitat Valenciana se ha creado empleo. Que nuestra economía despunta por encima de la media nacional y europea. Que estamos consiguiendo ser un referente de fomento de la innovación y de competitividad tecnológica con un fuerte impulso desde lo público. Y no me canso de poner la Ciudad de la Luz, en Alicante, como ejemplo: de tener con el PP unas instalaciones desahuciadas y con infinidad de problemas, incluso judiciales, se ha pasadoa lo que tenemos ahora, un espacio puntero en desarrollo tecnológico y de innovación.

Esto es el pacto del Botánic. Y evidentemente, todavía hay mucho que mejorar en áreas fundamentales, en muchos espacios que fueron demolidos por la derecha. Y en ese espejo, el de este gobierno de progreso en la Comunitat Valenciana es en el que, con el máximo de confianza en sus logros y en su espíritu, puede mirarse este deseable gobierno de progreso a nivel estatal.

Soy consciente de que la aritmética parlamentaria no es la misma. También sé que el contexto es más complejo. Pero del mismo modo, tengo muy claro que existen claves del pacte del Botànic que deben servir como dote para este gobierno estatal: visión claramente progresista, diálogo social, consenso, respeto, generosidad, trabajo en equipo, visión de futuro€ Ropajes que tienen que ver con algo esencial que a nivel político se echa de menos en muchas ocasiones, y que, de manera prolífica, hemos escuchado a nuestro President Ximo Puig: "pactar no es perder, pactar es construir".

Espero que esto sea así, más pronto que tarde, aunque dada la importancia del empeño prefiero que no corran si de ello depende arrancar con un proyecto más fuerte y cohesionado. Como tantas veces hemos escuchado "vísteme despacio que tengo prisa".