El Rey Salomón, arquetipo de sabiduría en un gobernante, pronunció las juiciosas palabras: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será (…) No hay nada nuevo bajo el sol”. Hoy su célebre aserto puede servirnos para hablar de la COVID-19.

El 11 de noviembre de 1918 finalizaba la Primera Guerra Mundial dejando 10 millones de muertos.

Tras 4 años de tragedia la humanidad quería volver a la normalidad cuanto antes. Se sucedían las celebraciones multitudinarias para dar la bienvenida a millones de soldados que volvían al hogar.

Eran las condiciones idóneas para iniciar una pandemia.

El ejemplo de la gripe española

Un virus de gripe de tipo A, subtipo H1N1, desató una tragedia global que costó 25 millones de muertos, según reconocieron las cifras oficiales. Para los expertos murieron entre 40 y 50 millones de personas.

En los países más avanzados del mundo la vida se paralizó por completo. La gente vivió restricciones y confinamientos muy similares a las de los peores momentos de la COVID-19.

Millones de jóvenes se quejaron amargamente por haber perdido los mejores años de su vida entre la guerra y las restricciones por la pandemia.

Así que en cuanto se pudo volver a la normalidad se desató un ansia generalizada por disfrutar.

Fue el origen de "los locos años 20", con su trepidante vida nocturna, las orquestas de jazz y los bailes frenéticos como el charlestón.

Camp Funston, en Fort Riley, Kansas, durante la pandemia de gripe española de 1918 Armed Forces Institute of Pathology/National Museum of Health and Medicine, distributed via the Associated Press

Cambios que dejó la pandemia de 1918 para siempre

Pese a todo la pandemia de gripe trajo cambios radicales que ayudaron a impedir su rebrote:

  • El primero de ellos fue ventilar permanentemente los espacios públicos.

Aunque el cine nos deleita con imágenes de salones de baile llenos de humo de cigarrillos, la realidad fue muy distinta. Los lugares públicos estaban ventilados intensamente. Las ordenanzas obligaban a que estos locales dispusieran de grandes ventanales que debían permanecer siempre abiertos.

Para combatir el frio se instalaron radiadores justo bajo esas ventanas pensando que calentarían el aire frio que entraba en la estancia. Y desde entonces esta disposición sigue siendo la habitual para los radiadores de nuestras casas… aunque no es la más eficiente.

  • También cambiaron algunas costumbres. Por ejemplo, aparecieron los vasos desechables de papel.

Hasta entonces simplemente había un vaso metálico en fuentes y dispensadores de agua. Al final del día cientos de personas habían bebido del mismo vaso.

  • También se prohibió escupir en lugares públicos como aulas, cines, teatros, restaurantes…

Hasta entonces era una costumbre tan arraigada que solo se consiguió erradicar con una intensa campaña de multas.

Escupir en público llegó a sancionarse con una multa equivalente a unos 1.800 € al cambio actual.

Y al mismo tiempo las calles se llenaron con carteles propagandísticos conteniendo un eslogan radical: “Escupir transmite la muerte”.

  • Además, se obligó a que los ciudadanos llevaran un pañuelo con el que taparse la boca al toser o estornudar.

Lo que hoy nos parece normal, hasta entonces nadie lo hacía.

Sorprendentemente perduró durante mucho tiempo el uso de esas mascarillas en los espacios interiores. En su mayoría eran mascarillas de tela y la gente las lavaba por la noche.

Sin duda resultaron mucho menos eficaces que las FPP2 o FPP3 actuales. Pero eran mejor que nada.

 Si a todas estas novedosas medidas añadimos que la población mundial se contagió mayoritariamente, consiguiendo en buena parte la inmunidad de rebaño… Tras decenas de millones de muertos se consiguió que los sucesivos rebrotes de la pandemia fuesen cada vez menores.

Células susceptibles a la infección por SARS-CoV-2. Peng Zhou et al

Nos parecemos a nuestros abuelos y bisabuelos

¿Seguiremos hoy en día una dinámica similar con la COVID-19, tal y como predicen las palabras del Rey Salomón?

Al menos en cuanto a las ganas de volver a la normalidad y olvidarnos de la pandemia nos parecemos mucho a nuestros abuelos y bisabuelos que vivieron el final de la gripe de 1918-1919.

Tenemos tantas ganas de divertirnos que bien habríamos podido volver a ,una especie de “felices años 20” un siglo más tarde, de no haber sido por la incertidumbre de la inflación.

No es de extrañar que al igual que pasó hace 100 años con la gripe, todos queremos pensar que la COVID-19 ya es historia.

Estamos tan hastiados de la COVID-19 que hace ya tiempo que apenas se publican cifras. Apenas se habla de ello.

Pero desafortunadamente la gente sigue enfermando y, lo que es peor, muriendo.

El SARS-CoV-2 todavía sigue entre nosotros originando nuevas cepas mutantes aún más infecciosas.

Con el frío ¿está llegando una nueva ola?

No faltan ejemplos ni están lejos de nosotros.

En Alemania la incidencia actual es tan elevada que Karl Lauterbach, ministro de Sanidad, considera que “se trata del comienzo de una ola de otoño e invierno”.

