Todavía queda más de un mes para la asamblea en la que Ciudadanos, la primera de las tres patas de la derecha que no parece estar en condiciones de seguir por sus propios medios, se juega su supervivencia. Y con semanas por delante, la subasta ya ha empezado. Una subasta en un partido político es aquello que se empieza a activar cuando los que ocupan un sillón con esas siglas empiezan a oler que debajo ese manto ya no les queda demasiado futuro. Y eso es lo que está pasando con Inés Arrimadas, aspirante a presidir Ciudadanos, y sus ofertas para tratar de aguantar el tipo en Cataluña sumando al PP a cambio de colocar a cargos de su cuerda en las listas de Euskadi y Galicia. Dos territorios donde los naranjas no es que sean irrelevantes es que no han tenido nunca ni siquiera escaños. Así que lo que busca Arrimadas es una liquidación con subasta a trozos que le permita a ella, a su vez, poder mantenerse a flote.

En paralelo al PP aunque con mucha mayor precariedad, la formación que fundó Albert Rivera en Cataluña también tiene un problema ideológico y otro vinculado a su organización como marca electoral. Como se ha evidenciado en las Cortes Valencianas esta misma semana pero también con la posición en el Ayuntamiento de Alicante para desmarcarse de la ultraderecha o en la Diputación para, por contra, apuntalar al PP, cada vez de forma más clara se está perfilando un ala más moderada y otra que, sin embargo, parece dispuesta a mantener los postulados más ideológicos que han llevado a Ciudadanos a la segunda debacle electoral más grande que nunca haya tenido un partido político en España. Sólo superada por la UCD. Esas diferencias sobre el relato político de Ciudadanos son evidentes. Arrimadas se echa en brazos del PP mientras, por contra, la ponencia que se debatirá en esa asamblea de marzo abre la puerta, a su vez, a los pactos de gobierno en instituciones con los socialistas. Piruetas, tirabuzones y dobles mortales sin red.

Es posible que en la Comunidad Valenciana, por la perspectiva de una legislatura autonómica que aún tiene más de tres años por delante, el tiempo y la inestabilidad acabe erosionando poco a poco a Ciudadanos sin que nadie les empuje como puede ocurrir en otros lugares. Y que a base de desencuentros se acaben produciendo fracturas de calado en las Cortes Valencianas con Toni Cantó en el filo de la navaja o en grupos municipales donde la política de proximidad acaba primando. Pero lo que ocurra con Ciudadanos tiene una especial importancia en esta provincia, donde la formación sostiene al PP en el Ayuntamiento de Alicante y en la Diputación. Todo ese decorado con conflictos de ideas, una asamblea abierta y sin patrón, alianzas de Arrimadas a la derecha... puede abrir nuevas vías. Y en estos momentos, como reconocen incluso con temor en el PP, la incertidumbre, a diferencia de lo que ocurrió a principio de mandato, es mayor sobre la estabilidad del pacto Ayuntamiento de Alicante que en la Diputación. Mazón tiene más controlado hoy a Ciudadanos que Barcala. Ojo.

P.D. Alguno se está acordando ya cuando, durante la legislatura pasada, Ciudadanos rechazó en el parlamento valenciano rebajar el listón electoral del 5 al 3% de los votos. Lo llevaban en su programa pero lo incumplieron. Ya cometieron otros ese error hace 30 años. Y lo pagaron caro.