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Análisis

El extremo centro del PP

El doble dilema de los populares alicantinos: normalizar cuanto antes el liderazgo para influir en el proyecto autonómico y, sobre todo, moderar el discurso

El extremo centro del PP

Hace unos días, cuando se despejó la investidura de Pedro Sánchez, le escuché a José Manuel García Margallo una de esas reflexiones que el PP debería tener en cuenta para encauzar su futuro. Cabezadas en el escaño al margen, Margallo sigue siendo uno de los dirigentes más brillantes y con más capacidad intelectual que tiene el PP. Decía el hoy eurodiputado que al nuevo Ejecutivo le interesaba un debate polarizado y tenso con dos objetivos: dar cancha a la ultraderecha para desgastar al PP y, a la vez, mantener movilizada a la izquierda por el miedo a Vox. Si el PP caía en esa trampa para hacer seguidismo de Santiago Abascal y sus tropas, relataba Margallo, la izquierda saldría siempre beneficiada. Por eso, decía el veterano dirigente del PP, la única solución era moderarse para ocupar el «extremo centro».

Esa lucidez de Margallo describe casi a la perfección el doble dilema que debe afrontar sin demora el PP de Alicante. Organización provincial que, a día de hoy, es la única esperanza que tiene el partido para llegar a las elecciones autonómicas de 2023 con opción de disputarle a la izquierda el mando del Palau de la Generalitat. El primero, en clave interna. Saltarse o no el criterio de la dirección regional para celebrar, de una vez por todas, un congreso provincial que normalice lo que es una evidencia: el liderazgo de Carlos Mazón en la dirección provincial del PP. Acabar con la interinidad, la transición y el vacío de poder para dar carta de naturaleza a lo que es cristalino desde las municipales.

La cúpula autonómica quiere retrasar al máximo los congresos para dar oxígeno a Isabel Bonig. Pero dirigentes del PP de Alicante sostienen que el cónclave provincial, diga lo que se diga en València, debe celebrarse ya porque, además, facilitará que desde la provincia se pueda influir con más fuerza en la renovación de la organización autonómica. Y un segundo dilema, de cara al exterior. El discurso. El relato. Moderar el mensaje para ocupar el «extremo centro», hoy huérfano, que proponía Margallo. O alimentar la bronca, el ruido y las vísceras, como está ocurriendo, sin ir más lejos, con el valenciano. Gritar más que los ultras o la gran bolsa de la moderada transversalidad. Dos dilemas sin resolver por Mazón.

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