Unidad, unidad y unidad, para el Gobierno y para la oposición. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, no se cansó de repetir este mantra en el discurso que abría el debate de Política General celebrado esta semana que dejamos atrás. En el primer foro de discusión parlamentario para calibrar el estado de la Comunidad Valenciana desde que vivimos sumidos en una pandemia que monopoliza todo el planeta Tierra, en el hemiciclo de las Cortes se oyó, por activa y por pasiva, un petición de consenso lanzada por el jefe del Consell a sus señorías, a los que pidió que miraran más allá de ellos mismo, «sin mordazas y sin cheques en blanco». Si a primeros de agosto, la palabra más repetida era la «reconstrucción» -base fundamental del pacto anticovid, el «Alcem-nos», alcanzado casi por unanimidad-, ahora, al inicio del otoño, Puig quería afrontar la siguiente etapa con los mismos compañeros de viaje. Pero el cambio de estación, además de la confirmación de la segunda ola de contagios, no ha servido para que esa unidad de acción contagie a la clase política valenciana.

Este debate de política general, más largo de lo habitual al tener que proceder a realizar labores de desinfección diarias en el parlamento, entre sesión y sesión, ha demostrado que, más allá de consolidarse el liderazgo de Ximo Puig entre sus compañeros de Gobierno, entre sus socios «botánicos» hay unidad de voto y cesiones, pero muchos recelos. El intento de «actualizar» los impuestos, de situarlos en la órbita de la «fiscalidad verde» de la que tanto se habla ahora para referirse -entre otras cosas- a aplicar tasas a vehículos contaminantes o beneficios a coches eléctricos, se quedó, de momento, en eso, en un intento.

El «globo sonda», defendido especialmente por Compromís y Unidas Podemos, había que lanzarlo, sobre todo después de un pacto de reconstrucción donde también se introdujeron estos conceptos de forma más abstracta. Las dos coaliciones, lideradas por la vicepresidenta primera, Mónica Oltra, y el vicepresidente segundo, Rubén Martínez Dalmau, no podían dejar de insistir con una estrategia que vincula directamente el mantenimiento del Estado de Bienestar (sustentado en pilares básicos como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la vivienda -estas tres últimas áreas en manos de Compromís y Podemos) con la necesidad de captar recursos. Sin ingresos , no hay gastos. O lo que es peor, sin más ingresos crecerá el ya de por si desproporcionado déficit que arrastra este territorio desde hace años.

Pero, con más impuestos, la puerta entreabierta mostrada al PP y Cs se cierra de un portazo. Desde la bancada de la derecha, la complicada unidad de acción aumentó varios grados su dificultad. Por un lado, Vox camina por una radicalidad que no lo aparta de su línea ideológica (negar la violencia machista y denostar el «adoctrinamiento»), que lo margina cada vez más y lo acerca al ostracismo. Por otro, Ciudadanos se ha situado en una indefinición peligrosa -marcada por Toni Cantó-, donde no termina de concretar si aspira a algo más que ser «bisagra», no por el mero hecho de los beneficios de la aritmética parlamentaria, sino más bien por sus aportaciones reales en una situación excepcional. Y en tercer lugar, el PP y la «lealtad crítica» que preconiza Isabel Bonig, también han dejado en el alero el papel de partido de Estado que podría aportar en estos momentos esta formación, la única, junto al PSOE, que conoce, desde hace lustros, lo que es gobernar. Pero para llegar a una entente entre las dos fuerzas mayoritarias de izquierda y derecha, en las Cortes Valencianas sigue saltando a la vista que Ximo Puig e Isabel Bonig «no se llevan». Uno de los momentos de más decibelios de toda la semana se estableció en los turnos de réplica entre ambos, cuando el jefe del Consell le espetó a la lideresa popular que necesitamos «más acuerdos y menos gritos». Sin más preámbulos.

Cuentas a la vista

Estos días de debate, propuestas de resolución y votaciones han demostrado que queda mucha maleza por despejar para abrir una senda de acuerdo y compromiso entre derecha e izquierda... Si es que es verdad que ambos bandos quieren seguir trabajado, hombro con hombro, a favor de la reconstrucción sanitaria, económica y social. Los puentes siguen tendidos, aunque las protecciones para no caerse por el precipicio están más en la pasarela que une -y separa- al PSOE de Ciudadanos. Precisamente, las propuestas que contaron con más apoyo «externo» son dos de las que presentó Cs. Una para reclamar inversiones en transportes, salió adelante por unanimidad. Y otra, también firmada por Toni Cantó, sumó los votos del PP y el Botànic al defender que los Presupuestos de la Generalitat 2021 sean «un reflejo fiel» de los acuerdos alcanzados en el pacto para la reconstrucción. Reconducir la situación pasa, casi exclusivamente, por las ayudas que lluevan del maná Unión Europea, pasadas por el filtro del Gobierno de España. A unos y otros, Puig les puede hacer llegar una de sus citas. La de Juan Rulfo: «Nos salvamos juntos o nos hundimos separados».