El llanto es una de las reacciones fisiológicas más habituales. Todos hemos derramado lágrimas alguna vez, como respuesta del organismo a alguna emoción o a algún estímulo externo. No obstante, no todos los llantos son iguales.

Las lágrimas pueden generarse de varias maneras diferentes, diferenciándose su modo de producción y su composición química, dependiendo de cuál sea su verdadero origen.

En la especie humana, fundamentalmente hay tres tipos de lágrimas naturales:

Lágrimas basales. Shutterstock

Lágrimas basales

Se trata de una barrera natural que actúa como forma de protección del ojo, y están presentes en este órgano de manera continuada. Son las que se producen en menor cantidad, y dada su continuidad no se consideran llanto como tal. Tienen una función hidratante y nutritiva, y además, protegen la córnea. En caso de escasez, el ojo queda desprotegido y mal lubricado, y esto da lugar a problemas de salud como la habitual conjuntivitis. Si esto se da de manera recurrente, deberemos consultar con un especialista.

Lágrimas reflejo. Shutterstock

Lágrimas reflejo

Cuando el ojo entra en contacto con algún agente externo que le causa irritación, se segregan este tipo de lágrimas produciendo el ojo una mayor cantidad de agua a modo de reacción, con el fin de eliminar o diluir cualquier sustancia indeseada. Como ejemplos más claros, podemos observar la reacción ante la entrada de polvo, arena, líquidos, humo, pestañas, o incluso gases, como el que se desprende al cortar cebollas.

Lágrimas emocionales. Shutterstock

Lágrimas emocionales

Como su propio nombre indica, el organismo las produce como respuesta ante alguna emoción. Fundamentalmente se asocian al miedo, el enfado o la tristeza, aunque también van en ocasiones asociadas al dolor o incluso a la alegría extrema. La composición química de estas lágrimas, con una mayor carga hormonal, nos ayuda a sentirnos mejor y actúa con un efecto calmante, ayudando al organismo a recuperar la normalidad.