Perfil

Carlos Mazón, un estratega con habilidad para la negociación

El joven que con 25 años aterrizó en un puesto de mando en la Generalitat de Zaplana asume el mando del PPCV propulsado por el fuel de Génova, con el objetivo de reunificar a la derecha y la ambición de recuperar el Palau

Carlos Mazón, el sábado, en el congreso regional del PPCV.

Carlos Mazón, el sábado, en el congreso regional del PPCV. / Álex Domínguez

M. A. Rives

M. A. Rives

En principio, dos años tiene para promocionarse en Valencia y Castellón. En los círculos políticos de Alicante es un viejo conocido.

Dicen que en política nada sucede por casualidad, y lo cierto es que en el dilatado romance de Carlos Mazón con los menesteres de la cuestión pública, el azar, las eventualidades de un destino incierto y caprichoso, poco han tenido que ver con la estrategia planificada para cincelar el liderazgo que le ha llevado a dirigir la sala de máquinas del PPCV. Su temprano y duradero «affaire» con la alta alcurnia de la derecha valenciana, su trabajada astucia para sumar galones y su resiliencia para aguardar paciente la oportunidad que esperaba han apuntalado una carrera fulgurante que tras dos décadas se encuentra en disposición, ahora sí, de ambicionar aquello con lo que siempre soñó: la llave del Palau. El ascenso del alicantino al Olimpo popular está cimentado en una biografía que da cuenta del inicio de su singladura en el ecosistema político siendo un jovial veinteañero. Fue un joven que aterrizó directamente en puestos de mando de la Administración autonómica al calor del apellido Zaplana y que continúa ahora su andadura consagrado por Génova para lanzarse a la conquista de un territorio clave, ese que fue santo y seña del Partido Popular.

Carlos Mazón Guixot (Alicante, 1974) es un profesional de la política con acreditado olfato para garantizarse la supervivencia y habilidades para la negociación dentro y fuera de las siglas que lidera. No son pocos los aliados y contrincantes que coinciden en que gana en las distancias cortas. En el tú a tú con el que ha seducido a la dirección nacional para despejarle cualquier obstáculo en su carrera por el control de la Generalitat, mientras se ha posicionado como un jefe de Diputación capaz de tejer alianzas a derecha e izquierda, fagocitando cualquier protagonismo de Cs. Es el artífice de conseguir embaucar a la oposición para pactar las cuentas mientras avalaba polémicas mociones de censura con tal de sumar poder a cualquier precio. Mazón ha cerrado acuerdos con Oltra justo en los momentos más complicados del idilio de la valencianista con Puig, con quien ha buscado el enfrentamiento constante para ganar notoriedad; al tiempo que esperaba paciente la caída de Bonig con la sagacidad que para algunos da cuenta de su perfil de encantador de serpientes y, para otros, evidencia sus dotes como estratega. Una persona que cede cuando atisba la oportunidad de obtener rédito, pero que se muestra implacable cuando su círculo de confianza se desvía un ápice de la línea que marca. Es ahí cuando emerge el carácter tozudo con el que marca su territorio.

La entronización del alicantino como punta de lanza de los populares valencianos se ha cocido a fuego lento desde que su antecesora obtuvo el peor resultado de la historia en la Comunidad, poco después de que él apoyara a Casado en las primarias. Para ese entonces, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, ya barruntaba el plan para relanzar la carrera de su amigo Mazón, de perfil liberal, pero sin excesiva apariencia conservadora. Ambos se conocieron a través del expresidente de Murcia Pedro Antonio Sánchez, quien fue director general de Juventud la misma legislatura en la que Mazón ejercía como director general del IVAJ (1999- 2003). Sánchez los presentó y pronto cuajó esa relación que ha acabado con Mazón al frente de la Diputación, su trampolín a la escena autonómica y desde donde ha ejercido de contrapeso al Botànic con alegatos modulados en clave autonómica.

La hemeroteca sugiere que para entender el presente de Mazón es imprescindible auscultar su pasado, retornar a los noventa, al tiempo en el que despuntó como líder universitario en la UA ligado al sindicato Programa 10. Macarena Montesinos amadrinó entonces su entrada en Nuevas Generaciones. Su fichaje catapultó al licenciado en Derecho, con 25 años, a la dirección del IVAJ. Esa maniobra, la que lo convirtió en uno de los chicos de Zaplana, fue el germen del sambenito que le pesa como una losa. Detesta que se le compare con su padrino político.

En tiempos de la purga de Camps contra los zaplanistas, esos años de plomo entre las dos facciones del PP, Mazón fue uno de los protegidos de Ripoll, mano derecha de Zaplana en Alicante, donde se atrincheró la corriente contraria al campismo y se hizo fuerte en la Diputación. Mantenerlo a flote obligó en 2007 a incluirlo a última hora en la lista electoral de Catral. Tenía que ser concejal para poder integrarse en la Corporación provincial. Y lo consiguió. Cuentan en la Vega Baja que su desembarco cunero generó recelos que, contra todo pronóstico, no tardaron en disiparse en las frecuentes noches de vino y rosas, en los almuerzos semanales que él mismo instauró como tradición con sus nuevos compañeros. Eran reuniones con alargadas sobremesas en las que un Mazón dicharachero y guasón tocaba la guitarra y daba el cante, hasta el punto de que años después fantaseó con acudir con su grupo a Eurovisión. Lo intentó en 2011, dos años después de haber abandonado sus responsabilidades políticas, justo cuando los nubarrones del caso Brugal embarraban la gestión de Ripoll. Decidió poner distancia. Fichó entonces como gerente de la Cámara de Comercio de la mano de Fernánez Valenzuela. Ese fue su refugio durante una década, el tiempo que estuvo alejado de la primera línea política y que le permitió estrechar relaciones con el empresariado, aunque lo cierto es que siempre quiso recuperar el acta como cargo público. Era una posibilidad a la que, probablemente, dio una y mil vueltas durante sus habituales carreras matutinas por la playa de San Juan y el Postiguet, que quizá debatió largo y tendido con su mujer y madre de sus dos hijos. Recibió incluso una oferta de Cs para liderar la lista al Ayuntamiento de Alicante, pero prefirió mantenerse fiel al PP. Siempre confió en que llegaría su momento.

Su aterrizaje como presidente de la Diputación de Alicante en 2019 y, sobre todo, el congreso que hace un año lo erigió líder del PP provincial con la bendición de Casado, evidenció que era él el elegido para tratar de pilotar la reunificación de la derecha valenciana aprovechando la caída de Cs. El cónclave regional no ha hecho más que ratificarlo. La dirección nacional ha confiado en él para el intento de reconquista. Es un reto que asume con el enorme respaldo que la militancia le brindó en las recientes primarias en las que barrió a su competidor propulsado por el queroseno de Génova. Otra cosa será su apoyo en las urnas . A priori, dos años tiene por delante para darse a conocer en Valencia y Castellón. En Alicante, para muchos, es un viejo conocido.

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