La presión hospitalaria ha aumentado tanto que Christian Karagiannidis, director del registro de Medicina Intensiva, ha dicho que:

  • “En algunas regiones alemanas ya hay hospitales en los que apenas quedan camas libres en las UCIs”.

Cada día mueren alrededor de 200 personas.

Hoy tenemos fármacos y hasta vacunas, pero el enemigo es más peligroso

Con frecuencia se compara la COVID-19 con la gripe. Pero la COVID-19 ha sido peor y probablemente lo siga siendo durante bastante tiempo.

El SARS-CoV-2 es un enemigo formidable, significativamente más contagioso y letal de lo que fue el virus de la influenza A, H1N1, que causó la gran epidemia de la mal llamada gripe española.

El coronavirus evoluciona rápido, se adapta esquivando las defensas de nuestro sistema inmune y mantiene importantes reservorios en varias especies animales desde donde siempre podrá dar el salto a los seres humanos.

Por suerte ahora disponemos de más y mejores recursos. Tenemos fármacos razonablemente eficaces y disponemos de unas herramientas esenciales de las que no se dispuso contra el virus de la gripe de hace 100 años: las vacunas.

Desarrollarlas y producirlas masivamente fue una verdadera hazaña de la ciencia y la industria farmacéutica. Algo que nos debe hacer sentir orgullosos como especie.

La estrategia de luchar contra el SARS-CoV2 mediante vacunas se demostró muy exitosa.

la imagen de los test de COVID no tardará en volver a ser frecuente K.Venkataramana

No es lo mismo contagiarse vacunado que sin estarlo

No es lo mismo, ni mucho menos, contagiarse de COVID-19 estando vacunado que sin estarlo.

Pese a que no hemos conseguido una vacuna esterilizante (es decir que nuestras vacunas aún no son capaces de eliminar totalmente el virus en las personas vacunadas), protegen muy eficazmente contra la enfermedad grave y la muerte, logrando que incluso entre la población más vulnerable la tasa de hospitalizaciones y de fallecimientos haya caído en picado.

Si aún tiene dudas sobre la eficacia de las vacunas piense que hoy en día, cuando la mayoría de la población ya está vacunada con la pauta completa, los pocos no vacunados son la inmensa mayoría de los que ocupan las UCIs y terminan en los tanatorios.

Las cifras lo demuestran espectacularmente:

  • La tasa de hospitalización por COVID-19 entre mayores de 50 años durante el invierno pasado superó los 250 casos por cada 100.000 habitantes
  • Mientras que en los vacunados apenas llegan a 2 de cada 100.000.

Los vacunados contagian menos

Por otra parte, los vacunados contribuyen mucho menos a diseminar la enfermedad.

Un gran estudio de la Universidad de Oxford confirma que incluso en contactos estrechos con personas contagiadas las personas vacunadas se contagian mucho menos que los no vacunados.

Un macro estudio del New England Journal of Medicine (la revista médica más prestigiosa del mundo) demuestra que en el caso de que se contagien:

  • Los vacunados transmiten mucha menor carga viral que los no vacunados.
  • El virus se mantiene en ellos mucho menos tiempo.

Por supuesto las poblaciones con un elevado porcentaje de vacunados con la pauta completa se defienden mejor del coronavirus que las que no han hecho bien sus deberes con las vacunas.

El skyline de Hong Kong por la noche. Un lujo que ahora vive la angustia Base64, retouched by CarolSpears

El caso de Hong Konkg

Un caso paradigmático es Hong Kong, que tras haber sido puesto como modelo de excelente gestión de la pandemia mientras no se disponía de vacunas, en este año sus porcentajes de vacunación todavía son tan bajos que su situación resulta catastrófica:

  • Altas tasas de hospitalización y ocupación de UCIs
  • Imágenes dantescas de enfermos por los pasillos
  • Camillas bajo tiendas de campaña en los aparcamientos de muchos hospitales.
  • Y, por supuesto, con unas tasas de mortalidad catastróficas, de hasta 250 muertos al día en una población de poco más de 7 millones de habitantes.

Las nuevas cepas se originan en personas no vacunadas

Además de todo esto cada vez se acumulan más evidencias científicas que indican que las nuevas cepas de SARS-CoV-2 se originan en personas no vacunadas.

  • Solo por el hecho de que en ellas el virus se replica muchas más veces, ya tendríamos parte de la explicación al suceso.
  • Pero además en los vacunados las condiciones de selección son más intensas, lo que dificulta la fijación de nuevos mutantes.

En todo caso el SARS-CoV-2 ha venido para quedarse. Y no nos queda más que vivir con él, o mejor dicho contra él.

No nos queda más remedio que seguir vacunándonos. Y en este sentido aparece una tendencia peligrosa: cada vez descuidamos más la vacunación.

Es algo que tendemos a hacer inconscientemente ahora que pensamos que la COVID-19 es cosa del pasado.

Pero obramos extremadamente mal cuando nos descuidamos en la vacunación.

