Ximo Puig volvía ayer a Barcelona (motivo principal: los premios de Foment del Treball, la principal patronal catalana) y no dejó pasar la oportunidad de volver a sentarse con su homólogo, Pere Aragonès, para una vuelta de tuerca más al objetivo del regreso de Cataluña a los espacios multilaterales.

No hubo frutos concretos (no eran esperables tampoco), aunque el mandatario catalán estuvo «más abierto que en otras ocasiones», aseguraron fuentes del entorno de Puig. El contexto cuenta: con presupuestos encarrilados en Cataluña y en España, con Esquerra Republicana al lado del Ejecutivo de Pedro Sánchez, la atmósfera es más tranquila.

Es una nueva versión de esa estrategia de la «gota malaya» a la que el presidente valenciano se ha referido en alguna ocasión con motivo de la financiación autonómica.

El discurso de Puig no es nuevo. Uno de los papeles que ha jugado desde que llegó a la presidencia en 2015 (con más o menos énfasis y visibilidad, según el momento) es el de puente entre Moncloa y Cataluña. En los tiempos duros posteriores al 1-O y durante el mandato de Quim Torra, el jefe del Consell se apartó y metió en el congelador la conexión institucional con el territorio vecino. Con Aragonès ha regresado el calor. Un cierto calor, al menos.

Un factor añadido además es la buena acogida del discurso federal y anticentralista de Puig (antiMadrid, en interpretación de algunos medios de comunicación) en la clase empresarial catalana. Por ello es un habitual en los actos que organizan. El de anoche, uno más, con premio además a Isidro Fainé (Caixabank, con sede oficial en València, otra razón para estar).

La reivindicación del máximo representante del Consell tampoco es desinteresada. La tesis de Presidencia es que a la Comunitat Valenciana le viene bien la presencia del aliado catalán en debates como el de la financiación y el corredor mediterráneo. Es un factor de presión más hacia el Gobierno central y hacia las comunidades menos pobladas. Pero Cataluña ha optado desde la aventura independentista por las mesas bilaterales.

Aragonès es un escéptico además sobre las posibilidades de la reforma del sistema de financiación. Lo ha dicho en el pasado y, según las fuentes consultadas, lo afirmó ayer. Es más partidario de medidas coyunturales que inyecten recursos a las comunidades infrafinanciadas, como la valenciana. Esa es una situación que sí que reconoce. Lo que ve más que complicado ante el panorama político y territorial es un acuerdo que permita un nuevo sistema de reparto de los recursos del Estado. Cataluña defiende mayor gestión de los impuestos, bajo el argumento de que ahora paga más de lo que recibe.

Al margen de los ejes básicos de la agenda valenciana (financiación y corredor), Puig y Aragonès compartieron posición sobre la importancia del pasaporte covid para dar esquinazo a nuevas restricciones por la pandemia. Es algo que preocupa a ambos ejecutivos, señalaron las fuentes citadas: unas Navidades libres de las limitaciones del año pasado.

De momento, queda pendiente una cumbre bilateral entre Cataluña y la Comunidad. Puig visitó en 2020 a Aragonés, cuando era presidente n funciones, y este estuvo en València en septiembre, un a cita veloz. Pero no ha habido algo formal y a gran escala.