Lucía Galán, @luciamipediatra, sobre los golpes de calor: “No sé lo que le pasa al bebé, pero este no es mi hijo”
Puede parecer solo fiebre o cansancio, pero si ignoras estas señales el golpe de calor puede volverse muy peligroso

Europa Press
El calor aprieta. No hace falta mirar el termómetro para saberlo: lo sentimos en la piel, en el aire espeso que cuesta respirar y en esa alarma silenciosa que a veces se nos enciende cuando vemos que un niño está más apagado de lo normal. ¿Está cansado o le pasa algo? ¿Es solo el bochorno o estamos ante un golpe de calor?
En bebés, niños e incluso adultos, los síntomas pueden confundirse fácilmente con otras molestias menores… hasta que dejan de serlo. Y ahí está el problema.
La pediatra y divulgadora Lucía Galán (@luciamipediatra) explica en un vídeo viral de Instagram cómo detectar los primeros síntomas del golpe de calor en bebés, niños y adultos, y qué hacer ante una emergencia. Porque sí, hay señales que el cuerpo lanza como una llamada de auxilio. Solo hay que saber escucharlas.
En los más pequeños, todo es más sutil… y más urgente
Los bebés no pueden decirnos “me encuentro mal”. Pero su cuerpo sí lo hace. Si de pronto tiene la piel muy caliente y enrojecida, fiebre sin una infección aparente (hablamos de 38, 39, incluso 40 grados), llora sin consuelo o, al contrario, está somnoliento, apático, sin ganas de comer, es hora de actuar.
Puede que vomite, que su corazón lata muy rápido (sí, se puede notar al poner la mano sobre el pecho) o que simplemente parezca otro. Muchos padres lo expresan así, con esa frase que da escalofríos: “Este no es mi hijo”.
Y si lo sientes así, hazle caso a tu intuición. Llévalo a un lugar fresco, quítale ropa, ponle un paño húmedo. Si está consciente, dale el pecho o su biberón. Pero sobre todo, busca ayuda médica. No lo dejes para luego.
Síntomas del golpe de calor en bebés
Según explica Galán, los bebés pequeños pueden mostrar señales como:
- Piel enrojecida y muy caliente.
- Fiebre alta sin causa infecciosa aparente: 38, 39 o incluso 40 ºC.
- Irritabilidad extrema o, por el contrario, somnolencia excesiva.
- Pérdida de apetito, vómitos.
- Taquicardia (el corazón late muy deprisa).
- Decaimiento y escasa reactividad.
Niños, adolescentes y adultos: el cuerpo también avisa
A medida que crecemos, los síntomas no cambian tanto, pero sí pueden pasar más desapercibidos. Quizás es un niño que se queja de dolor de cabeza. O un adolescente que dice tener fiebre, pero sin estar resfriado. Puede haber mareos, confusión, náuseas, debilidad, ritmo cardíaco acelerado o incluso dificultad para respirar.
En casos más graves, se puede llegar a perder la conciencia, tener convulsiones o sufrir un colapso. Y no, no estamos exagerando. Cada verano se dan casos. Algunos muy graves. Algunos que terminan mal.
Por eso es tan importante estar atentos. Si alguien empieza a encontrarse mal durante una ola de calor, hay que actuar con rapidez: alejarlo del sol, buscar sombra, quitarle ropa, mojarle la piel con agua fresca y darle agua para beber si está consciente. Luego, acudir al centro de salud. No te la juegues.
Síntomas en niños, adolescentes y adultos
En el resto de edades, los síntomas también pueden ser alarmantes:
- Fiebre sin infección.
- Dolor de cabeza, mareo, confusión.
- Náuseas, vómitos, debilidad muscular.
- Taquicardia y dificultad para respirar.
- Síntomas neurológicos e incluso convulsiones en casos extremos.
El golpe de calor no avisa, pero sí se puede prevenir
Lo más difícil del golpe de calor es que llega sin hacer ruido. Puede aparecer después de jugar al aire libre, de una caminata bajo el sol o incluso en casa, si la temperatura es muy elevada y la ventilación escasa.
Es fácil pensar que es solo cansancio. Pero si algo no cuadra, si notas que el cuerpo no responde como debería, mejor pasarse de precavido que quedarse corto. Nadie se arrepiente de haber actuado a tiempo.
Cada verano se repiten los mismos errores: pensar que “no será para tanto”, que “con un poco de agua se le pasa”. A veces sí. Pero otras veces, no.

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Por eso, en estas semanas donde el calor no da tregua, conviene tener en mente estas señales. Y no se trata de alarmar. Se trata de cuidar. De estar presentes. De no dejar que lo que empieza como un simple sofoco se convierta en una urgencia.
Porque al final, la mejor medicina sigue siendo esa: la prevención.
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