Carlos Mazón es un amante del running. Antes de las 7 de la mañana suele saltar a la calle para recorrerse la ciudad de Alicante y descargar adrenalina. Dice en sus círculos más cercanos que un corredor de fondo siempre debe tener en mente la meta. Y como en el deporte, también ha interiorizado que en política se deben dosificar esfuerzos hasta llegar al sprint final. Su estrategia ya ha adquirido un ritmo pausado pero incesante. El giro que el PP de la Diputación de Alicante ha dado esta semana al sellar un pacto presupuestario con la izquierda impacta de lleno en la escena política autonómica al convertirse en el mensaje que Mazón manda a Ximo Puig para elevar la tensión contra él y mostrarse como ejemplo a la hora de reivindicar más diálogo. El dirigente provincial busca un enfrentamiento directo que en el Palau tratan de evitar a toda costa. Fuentes cercanas a la Presidencia del Consell aseguran que están centrados en la gestión de la crisis y que no van a «meterse en el barro». Reiteran que perseguir una relación a dos bandas solo es una «ensoñación de Mazón». Está por ver cuánto tiempo pueden aguantar esa posición.

Más allá de sus desencuentros con Puig, la Diputación ha evidenciado esta semana que los acuerdos entre gobierno y oposición son factibles. Una estrategia que sobre todo rentabiliza Carlos Mazón, quien ha llevado la batuta de esta negociación, y lo deja ante el escenario que desea. Por un lado, pacifica el ambiente en el Palacio Provincial, mientras, a su vez, refuerza su discurso alicantinista en base a la defensa del trasvase, la lengua o el turismo, como hizo en su día Eduardo Zaplana, para trazar un duro ataque contra la gestión del Consell. Para ello, se aleja de los nacionalismos de Cataluña y se une al presidente de Murcia, Fernando López Miras. Y lo hace mientras pone el partido en marcha a nivel orgánico para asegurarse, en clave interna, su control. Sabe que cualquier plan necesita cocerse a fuego lento y mientras reconoce públicamente que no se presentará al congreso regional para relevar a Isabel Bonig, sigue afianzándose como líder del PP en la Comunidad y como persona dialogante en la Diputación. Tras el triunfo de Alberto Núñez Feijóo, el PP sabe que la forma de ganar las elecciones es a través de la moderación y la gestión. Y ese es exactamente el perfil que Mazón, con el apoyo de Pablo Casado y Teodoro García Egea, está trabajándose. Hay una segunda derivada en el escenario que ahora se abre en el PP. Es probable que Mazón no quiera quemar sus naves en un congreso para disputarle el liderazgo a Bonig y podría esperar a ser elegido a dedo en una segunda vuelta. Solo hay que ver cómo Casado fulminó a Alfonso Alonso y nombró a Carlos Iturgaiz como candidato a presidir el País Vasco.

Con el pacto sellado con la bancada de la izquierda, el PP logra ocupar el espacio de Ciudadanos al consolidar su posición en el centro político. Los papeles están repartidos y el PP lucha por conseguir sus votantes en un juego constante de equilibrios para, a su vez, mantener sólido el pacto de gobierno de la Diputación. Pero este viaje al centro que el PP ha iniciado para ponerse en valor como partido de gobierno es arriesgado por diferentes motivos. Por un lado, puede abrirle camino a Vox. Ese relato podía funcionar con el bipartidismo pero ahora podría suponer un problema para Mazón si comprueba que ha terminado regalándole un espacio a los ultraderechistas. Como líder del partido, tiene una responsabilidad que va más allá de la Diputación y, aunque trata de mantener un perfil duro en sus enfrentamientos con el Consell, acercar posturas con la izquierda en los presupuestos complica la gobernabilidad de muchos de sus alcaldes que encuentran apoyo en Vox para sacar adelante sus principales proyectos. En el Ayuntamiento de Alicante, por ejemplo, ha sido Ciudadanos el que ha pactado con el PSOE y ha obligado al alcalde Luis Barcala a aceptarlo. Es muy distinto que sea el PP el que lidere un pacto con el PSPV e incluso con Compromís como ha ocurrido en la Diputación.

El dirigente provincial, en su día vicesecretario de Organización con José Joaquín Ripoll, se ha mentalizado de que en política, como en el deporte, se debe dosificar el nivel de energía para poder aguantar una carrera de largo recorrido. Desde que en julio de 2019 se convirtiera en el presidente de la Diputación, los enfrentamientos con la oposición han creado un clima constante de hostilidad en el Palacio Provincial. Pero llegó el covid y con él cambió la forma de entender la política. El equipo de gobierno ha sacado adelante esta semana sus presupuestos con la abstención de PSPV y Compromís. El presidente es consciente de que no va a diluir el mensaje del portavoz socialista y alcalde de Alcoy, Toni Francés, en su batalla por exigir más recursos a los municipios. Tampoco va a maniatar al combativo portavoz de Compromís y concejal de Xaló, Gerard Fullana, que ya ha amenazado con seguir aumentando el caudal de munición contra el PP. Pero aunque las voces críticas no tarden en llegar, dar imagen de cohesión en estas circunstancias excepcionales evidencia la habilidad que el líder del PP tiene como negociador y transmite una unidad que el resto de instituciones no ha podido conseguir. Solo hay que ver la falta de complicidad que han mostrado los socios del Botànic y sus desencuentros a la hora de integrar a Ciudadanos en las negociaciones. Las fuerzas botánicas han vislumbrado posturas claramente diferenciadas, además de dejar importantes heridas abiertas entre Puig y Oltra.

Toda esta estrategia sitúa a Carlos Mazón en la casilla de salida de una carrera de larga distancia en la que probablemente solo haga un sprint final cuando sepa con certeza que puede ganar.