Estrategia boomerang. Los vídeos de Mónica Oltra con discursos implacables contra la corrupción, virales hace una década , vuelven a estar de actualidad. En aquel entonces exigía dimisiones por las imputaciones del PP. Ahora, como vicepresidenta del Consell investigada por los tribunales, se le han vuelto en contra. Atrás quedan años de oposición en los que era expulsada de las Cortes por sus controvertidas performances.

Activista en la calle y activista en las Cortes. El fulgurante ascenso en la carrera política de Mónica Oltra no se entendería sin las irreverentes camisetas, los pretendidos discursos ejemplarizantes y las peculiares performances que, en cualquier caso, marcaron un punto de inflexión en el principal tablero político de la Comunidad Valenciana. Desde la bancada de la oposición, la parlamentaria de Compromís se labró una imagen de azote contra la corrupción protagonizada por el entonces hegemónico Partido Popular. Oltra se convirtió en una máquina de generar contenidos que se viralizaban en las incipientes redes sociales. Al margen de partidarios y detractores, su extravagante forma de hacer política insufló un soplo de aire fresco en el hemiciclo. La osadía de la que hacía gala le valió, incluso, la expulsión de la Cámara en al menos dos ocasiones, pero la lideresa de los valencianistas consiguió conectar con un nicho del electorado que, en 2015, posibilitó el vuelco en el poder, el nacimiento del Gobierno del Botànic. Ahora, siete años después y como vicepresidenta de la Generalitat, la combativa Oltra está siendo víctima de sus propias contradicciones y es la derecha la que difunde vídeos de aquellos momentos en los que Oltra, desde la tribuna, reclamaba al entonces jefe del Consell, Francisco Camps, que se marchara a casa por estar imputado. 

Parlamentarios de Ciudadanos con camisetas para exigir la dimisión de Oltra. Información

La investigación judicial que ya pesa sobre los hombros de Mónica Oltra, con relación a la gestión de su conselleria en el caso de abusos sexuales a una menor tutelada por la Generalitat, y por la que ha sido condenado a cinco años de prisión a su entonces marido (pendiente de un recurso en el Tribunal Supremo), deja a la número dos de la Generalitat, y por ende al propio proyecto del Botànic, en la cuerda floja. De hecho, ahora es la oposición, en este caso Ciudadanos, la que ha llegado a acudir al Parlamento valenciano con camisetas con la cara de Oltra y la inscripción «Vete ya». Es, precisamente, la misma táctica que empleaba la consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas antes de llegar al Ejecutivo. Una de las más controvertidas fue la que lució en mayo de 2009, que acabó convirtiéndose en una prenda icónica para parte de la izquierda valenciana. Llevaba impresa la cara de Camps con el lema en inglés «Wanted. Only alive», que significa «Se busca. Solo vivo». Con esa puesta en escena, Oltra vino a denunciar en el hemiciclo que el jefe del Consell estaba «prófugo de la política» porque se fugaba de las sesiones de control. En aquella ocasión estaba de viaje institucional en Boston. La que era presidenta de las Cortes, Milagrosa Martínez - que acabaría años después en la cárcel por el caso Fitur- le exigió que se la quitara. Oltra le contestó si lo que pretendía era que se quedara en ropa interior. La escena acabó con la valencianista expulsada del parlamento, sí, pero abriendo titulares en medios de comunicación de todo el panorama estatal. 

Oltra con otras de las camisetas por las que fue expulsada de las Cortes. EFE| KAI FORSTERLING

Tampoco pasó ni mucho menos desapercibida su participación en un debate organizado por la extinta televisión autonómica con una prenda reivindicativa con el lema «Canal 9 manipula». Ocurrió en mayo de 2011 y la entonces diputada de Compromís quería denunciar así la falta de pluralidad informativa. En esa ocasión, recordó que, después de cuatro años de diputada y de dos años y medio como portavoz de su grupo parlamentario, acudía por  primera vez a un plató de la televisión pública valenciana.

No fue menos mediática la camiseta con una inscripción serigrafiada que decía: «No nos falta dinero. Nos sobran chorizos». Ocurrió en febrero en 2012, y el entonces presidente de la Cámara, Juan Cotino -que resultaría imputado por las contrataciones irregulares con motivo de la visita del Papa a València y también en el caso Erial- le exigió, igualmente, que se la quitara. El resultado fue exactamente el mismo. Tres llamadas al orden y a la calle. Y todo justo antes de que se debatiera una propuesta de reprobación a Camps. Para ese entonces, Oltra ya se había coronado como una especialista de la puesta en escena política dentro y fuera de la geografía autonómica. Polémica a polémica, manifestación a manifestación y con un relato implacable contra la corrupción que enfangaba hasta el tuétano al PP, se hizo hueco en la escena estatal. De hecho, su perfil acabaría convirtiéndose en todo un reclamo en determinados canales de televisión de ámbito nacional en prime time, especialmente desde su atalaya como vicepresidenta del Consell, a partir de 2015. Entonces era habitual su participación en tertulias políticas en las que denunciaba el derroche y los tejemanejes de los que habían utilizado sus cargos públicos para meter la mano en la caja en beneficio propio. 

El furor mediático que Oltra supo aprovechar para sacar rédito y ganar visibilidad ya no es el que era. Sigue siendo una actora política con relevancia, pero la investigación judicial por los abusos sexuales a la menor tutelada y, desde este jueves, su imputación por, presuntamente, encubrir los hechos, se han convertido en un boomerang. Ahora, es ella la que se sitúa en el centro de la diana de la derecha y la que defiende que no piensa dimitir porque, a diferencia de lo que ocurría con el PP, lo suyo, su investigación judicial, no es por corrupción, sino por lo que considera que es una cacería de la ultraderecha. Y este caso, según defiende, no obliga a asumir responsabilidades políticas al margen de las judiciales, algo que ya no es santo y seña de su discurso.