En Asturias hubo colas el primer día de la cuarta dosis LNE

Es necesario ponerse todas las dosis de la vacuna

Hay que insistir una y otra vez:

  • Es necesario ponerse todas las dosis de refuerzo. A fin de cuentas, están hechas para protegernos contra las nuevas cepas mutantes de SARS-CoV-2 que siguen y seguirán apareciendo.

Por eso aún nos quedan por recibir varias vacunas. Las que haga falta hasta que logremos, si es que lo conseguimos, una vacuna esterilizante.

El descuido en la vacunación que se está produciendo está detrás de los graves repuntes de COVID-19 que están sufriendo algunos países como Alemania.

Tanto es así que su gobierno se está planteando declarar obligatoria la vacunación.

Se trata, claro, de una posible medida que desata la polémica.

Algunos sostienen que el miedo a la vacuna debería ser libre.

Tal vez.

Pero como contrapartida los expertos demuestran con cifras rigurosas que la propaganda de los antivacunas le ha costado a la humanidad al menos cientos de miles de muertos (y probablemente millones).

Hay que decirlo claramente: los apologistas antivacunas son genocidas.

Tasa de mortalidad y de contagio

No podemos olvidar que:

  • Pese a la eficacia de las vacunas
  • Las mejoras en fármacos anti coronavirus
  • La protección que nos brindan las infecciones previas

La tasa de mortalidad de la COVID-19 es de casi el doble que la de la gripe.

Y el SARS-CoV-2 es mucho más transmisible.

Por eso no es de extrañar que el impacto de la COVID-19 siga siendo mucho mayor que el de la gripe. Y seguirá así mucho tiempo.

Según el IHME (el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud) más de 18 millones de personas ya han muerto por coronavirus.

Muchos más lo han pasado muy mal acabando hospitalizados y en UCIs.

Otros muchos, la mayoría de los que enfermaron, lo han pasado en sus casas, como quien pasa una gripe.

Pero algunos desarrollaron COVID persistente con síntomas incapacitantes como fatiga crónica y niebla mental.

Imagen de una tomografía computarizada de un paciente con neumonía causada por COVID-19. Opzwartbeek

El último descubrimiento: ¿puede la COVID-19 matar a largo plazo?

Ahora tenemos todavía más razones para preocuparnos.

Cada vez hay más evidencias de que la COVID-19 puede causar muertes prematuras meses o años después de haberse superado la enfermedad.

En algunas personas el SARS-CoV-2 desencadena daños cardiovasculares que reducen significativamente la esperanza de vida.

En este aspecto “no hay nada nuevo bajo el sol”.

  • La literatura médica recoge como la pandemia de gripe de 1918-1919 produjo un grave problema “retardado”: una ola totalmente inusual de muertes por enfermedad cardiovascular que tuvo su máximo entre 1940 y 1959, y que se cebó en quienes habían padecido la gripe 2 o 3 décadas atrás.

Sin embargo, los primeros afectados sufrieron daños cardiovasculares pocos años después de haberse infectado.

Todo indica a que con la Covid-19 puede pasar lo mismo, pero con un importante matiz:

  • Lo más probable que estas muertes prematuras ocurran sobre todo en los no vacunados.
  • También hay indicios relevantes de que mientras más veces te contagies de COVID-19 es más probable que sufras una muerte prematura.

Por eso, aunque no nos guste, debemos mantener una serie de precauciones.

  1. La primera y más importante es mantener actualizado nuestro patrón de vacunación.
  2. La segunda es que tenemos que intentar no contagiarnos.

Las secuelas de la COVID persistente pueden no ser la peor consecuencia Christian Philipp

Lecciones para el futuro de la pandemia

Respecto a esto último la Comisión Lancet sobre las “Lecciones para el futuro de la pandemia de COVID-19” insiste en que la gestión que hicieron nuestras autoridades de la enfermedad dejó mucho que desear, pero que tampoco nosotros adoptamos los patrones de conducta más prudentes.

Como el SARS-CoV-2 permanecerá entre nosotros y aunque apenas se informe de ello seguirá originando una ola tras otra, en la vida post-COVID que nos espera deberíamos introducir una serie de cambios que le pongan las cosas lo más difícil posible al SARS-CoV-2.

Al menos 3 de ellos resultan imprescindibles:

1º     Mantengámonos al día en la pauta de vacunación.

El SARS-CoV-2 evoluciona muy rápido y las nuevas cepas escapan en gran medida a las viejas vacunas. Para estar bien protegidos contra las nuevas cepas necesitamos nuevas vacunas.

2º     Debemos recordar que estar al aire libre es más seguro.

Mientras más traslademos al aire libre nuestras actividades sociales mejor nos irá.

En todas las infraestructuras donde se reúnen muchas personas (bares, restaurantes, cines, teatros, aulas, etc.) debe mejorarse muy significativamente su ventilación.

También hay tecnología para filtrar, limpiar y esterilizar el aire. No es muy cara. Ojalá que estos locales las empleen y que nosotros dejemos de acudir a los que no lo hacen.

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3º     Reforcemos nuestros sistemas de salud.

Nunca estuvieron tan en crisis. Nunca fueron tan necesarios.