Apretar los dientes demasiado o hacerlos rechinar de forma inconsciente es lo que conocemos como bruxismo. Se trata de un trastorno pasajero que puede ocurrir a una edad determinada durante la infancia, y que no conlleva mayores perjuicios. Sin embargo, es importante determinar cuál es la causa para descubrir si nos encontramos ante un problema mayor.

¿Qué es el bruxismo?

El bruxismo es más habitual de lo que parece, y no solo durante la época infantil. Se trata de un trastorno que se caracteriza por apretar en exceso los dientes y, también, hacerlos rechinar o crujir. Este acto se realiza de forma involuntaria, por lo que suele ser bastante habitual que aparezca durante la noche. Sin embargo, es importante intentar determinar las causas que lo producen, con el fin de evitar males mayores.

¿Por qué se produce el bruxismo en la infancia?

Cuando hablamos de bruxismo infantil, en principio, debemos separarlo del que se produce en la época adulta. Aunque no debemos perderlo de vista, ya que puede tener un origen similar.

Los casos más habituales, y que no tienen ningún tipo de consecuencias graves, aparecen entre los 6 y los 10 años. Es el momento en el que van cayendo los dientes de leche y apareciendo los que serán los definitivos. En esa etapa el bruxismo cumple con una función determinada: estimula la salida de las nuevas piezas dentales, favoreciendo, a su vez, el desarrollo de los músculos y huesos de la cara.

¿Cuándo se convierte en un problema?

Uno de los síntomas que pueden avisarnos que existe un problema escondido, que va más allá del propio desarrollo normal del niño, es que se prolongue más allá de los 10 años. También si el niño muestra algún síntoma de una dolencia añadida, como puede ser dolor de cabeza o de oído, molestias en la mandíbula o un desgaste exagerado de los dientes.

¿Cómo solucionarlo?

Lo más adecuado es acudir al pediatra para que valore el estado de salud general del niño. En muchas ocasiones puede ser debido a estar sometido a un intenso episodio de estrés o ansiedad. También pueden ser causas fisiológicas, como una mala alineación de los dientes.

En cualquier caso, la solución vendría de la mano de un profesional. En el primer caso, un terapeuta que descubra la ansiedad del niño y le dé pautas para solucionarla; y en el segundo, un ortodoncista que puede colocarle unos brackets para solucionar el problema físico de sus dientes.