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Análisis

Más desgaste que alegría en los socios

Lo sucedido viene a ser un epílogo al serial de desencuentros entre Puig y Oltra de los últimos tiempos

Puig y Oltra en la reunión que mantuvieron a finales de noviembre para abordar su crisis

La Generalitat se felicitaba anoche de los sextos presupuestos consecutivos del Botànic, los que han tenido un mayor apoyo, al abstenerse Ciudadanos. Sin embargo, el lenguaje corporal ayer tarde no fue cálido ni de júbilo. Algo no había salido como se esperaba. O como algunos esperaban. «No sé si la política ha estado a la altura», confesaba el síndic socialista, Manolo Mata, en la tribuna. No hubo abrazos como otros años, porque la pandemia obliga y unas mamparas gélidas compartimentan los escaños como celdas. Pero no hubo tampoco gestos de mayor complicidad entre president y vicepresidenta, líderes de PSPV y Compromís.

Lo sucedido ayer viene a ser un epílogo a la serie de desencuentros entre los socios capitalistas del Botànic desde el pasado 30 de octubre. Socialistas y Cs eran quienes más deseaban unos presupuestos transversales, no solo del Botànic, y son por tanto los que desprendían ayer un aura de decepción. Compromís y Unides Podem remarcaron que no tienen nada contra el partido de centroderecha, pero eran los menos interesados en el abrazo a cuatro. Básicamente porque fortalecía estratégicamente sobre todo a Ximo Puig, que también es una razón para el empeño socialista en un acuerdo que no fue.

¿Lo importante al final era la imagen o el contenido de la reforma fiscal? Es una respuesta que deberán dar, creo, los implicados principales en los próximos días, porque posiblemente haya pocas oportunidades para un acuerdo en una gran ley que rompa bloques. Vista la última propuesta del partido de Toni Cantó, creo que en otras circunstancias habría salido adelante.

Sobra cargar culpas en el de enfrente y urge mirar las propias. Lo sucedido también es la presentación de Lima

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Es verdad que supone una rebaja (pequeña, pero rebaja) de la recaudación en un año necesitado de ingresos, pero también supuso un recorte (mayor) la reforma de 2017 y no dejó de acometerse porque favorecía a las clases bajas y medias. Puede sorprender, pero ese era el contenido de la propuesta del último día de Cs, si alguien la miró con calma. Comparada con la que la izquierda pactó, no sin esfuerzo, habría que ver cuál implica mayor recaudación. Algún técnico asegura que gana la de Cs. Pero la impresión es que ayer ya no era lo que importaba.

O al menos pesaba mucho por parte de los socios enviar mensajes a la ciudadanía y a Puig y los suyos. Mensajes de que el Gobierno es claramente de izquierdas. Y de que el president no ha actuado con la lealtad esperada por los socios. Vuelven los argumentos del desencuentro de hace unas semanas. Y Puig y su equipo deberán repensar si ha sobrado actuación en las relaciones con Cantó tras sus visitas al Palau. Y si no ha faltado una tarea de implicación de los socios naturales.

Lo sucedido está lleno de aristas y han faltado matices y complicidades. Muchas. Pero ahora lo que más sobra es cargar las culpas sobre el de enfrente. Lo más necesario es mirar las actitudes propias. Compromís deberá mirar también por qué son posibles los acuerdos presupuestarios con Cs cuando Joan Ribó y Carlos Mazón están al frente de las instituciones y no lo ha sido en la Generalitat.

Lo sucedido también es la presentación en sociedad de Pilar Lima. Quedará la duda de si el final hubiera sido otro con un liderazgo de Martínez Dalmau o Naiara Davó en los morados. A Lima le interesaba dejarse notar y demostrar el perfil más alejado al Cantó que dedica tuits cuestionables sobre Irene Montero y su política de igualdad.

Al final, aunque pocos gobiernos puedan decir que llevan seis presupuestos aprobados uno detrás de otro, lo que queda de esta negociación de las cuentas son los síntomas de desgaste y problemas internas en el Botànic.

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