La transformación de España y más concretamente de nuestro territorio se explica mejor conociendo la historia de personas como el ingeniero Manuel Lorenzo Pardo. Pongámonos en contexto. A principios del siglo XX, el país tenía que superar una maltrecha economía desgastada por las guerras de ultramar y se propuso transformar una agricultura de secano por una agricultura de regadío para optimizar el rendimiento económico y contribuir al desarrollo regional. En 1932, Manuel Lorenzo Pardo, entonces director del Centro de Estudios Hidrográficos, tras haber ostentado la responsabilidad de la Confederación Hidrográfica del Ebro, promovió el primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas, planteando la comunicación entre cuencas hidrográficas para aprovechar de manera óptima los recursos existentes y favorecer la pretendida transformación económica del conjunto de España.

El Plan, que finalmente no fue aprobado, ya incluía la propuesta del trasvase Tajo-Segura precisamente con la finalidad de potenciar lo que estaba llamado a convertirse, y hoy damos fe de ello, en la Huerta de Europa.

Lorenzo Pardo, como otros coetáneos suyos, supo ver que la agricultura en España podía dar un salto cuantitativo y cualitativo creando zonas de regadío y trasvasando agua entre cuencas hidrográficas. Prueba de ello es la relevante industria agroalimentaria que se ha desarrollado casi un siglo después en la cuenca mediterránea del levante español (Alicante, Murcia y Almería).

El sector agrario y la industria agroalimentaria de la provincia de Alicante debe, pues, mucho a personas como Manuel Lorenzo Pardo. La transformación del paisaje y nuestra cultura fue paralela a la transformación de nuestra economía, que pasó de ser economía de subsistencia a economía tractora del territorio y exportadora (interna y externa). Esa transformación fue tal que miles de empleos de la provincia están directamente relacionados con sectores económicos ligados al uso intensivo del agua. Y no sólo los relacionados directamente con la agricultura, ya que nuestro sector identificativo por excelencia, el turismo, alcanza cotas elevadas de uso y reutilización de aguas debido a la escasez de precipitaciones de los territorios del sureste español.

En la actualidad, 45.000 empleos agrícolas y de la industria agroalimentaria peligran si los recortes de agua del trasvase Tajo-Segura se hacen efectivos y eso nos demuestra la importancia del bien común y del buen uso que en la provincia se le ha dado a cada gota de agua que entra en nuestros caudales. Un equilibrio mantenido en el tiempo que desarrolla tecnología e inteligencia artificial de la que otros territorios carecen por disponer de suficientes caudales hídricos a lo largo del año.

De hecho, el uso de las aguas del trasvase Tajo-Segura, si por algo se caracteriza, es por la eficiencia, y la reutilización que alcanza en Almería, Murcia y Alicante cotas óptimas, lo que es fiel reflejo del interés en aprovechar al máximo hasta la última gota, y de por qué en este territorio somos vanguardia en este fenómeno que se ha dado en llamar economía circular, que no es sino abordar con inteligencia y sensibilidad el ciclo de vida de los recursos que ponemos al servicio de la sociedad.

Por eso, y ante la compleja situación que hoy vivimos en materias trasversales como el uso del agua, caracterizadas por la falta de consenso y visión global y profunda, es oportuno revisar el pasado y volver a los orígenes, recordando a visionarios con un perfil ciertamente renacentista como Manuel Lorenzo Pardo. Personas como él, que fueron capaces de adoptar una perspectiva sin límites administrativos ni políticos, contribuyeron a la transformación de nuestro territorio y a generar nuevas oportunidades, que sin duda fueron aprovechadas.