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De las familias a los bloques

La batalla por el control del PSPV-PSOE en la provincia empaña el camino sin sobresaltos que quería recorrer Puig hasta el congreso federal y el nacional - Los «alejandrinos» cuentan con un liderazgo claro, pero los «ximistas» tienen un mayor porcentaje de apoyos de su parte en estos momentos

El último congreso provincial del PSPV, celebrado en 2017. jose navarro

Sin sobresaltos, sin contratiempos, sin distorsiones. Así quería recorrer el PSPV-PSOE el camino, primero, hasta el congreso federal de octubre en València; después, hasta el nacional de noviembre en Benidorm. Tanto es así que, con el plácet de Ferraz, la cúpula de los socialistas valencianos postergó el proceso de elección de los secretarios provinciales hasta el inicio de 2022. Había que evitar por todos los medios cualquier conato de incendio y las provincias son el territorio más sensible. Sin embargo, ni por esas lo ha conseguido. Hasta el punto de que lo que debía ser un mero trámite -el de la elección de delegados para uno y otro cónclave- lo ha empañado todo en Alicante, con pulsos, contrapulsos, negociaciones imposibles, plantes a las listas y alguna que otra salida histriónica. La partida se ha desarrollado más en clave congreso provincial. Y todo en una mano que empieza a situar a cada cual en el tablero de juego. Otra cosa es que pueda haber más cambios.

SEGMENTACIÓN

De la renovación a la unidad

El socialismo de la provincia estaba segmentado en sanchistas de primera hora, franquistas, herederos del pajinismo, satélites varios y algún verso suelto. Sin embargo, las familias se han reagrupado en dos grandes bloques. Al menos, de momento. De un lado, está el que reúne fundamentalmente a los que inicialmente enarbolaron la bandera del sanchismo en Alicante, con alguna que otra incorporación de última hora. Articulan su discurso en torno a la necesidad de renovar el partido y desterrar liderazgos ya caducos. Los encabeza el diputado nacional y exalcalde de Elche Alejandro Soler, que de cara renovada tiene poco. De ahí que en determinados sectores del partido se les haya rebautizado como «alejandrinos», tratando de evidenciar, además, que, a estas alturas, «sanchistas» son todos los socialistas y que este grupo ya no cuenta con el favor de Ferraz y mucho menos de La Moncloa. Del otro lado, están todos los grupos que desde hace tiempo se venían situando en el perímetro del secretario general de los socialistas valencianos y presidente de la Generalitat, Ximo Puig, pero que, hasta la fecha, venían actuando por su cuenta y riesgo. Se amparan en lo que desde hace meses mantiene el propio Puig: que lo importante ahora es la cohesión y la unidad para conseguir para acelerar la recuperación pospandemia. Subrayan, por tanto, que es fundamental apoyar al jefe del Consell.

LOS NÚMEROS

Con desequilibrios a la hora de sacar la calculadora

En cualquier proceso de este tipo, al final, lo que cuenta son los números. Si no dan, no hay nada que hacer. Conscientes de ello, desde uno y otro bando han focalizado la batalla en los porcentajes de representantes que debían llevar unos y otros a los congresos. Desde el grupo de Soler, pedían al menos un 50% de los delegados para el congreso federal. La otra parte no transigió, dieron por rotas las conversaciones y se apearon de la lista. Algo parecido pasó en Alicante ciudad con el cónclave nacional, donde amagaron con presentar otra candidatura frente a la franquista, pero recularon. Una maniobra que, a priori, deja entrever que los apoyos que tienen no son suficientes hoy por hoy para proponer listas alternativas. Los propios críticos, en este sentido, y en alusión al papel de Franco en Alicante, han reiterado a lo largo de los últimos días eso de que «ganarán asambleas, pero perderemos elecciones». De hecho, las cifras que manejan en el partido apuntan a que para el congreso nacional los afines a Puig habrían conseguido en la provincia el 70% de los delegados, mientras que los de Soler no llegarían al 30%.

LOS NOMBRES

Un cabeza visible y liderazgos indefinidos o inexistentes

Si por algo se ha caracterizado el grupo de Alejandro Soler es por haberse venido trabajando su liderazgo desde hace mucho tiempo. Incluso el propio presidente de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias y alcalde de Elda, Rubén Alfaro, lo nombró su interlocutor en las negociaciones para las listas de delegados. Un liderazgo que, una vez caído José Luis Ábalos, y tras el acercamiento de Ferraz al PSPV, ha tratado de apuntalar reforzando el discurso de la regeneración del partido, y defendiendo que ha llegado el momento de que el PSOE de Alicante lo controle Alicante y no València. Otra cosa es que, a la hora de la verdad, y cuando llegó el momento de negociar las listas de delegados, vetara a Serna y a Franco, y pusiera como condición hablar sólo con «València». Por contra, los «ximistas» no sólo no tienen un liderazgo definido en la provincia, lo que puede acabar convirtiéndose en un lastre, sino que no tienen intención de abrir el debate hasta que no se cierre el calendario congresual de otoño. Todo por más que se hayan puesto sobre la mesa nombres como los del alcalde de Alcoy, Toni Francés, del grupo de Toñi Serna; el de la actual consellera de Sanidad, Ana Barceló, más cercana a Ángel Franco; o en su día incluso el del propio Alfaro. De momento, los «ximistas» públicamente sólo tiene negociadores.

VACÍO DE PODER

Un secretario provincial con un papel nulo e irrelevante

El secretario provincial es José Chulvi. Incluso ha habido momentos en los que se ha llegado a especular, sobre todo desde el PSPV, con la posibilidad de que pudiera repetir en el cargo. Sin embargo, fiel a lo que ha sido la tónica desde que asumió las riendas del partido en Alicante en 2017, nunca ha estado, sigue sin estar y tampoco se le espera. Su papel en las cuestiones más conflictivas a las que se han enfrentado los socialistas en los últimos tiempos ha sido nulo o, peor aún, irrelevante. No extraña, pues, que haya ocurrido lo mismo con todo el lío de las listas.

NUEVAS POSICIONES

Entre cambios y definiciones

Rubén Alfaro fue el primero en tomar posiciones. Lo hizo en julio, cuando se alineó con Alejandro Soler y ambos amagaron con presentar una lista al federal encabezada por el eldense. Es más, la pasada semana, por más que se le tentó con ir como delegado al federal dada su posición como presidente de la Federación Valenciana de Municipios, se negó, tomando parte del pulso a Puig y a Sánchez. Algo en lo que probablemente han pesado más las discrepancias con Franco que la afinidad con Soler. Diferente es lo sucedido con el portavoz municipal del PSOE en Alicante, Francesc Sanguino. Enfrentado con su propio grupo, se le reconoce más por su carácter ególatra que por su visión política y sus propuestas, algo que se ha evidenciado una vez más, cuando salta de una candidatura en la que iba de suplente, alineándose con Soler y pidiendo pluralidad cuando todo parece responder a que ha visto atacado su ego. «Sanguino es un chiste», decía alguien de la cúpula socialista cuando se supo de su renuncia. No mucho mejor ha quedado el alcalde de Elche, Carlos González, que siempre se ha identificado públicamente con Puig. Intentó no ir en la lista al federal por temor a represalias de Soler, que es quien controla la agrupación de Elche. Quiso mandar a su jefe de gabinete. Acabó recapacitando, pero minó aún más un liderazgo ya de por sí muy erosionado.

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