En un informe sobre la tasa turística de la Cátedra de Nueva Transición Verde de la Universidad de València. En eso es en lo que se han venido escudando los defensores del impuesto a las pernoctaciones, especialmente desde el Botànic, y, en particular, desde Unides Podem, a la hora de defender sus posiciones, sobre todo una vez que la semana pasada se hicieron públicas las conclusiones del estudio elaborado por la Universidad de Alicante por encargo de la Secretaría Autonómica de Turismo, a través del Invat·tur. Ahora bien, ¿qué es lo que dice esa investigación? El informe, firmado por Aurora Pedro Bueno, profesora titular de Economía Aplicada de la Universidad de València, expone entre sus principales conclusiones que «los efectos de la pandemia en la economía en general y en el turismo en particular pueden aconsejar que se retrase su implantación -de la tasa turística- hasta que se confirme el control del covid». No obstante, deja claro que no parece lógico quedarse al margen de una tendencia generalizada en Europa, hasta el extremo de que, según sostiene la profesora, la expansión del impuesto a las pernoctaciones hace que sea recomendable su impulso desde la UE. Se ampara en que, en estos momentos, ya se está aplicando en los principales países y ciudades turísticas europeas, incluidos Portugal, Italia o Croacia, aunque admite que existe una gran diversidad de casos y situaciones. Eso sí, defiende que los recursos generados con este impuesto permitirían desarrollar en mejores condiciones los instrumentos de la política turística, y sostiene que lo recaudado debería tener una aplicación clara en el sector.

Especialmente significativo es lo que el documento mantiene sobre el impacto de este tributo. «No puede afirmarse con total seguridad que la imposición de la tasa turística haya tenido un impacto negativo en el número de turistas o de pernoctaciones en los destinos turísticos», sentencia la investigadora en el apartado de conclusiones. Para apuntalar esta tesis, a lo largo del trabajo analiza los casos de Berlín, París, Roma o Ámsterdam. «Podemos afirmar que la implantación de la tasa turística en Europa está muy extendida y los efectos en el número de visitantes no han sido negativos», señala.

Otra cosa es lo que ocurre en el caso de España. En este punto, analiza la evolución del turismo desde la implantación de la tasa turística en Baleares y Cataluña, a través del número de llegadas de turistas y de las pernoctaciones. Por lo que respecta a Cataluña, admite que hay un «ligero» retroceso en el número de visitantes en 2013, del 0,18%, pero, a partir de entonces, el número de llegadas va creciendo año a año, con subidas que van del 5,44% en 2015 al 0,93% en 2019, el año inmediatamente anterior a la irrupción de la pandemia. Una tendencia que se mantiene, según el estudio, si se analizan las pernoctaciones, aunque en este caso si hay un ligero repliegue del 0,83% en 2018.

Mención aparte merecen los datos que se dan para el caso de Baleares. Aquí, lo que destaca el trabajo es que el mismo año que se aprueba la tasa turística, 2016, se registra una reducción en el número de llegadas de turistas «muy importante», según destaca literalmente la autora, del 21,12%, durante los dos años siguientes la evolución es positiva, en 2018 el incremento llega al 0,43% y en 2019 directamente se baja un 1,24%, hasta que llega la pandemia, momento en el que la regresión es notable, como en todos los destinos. De las tablas que recoge el informe, no obstante, y aunque no se detalla, sí queda en evidencia que si se comparan las cifras conseguidas en 2015, ejercicio inmediatamente anterior a la aprobación del tributo, y las de 2019, último antes del coronavirus, se han perdido cerca de 3 millones de visitantes: se pasó de los 16,4 a los 13,6 millones.

Sin embargo, lo extraño es que las cifras son totalmente diferentes si lo que se analiza es la evolución de las pernoctaciones en Baleares. La tendencia ha sido positiva hasta 2018, cuando hay un ligero retroceso, del 0,34%, para caer un 1,78% en el año antes del covid. No obstante, en este tiempo se han incrementado de manera importante el cómputo de los alojamientos, hasta el extremo de que si en 2015, antes de aprobarse la tasa, había 54,6 millones de pernoctaciones, en 2019 se contabilizaron 58,1 millones.

La autora, en este sentido, manifiesta que «resulta muy difícil afirmar que el establecimiento de la tasa turística tiene un impacto negativo en las dos variables principales que suelen utilizarse para medir la evolución del sector. Tanto el número de llegadas como el número de pernoctaciones no responden negativamente al pago de la tasa, salvo en el caso de las llegadas de turistas en Baleares».

Las referencias a la Comunidad Valenciana y a Benidorm se limitan a la mínima expresión, como cuando se habla de que los presupuestos municipales se elaboran en función del padrón, y se alerta de que la mayoría de los destinos turísticos de playa del litoral mediterráneo español duplican o triplican su población en temporada alta, predomine la segunda residencia, predominen los hoteles, como en Benidorm. Finalmente, enumera 13 de los puntos que han utilizado para oponerse a la tasa las patronales Hosbec y Aehtma, sin entrar en más valoraciones.