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Gerontólogo

José Antonio Rabadán: «Un aislamiento extremo deja en los mayores secuelas físicas y psíquicas»

El gerontólogo José Antonio Rabadán, en una imagen de archivo.

Los profesionales que se dedican al estudio científico de los procesos del envejecimiento en sus aspectos biológicos, clínicos, psicológicos, legales y sociológicos advierten sobre las negativas consecuencias que un confinamiento severo para prevenir el coronavirus puede ocasionar en las residencias de mayores. El aislamiento extremo está causando importantes efectos secundarios en los residentes, afectando a veces muy gravemente a su bienestar y estado de salud.

¿El aislamiento de los mayores para evitar contagios pasará factura entre los residentes?

Es evidente que sí. Se enfrentan a una situación traumática y no hay más que ponerse en la piel de los mayores que se encuentren en esa tesitura para entenderlo. Pero no podemos generalizar porque cada persona, independientemente de su edad, afronta los problemas de forma diferente.

¿Qué secuelas pueden tener?

Pueden ser físicas y psíquicas. Permanecer varias semanas encerrados en una pequeña habitación sin caminar, realizar apenas ejercicio ni acudir a las terapias puede debilitar sus músculos, entumecer sus articulaciones y limitar su movilidad. Y en el plano psíquico la falta de relación social y de actividades y, sobre todo, la privación de las visitas de familiares y amistades puede terminar desencadenando cuadros de desorientación, pérdida de memoria, ansiedad y depresión.

¿Corren más riesgo los mayores que presentan deterioro cognitivo?

Curiosamente no. Precisamente quienes disponen de menos lucidez para discernir la realidad que les rodea sufren menos que aquellos residentes que son perfectamente conscientes de la situación que estamos atravesando desde marzo. Muchos se sienten las víctimas más vulnerables de la pandemia y afrontan con mayor grado de angustia la posibilidad de contagiarse.

En este contexto ¿qué opinión le merecen las medidas que están adoptando los centros asistenciales?

No se debe criminalizar a los gestores ni a los profesionales de las residencias de mayores. Ellos se limitan a cumplir las directrices de las autoridades sanitarias y con el aislamiento tratan de evitar un mal mayor, que es la muerte masiva de mayores tal y como ocurrió en marzo y abril cuando estalló la pandemia. No debemos olvidar que nos enfrentamos a una situación totalmente desconocida para todos.

¿Cómo se pueden minimizar los efectos negativos del aislamiento extremo?

Tratando de flexibilizar, en la medida de lo posible, ese aislamiento para que no sea tan extremo. Es necesario mantener las medidas de seguridad para evitar que el virus entre en las residencias pero, al mismo tiempo, arbitrar mecanismos para mantener la interacción social de los mayores, tanto entre ellos como con sus seres queridos. Y esto solo se puede hacer con actividades y visitas en entornos seguros y espacios abiertos que permitan mantener la distancia social.

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